Número 112 | Jueves 3 de noviembre de 2005
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

 

El orgasmo femenino
La historia en un gemido
Poseídas o en arrebato místico, histéricas convulsionadas o libertinas, así fueron llamadas las mujeres que se atrevieron a explorar en el pasado su placer sensual. Descrito como delectación del espíritu, desorden nervioso o paroxismo histérico, el orgasmo femenino sólo será plenamente cuando las propias mujeres reivindiquen y asuman el control de sus cuerpos. Lo que sigue son algunos apuntes para la historia del orgasmo femenino.

Por María Teresa Priego

 
El orgasmo sobrenatural
“¿Cuántos penes tiene el diablo?”, preguntaba el inquisidor a la ‘poseída’. “¿Y de qué tamaño son?” La “endemoniada”, acusada de queveres con el diablo -espasmódica y convulsa- era castigada. La mística tenía sus queveres con Dios, igualito de espasmódica. Era una santa. La Malleus Maleficarum, editada en 1486 definía a las brujas: “secta de mujeres que tienen como objetivo dañar a los hombres”. Las brujas podían causar impotencia e, incluso, “despojarlos de su miembro viril”. El origen de la brujería estaba “en la pasión carnal que es insaciable en esas mujeres”.

Hablar de “posesiones”, si se trataba de endemoniadas, o de “raptos”, si se trataba de místicas, era referirse a mujeres ocupadas por una fuerza sobrenatural imaginada en masculino, que las arrojaba fuera de ellas. Hacia un más allá de lo humano. Nada que agregar en el caso del “éxtasis místico”: Dios es todopoderoso, y nadie duda de la luminosidad del “rapto”. Aterrador en el caso de las “poseídas”, comisionadas para encarnar un fantasma primordial asociado a la sexualidad femenina: su posible y amenazante insaciabilidad. ¿De cuántos penes necesitará el diablo para apaciguar a una mujer presa del furor uterino?, ¿y de qué tamaño?

El orgasmo exorcizado
En 1514, en España, tuvo lugar el exorcismo de Inés de Moratalla: “E que después destas pláticas vino un espíritu muy recio y entró en el cuerpo Della gimiendo e le disformó el cuerpo y el gesto e ojos, y empezó a hacer grandes molestias y vexaciones… E que entonces dicha moza dio voces diciendo tres veces: ‘Vení diablos… fuera de su sentido, haciendo muchos visajes”. (Adelina Sarrión, Beatas y endemoniadas). A los dieciséis años, hizo votos de castidad la beata Marina de San Miguel (1596). Sufría “una tentación sensual de la carne desde hacía quince años la cual la obligaba a esos contactos deshonestos hechos con sus propias manos en las partes vergoncossas venia en polucion diciendo palabras deshonestas probocativas a lujuria”. Cuando se encontraba con su amiga: “de hordinario cuando se vian se besaban y abracavan y esta… le metia las manos en los pechos, y vino esta en polucion diez o doze veces las dos dellas en la Iglesia” (Mary E. Giles, Mujeres en la inquisición).

El orgasmo místico
Así de excesivas –intercambios carnales excluidos– fueron las grandes místicas. Santa Teresa atravesaba pasos en el éxtasis, hasta alcanzar “la séptima morada” de la “unión transformante”. La “morada equivalente al cielo”, con la experiencia de “la pérdida de sí y de la unión”. “El alma… no puede ni avanzar ni recular. Diríamos una persona, que sosteniendo en las manos el cirio bendito, está cercana a morir de su muerte deseada”. La metafórica petite mort. ¿Será? Meras interpretaciones ante la sensualidad de los raptos. En el caso de santa Ángela: “La delectación del espíritu santo transformaba su carne en fuego, vi sus ojos ardientes como la lámpara del altar, vi su figura parecerse a una rosa púrpura”. (Jean Nöel Varnuet, Extases feminines)

El orgasmo mítico-invisible

La historia no registra los orgasmos de Lillith, la primera mujer, sino sus consecuencias. Dejó de ser amante de Adán. La sustituyó Eva. Lillith –la inventora del amor a horcajadas– se despeñó galopando de los textos sagrados. “¿Por qué castigaron a Lillith?”, preguntó Eva. Silencio. “Quiero su gozo”. Luego ya sabemos. La manzana. “¿Cómo goza una mujer?”, insistió Eva. Le respondieron: “Parirás con dolor”. “¿Y eso qué tiene que ver?”, dijo Eva. Si no las controlaban, Lillith y las de su sexo representaban un problemón para la humanidad. Eran las madres de sus propios hijos, y las madres de los hijos de los hombres. La filiación femenina era rotunda. La masculina no.

El orgasmo útil o inútil
“ Tenemos prostitutas para los placeres de la carne, hetairas para los placeres del espíritu, y esposas para cuidar la casa y darnos hijos”. El cunnilingus era el colmo de la ignominia para un ciudadano: “poner su boca al servicio de una mujer”. ¿Y el orgasmo femenino? La sexualidad era un instrumento para la procreación, el valor del orgasmo dependía de una pregunta esencial: ¿Sólo la eyaculación es indispensable a la procreación?

Aristóteles (384-322 a. C.) aseguraba que la mujer se embaraza por la “semilla” masculina, que a partir de la eyaculación penetra su cuerpo y se mezcla al torrente menstrual. No hay “semilla” femenina indispensable a la procreación. “Sucede que los dos sexos obtengan su objetivo simultáneamente y la mujer no se embarace”. Según Galeno, (siglo II) la mezcla de ambas semillas emitidas —de preferencia— simultáneamente, producía el embrión. El orgasmo femenino era indispensable e inquietaba la feminidad insatisfecha, la histeria o “exceso de semilla en el útero”. La acumulación desataba el nomadismo del útero a través del cuerpo. Era necesario regresarlo a su posición original con masajes clitoridianos.

Soranus (siglo II) escribió en un tratado que el orgasmo femenino no era imprescindible para la procreación, ni siquiera el deseo: “Las mujeres violadas también quedan encinta”. Entre los poetas romanos, Lucrecius (98-75 a. C.) escribe: “No les son necesarios a las esposas los movimientos lascivos, pues ella se estorba e impide la concepción. Si retozona aviva con el movimiento de las nalgas el placer del marido y, removiendo su cuerpo, hace brotar su semen, desvía del blanco el chorro del semen. Las putas son las que por su propio interés realizan estos movimientos para no quedar embarazadas, y para que el placer del coito les resulte a los hombres más intenso”. Olé.

“ La evolución de las ideas que conciernen a la generación podría revelarse como una verdadera historia del orgasmo”, escribió Jean Louis Flandrin. Femenino, claro. Circulaba una tercera postura negociadora: las mujeres se embarazan con o sin orgasmos, pero los bebés más bellos son fruto de la mezcla de fluidos de los orgasmos de ambos.

El orgasmo protocientífico
Llegó la imprenta, las parteras escribieron manuales ligando placer femenino, orgasmo y reproducción. “Cómo obtener un orgasmo exitoso”. En 1559, Colombus “descubre” el clítoris (conocido desde el siglo II) “El sitio del placer femenino”. “Si frotas el clítoris vigorosamente con el pene, o lo tocas con el dedo, semen más suave que el aire vuela, a cuenta del placer femenino”. Fallopius: “Cuando el placer es mayor, la mujer emite una semilla y material deseable para la formación del feto… Sin esta protuberancia… las mujeres no experimentarían placer en los abrazos venéreos, ni concebirían ningún feto”.

En 1740, cuando la princesa María Teresa de Austria no se embarazaba, recibió el consejo de su médico: “Pienso que la vulva de su Muy Santa Majestad, debería ser frotada antes del coito”. El “bienestar del embrión” continuaba llamando al orgasmo.

El orgasmo histerizado

Los sacerdotes expulsaban hasta seis legiones de demonios del cuerpo de una mujer, en la cual, después de eso, aún se agitaban diez legiones más. Los manuales de parteras reportaban: el orgasmo femenino iba en picada. Si no era indispensable para la concepción, era prescindible. Ya se sabía que la ovulación era espontánea. “La nueva relación entre generación y placer sexual, o sea, la posibilidad de una mujer sin pasiones, tiene sus orígenes a finales del siglo XVIII”, escribió Thomas Laqueur.

“Por suerte, para la sociedad, la idea según la cual las mujeres poseen sensaciones sexuales puede rechazarse como una vil calumnia”, dijo el historiador Lord Acton (siglo XIX). El médico francés Auguste Debay aconsejaba fingir el orgasmo, porque “a los hombres les gusta compartir su felicidad”. Michel Foucault afirma que el siglo XIX convirtió al cuerpo femenino, “histerizado y psiquiatrizado”, en “la ‘cosa’ médica por excelencia”. La enfermedad como sustituto orgásmico. En las sesiones de Charcot las “histéricas se convulsionaban como endemoniadas”.

El orgasmo terapéutico
El Chattanooga, “el Cadillac de los vibradores”, en 1904, era utilizado en la curación de los “desordenes nerviosos” de las mujeres. El tratamiento era ofrecido en consultorio, operado por los médicos. Los vibradores y, antes, los masajes manuales clitoridianos, constituían para muchas mujeres la única manera “legítima” de llegar al “paroxismo histérico”. En 1880, un médico inglés inventó el vibrador electromecánico. El tiempo comprendido entre el inicio de los masajes y el “paroxismo histérico” se reducía a 10 minutos. En 1905 aparecieron los modelos portátiles. Sears publicitaba el suyo: “Ayudas que toda mujer aprecia”. 30 mil vibraciones por minuto (The Technology of Orgasm).

El orgasmo impertinente
Alexander Lowen, en 1965, escribió desde su experiencia médica: “La mayoría de los hombres sienten que llevar a una mujer al orgasmo a través de la estimulación clitoridiana es aburridísimo… si el coito se retrasa, esto impone una restricción a su deseo masculino natural de cercanía, si lo hace durante el coito, el hombre se distrae de la percepción de sus sensaciones genitales, acariciar a una mujer después de haber tenido un orgasmo tampoco funcionaría, ya que le impide disfrutar de la paz y la relajación que son el premio a la sexualidad”. Life is difficult.

El orgasmo liberado-libertario
En Tres ensayos sobre teoría sexual, Freud “explicó” la oposición entre sexualidad clitoridiana o inmadura y sexualidad vaginal o madura. Lo que Jane Gerhard llamó: “la patologización del clítoris. El clítoris se convirtió en el amante descartado en este drama sexual de la adultez femenina sana”. Hitschmann y Bergler, en La frigidez de las mujeres: sus características y tratamiento (1936), afirmaban que cuando el psicoanálisis llevara a las mujeres hacia la vaginalidad orgásmica, “las manifestaciones ridículas del movimiento de mujeres desaparecerían”. Si las mujeres votamos hoy, es gracias a la calidad clitoridiana del orgasmo sufragista. Después llegaron Kinsey, Master y Johnson, El informe Hite. La entrada en escena del Punto de Grafenberg (el punto G), llamado también “La bella loca”.

La muchacha con sus senos desnudos, en la foto de Avándaro. ¿Endemoniada o mística? Su desnudez es una fiesta. De ruptura. ¿Reta o asume? Que su cuerpo es suyo. La muchacha de Avándaro ya es dueña del más efectivo afrodisíaco de la historia de la sexualidad femenina: la anticoncepción con altos niveles de seguridad.