Entrevista a MARCELO EBRARD CASAUBON, PRECANDIDATO DEL PRD A LA JEFATURA DE GOBIERNO DEL DF
Jesús Ortega, candidato de los enemigos del PRD
Contra la delincuencia firmeza, no mano dura
Si terminamos confrontados perderemos el apoyo de la ciudad y nos va a repercutir en la elección presidencial. Lo que buscan los otros partidos es reducir el margen con el que el PRD triunfe en la capital para que no podamos ganar la Presidencia.
Ampliar la imagen En la entrevista con este diario, Ebrard rechaz�ber actuado con mano dura al frente de la Secretar�de Seguridad P�a capitalina FOTO Cristina Rodr�ez Foto: Cristina Rodr�ez
Marcelo Ebrard tiene claro que para los enemigos del proyecto de izquierda nacional el candidato "ideal" para la capital del país es su contendiente, Jesús Ortega. Lo explica: en la medida en la que se reduzca el margen de triunfo en la ciudad se reducirá la posibilidad de victoria de Andrés Manuel López Obrador. Teme que, como ocurrió en las dos ocasiones en las que Ortega compitió por la dirigencia de su partido, se ensucie la elección, y no duda en que para ello hasta los priístas metan mano.
Ebrard Casaubón recibió clases de economía de Samuel del Villar y fue un destacado alumno -"sí, era estudiosito", se ríe- de filosofía de la ciencia, materia que le impartió Manuel Camacho Solís en El Colegio de México. A partir de entonces su trayectoria ha estado estrechamente vinculada a la de su maestro Camacho, con quien llegó, cuando éste fue regente, a la Secretaría de Gobierno.
En 2000 declinó a la candidatura al gobierno de la ciudad por el efímero Partido de Centro Democrático en favor de López Obrador. La decisión la tomó cuando la distancia entre el PRD y el PAN comenzó a estrecharse; "nosotros no quisimos continuar, porque los tres o cuatro puntos porcentuales que alcanzaríamos podían ser la diferencia para que ganaran los panistas". En la administración de López Obrador fue secretario de Seguridad Pública hasta el linchamiento de tres policías federales en Tláhuac, lo que le valió severas críticas y el recrudecimiento del acoso al Gobierno del Distrito Federal. Después ocupó la cartera de Desarrollo Social.
Ahora busca nuevamente llegar a la jefatura de Gobierno, pero antes tendrá que librar la agria disputa interna que se escenifica en el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Está convencido de que un mal desenlace de la misma puede afectar seriamente la campaña presidencial perredista, y espera que haya una intervención resuelta de la dirigencia de su partido para evitarlo.
En entrevista con La Jornada, misma que se efectuó antes de que se firmara el pacto de civilidad para el proceso interno perredista en la capital, Ebrard habla de su proyecto de ciudad. Desde la perspectiva de un gobierno de izquierda, sostiene, la ciudad de México tiene que avanzar en el combate a la exclusión social. También insiste en que la Federación no puede seguir recortando recursos al Distrito Federal y que deben tomarse medidas para romper la situación de estancamiento económico que impera. "Las opciones de movilidad social en la capital están prácticamente congeladas y esto nos puede acarrear gravísimos problemas".
-¿Tiene remedio la ciudad de México?
-Por supuesto que sí. Desde los años 70 hubo una idea mal- thusiana sobre la metrópoli. Esto es, que a mediano plazo todo iría peor. Sin embargo, la ciudad no ha tenido ese desenlace. En el cálculo malthusiano siempre se hace una subestimación de lo que es la sociedad capitalina, de su potencial y capacidad.
-¿Cómo imagina a la ciudad de México en 20 años?
-Tiene que haber logrado prosperidad y una mejor ubicación en el mundo, con base en un proyecto estratégico exitoso que resuelva problemas fundamentales de servicios y de universalización de derechos básicos. Veo una ciudad en la que no haya discriminación, una ciudad libertaria.
-Para llegar a ese ideal habría que enfrentar problemas muy graves, por ejemplo la inseguridad...
-Es impensable que una ciudad pueda resolver su problema de seguridad sin abordar la situación social. Por eso hablo de la urgencia de construir una urbe próspera -señala, pero no se queda ahí.
Ebrard conoce desde hace muchos años los problemas de seguridad de la metrópoli. Como secretario de Gobierno del Departamento del Distrito Federal, de 1992 a 1993 -en las frecuencias policiacas su clave era Titán- era una de sus responsabilidades.
Urge una reforma policiaca
Para el precandidato perredista hay medidas que deben tomarse ya y que están delineadas en la propuesta de gobierno que presentó el miércoles pasado: "la renovación policiaca. La generalización del modelo de policía de barrio y la unificación de las estructuras de la Procuraduría General de Justicia y la Secretaría de Seguridad Pública, así como el ataque a fondo al narcomenudeo".
-¿Y dónde queda la tolerancia cero del ex alcalde neoyorquino Rudolph Giuliani?
-La experiencia de Nueva York nos interesaba particularmente por la reforma que hicieron a la policía, que fue muy exitosa, y no por las políticas de tolerancia cero. Nueva York tenía, junto con Chicago, una de las policías más corruptas de Estados Unidos, y eso cambió.
-Pues su imagen se ha ligado a la tolerancia cero, a la mano dura.
-La mano dura siempre lleva al autoritarismo y nosotros no impulsamos eso. Nunca hemos planteado, como nos quisieron endilgar, que se persiguiera a alguien por su apariencia. Lo que sí creo es que hay que ser muy firmes, contundentes con la delincuencia organizada.
-¿Cómo califica el problema del agua?
-Es crítico. Hay que cambiar radicalmente dos situaciones: no podemos seguir trayendo agua de fuera, y no podemos seguir usándola de manera dispendiosa. Además, hay una mala distribución del recurso. La situación no se constriñe a reparar fugas; debemos también cambiar los hábitos de consumo, ir más rápido en la sustitución de la red -alrededor de 12 mil kilómetros-, invertir en la zona de conservación, aumentar la proporción del líquido que es tratado y recuperar el agua pluvial.
-¿Qué va a hacer con los segundos pisos y con todos estos cuestionamientos de que sólo estimulan el uso del automóvil?
-Hay mucha falta de información. Uno de los problemas más agudos de la ciudad, en términos de vialidad, está en el poniente. Ahí se registra el crecimiento más acelerado y las vías sólo te conectan con el oriente y viceversa, así que la única alternativa para trasladarte del norte al sur es el Periférico. Ahí se está al borde del colapso, que acarrearía gravísimas consecuencias para la economía de la ciudad y para todos.
"Por eso hay que concluir el segundo piso del Periférico; llevar el Eje 5 Poniente por lo menos a Constituyentes y conectar Ciudad Azteca con Xochimilco, entre muchas otras obras. Sólo así evitaremos el colapso. Lo que no es factible es sostener que sólo vale la opción del Metro, olvidándonos de las vialidades."
-¿No teme a las críticas, como las que enfrentó López Obrador, en el sentido de que es gobierno de izquierda pero hace obras para las clases medias y altas?
-Yo diría que una ciudad de izquierda, además de la dimensión social, es una urbe que promueve la convivencia y la integración. Hay dos modelos de metrópolis: las que segregan, y el caso paradigmático es Los Angeles, y las que integran, como Barcelona. El espacio público es el espacio que iguala, y hacia allá debe dirigirse un gobierno de izquierda. Suena teórico pero no lo es.
-¿Su propuesta gira entonces alrededor de lo que vino haciendo López Obrador?
-Tienes que mantener una orientación fundamental, sólo así vas obteniendo resultados. El ejemplo en América Latina es Bogotá, donde desde hace una década han venido caminado en el mismo sentido. La tesis básica de Andrés Manuel es: "tenemos que dar acceso a los elementos que determinan la igualdad lo más pronto que podamos". Hay que hacerlo con nuevas ideas, con otras medidas, pero dentro de la misma línea.
Es cuando detalla sus proyectos para continuar atendiendo a los grupos más vulnerables de la población, como adultos mayores; crear espacios urbanos que propicien la convivencia; multiplicar las opciones de acceso a los bienes culturales; ofrecer al capitalino vías de movilidad social hoy totalmente congeladas a consecuencia del estancamiento de la economía, "para no llamarle crisis".
-¿Por ejemplo, el acceso a la vivienda?
-Por varias razones tienes construida una sociedad de castas. Mejorar socialmente es prácticamente imposible. La banca no le presta a quien no gana más de seis salarios mínimos, y con ello la mayor parte de la población no tiene acceso al ahorro interno.
"Yo no creo que en España permitan esto a los bancos Bilbao o Santander. Hay además una presión muy grande por el valor del suelo, que tiende a subir. Frente a eso, el gobierno de la ciudad debe destinar recursos fiscales para que la gente tenga acceso a la vivienda".
-Para hacer todo eso, antes hay que ganar y, por lo pronto, hay mucho encono en la contienda interna perredista. ¿Esto cómo puede afectar al PRD en julio de 2006?
-Preocupado por eso, yo había planteado que el proceso no fuera tan largo, pero la lógica de los compañeros de Tucoi era exactamente la contraria: ampliarlo lo más posible para ver si podían igualar. Esto tendrá un alto costo para el partido.
"A eso agrégale que no puedes estar en los medios electrónicos. Mientras tanto, la candidata del PRI -Beatriz Paredes- anda circulando de ciudadana en la tele y en todos lados.
"¿Qué podemos hacer ahora? Reducir al máximo el costo del enfrentamiento interno. Será difícil. Una contienda de estas características deja secuelas, ¿no? Corremos otros riesgos, porque además el 4 de diciembre votará todo mundo. ¿Quién te asegura que el PRI no buscará meter la mano? Nadie. Para lo que tú quieras: para ir a votar o para ir a fastidiar la elección, que es lo que más le convendría".
-Las dos elecciones por la dirigencia del PRD en las que participó Ortega se distinguieron por las prácticas más cuestionadas por el mismo perredismo, ¿cómo hacer para impedir que vuelvan a presentarse?
-Se propuso que se integrara, como finalmente ocurrió, un órgano ciudadano.
Espero que tenga una acción y una presencia disuasivas. Debemos procurar también que la integración de los funcionarios de casilla sea la más confiable para todos. Es lo único que puedes hacer, pero habrá momentos difíciles; sobran ejemplos de cómo se han comportado -se refiere a los chuchos- en contiendas como las del estado de México, Chiapas, Nayarit.
-¿Le preocupa?
-Claro, y existe el riesgo. Hay que recordar la pasada elección en Iztapalapa. Yo espero que el partido intervenga cada vez más en esa línea y que se pueda garantizar una elección limpia, de otro modo el costo será muy alto.
-¿Le daña que lo vinculen a Bejarano?
-El principal sustento de Jesús Ortega en la ciudad es René Arce, y todos conocen sus métodos. No tienen autoridad moral para hacer descalificación alguna. Respecto del equilibrio en el PRD, pues sí, yo he estado trabajando con Izquierda Democrática Nacional (IDN), pero tenemos ya en este momento un buen número de expresiones. Pronto una parte significativa de Red de Izquierda Revolucionaria (Redir) también se sumará a nosotros.
"IDN, y eso lo he dicho, es una corriente muy grande y no podemos descalificar a todos por lo que se atribuye o haya hecho Bejarano. Es como decir: 'bueno, que Armando Quintero nos explique todo lo que hizo Rosario Robles', y ahí entramos en una carrera en la que finalmente el costo agregado para el partido será, repito, muy alto".
-¿Y todo este "redescubrimiento" de su pasado salinista por parte de sus oponentes políticos?
-Es una estrategia de descalificación. Buscan asociarme con todos los símbolos negativos que pueda haber, o por lo menos desean sembrar la duda. De otra forma no tienen cómo ganar. Ha sido una guerra sucia desde el principio. No es fácil convencer a los ciudadanos de que Ortega es un hombre de izquierda, con experiencia en el gobierno o con posiciones de avanzada. Por eso van a la guerra sucia. Los mismos que hoy afirman eso son los que dijeron en 1995 que lo mejor que pudo haber sucedido es que abandonáramos el PRI.
"Toda esa línea de argumentación no tiene ningún fundamento. Eras muy útil cuando dejaste el PRI, pero cuando te conviertes en competencia interna ya estorbas. Te puedo decir que desde la Secretaría de Gobierno del DDF tuvimos una relación de trato, negociación, respeto, con todas las expresiones del PRD, y hasta de cercanía en muchos temas, sin que mediara en ello corrupción. Eso sí, a mí nadie me puede decir que los traté de cooptar o cosas por el estilo. No, el modelo de operación fue otro y ellos lo saben muy bien. Lo lamentable es que recogen los mismos argumentos que las corrientes más autoritarias del PRI. La misma cantaleta de Manlio Fabio Beltrones es ahora la de Jesús Ortega. Pero ellos saben que a mí no me pueden acusar de enriquecimiento o de represión, de nada de eso."
-Pero regresemos a julio de 2006; si sigue escalando el tono de la disputa en el Distrito Federal, ¿cómo dañará a la campaña presidencial?
-Mucho. Es lo que está de por medio. Si terminamos confrontados perderemos el apoyo de la ciudad y nos va a repercutir en la elección presidencial. Lo que buscan los otros partidos es reducir el margen con el que el PRD triunfe en la capital para que no podamos ganar la Presidencia. Ese es el punto medular y preocupante. El que salgan encuestas en las que te dicen que Ortega va ganando -lo cual contrasta realmente con los resultados de otros sondeos- nos deja muy claro que Ortega es el mejor candidato para ellos. Si además hay conflicto en la elección... ¡mejor!
-¿Entonces sí cree que ensucien la elección del 4 de diciembre?
-Es muy alto el riesgo. Si Jesús Ortega está pensando en salir airoso de la contienda debe preocuparse por lo mismo, ¿no? De otra manera, ¿de qué le va a servir? Los factores del partido, la propia dirigencia nacional, deben tener la misma preocupación y seguramente habrá una intervención resuelta de su parte. Eso es lo que yo esperaría que ocurriera. Sería lo más sensato.
Ebrard apura su café. Tiene que salir corriendo, porque aunque ya anochece aún tiene una apretada agenda. No quiere terminar su charla con La Jornada sin machacar: "sí, soy muy optimista sobre el futuro de la ciudad".