Diferentes desastres
El país ha sido sacudido por la fuerza de la naturaleza. Ello es inevitable. Lo único que se puede hacer es prepararse para enfrentarla. Los daños materiales han sido cuantiosos, pero se logró evitar pérdidas humanas. También hemos sido sacudidos por otra clase de fuerzas.
En los últimos años, particularmente de agosto de 2002 a la fecha, la economía mexicana ha ido perdiendo participación en las exportaciones mundiales. En cuatro años pasamos de aportar 2.6 por ciento de las exportaciones mundiales a 2.07 en 2004, con todo y el impresionante incremento de los precios petroleros. Se nos ha dicho que la fuerza que nos ha desplazado es China. Pero resulta que, en realidad, nos han desplazado muchos países.
Cotidianamente nuestra economía ha perdido competitividad, lo que ha significado pérdida de crecimiento y de empleos. Las explicaciones oficiales han sido muy estrechas. Primero se dijo que el estancamiento de 2001-2003 se debía a la recesión estadunidense. En 2004 y 2005 se nos dice que la economía china nos ha desplazado por sus bajos niveles salariales. La realidad, sin embargo, no es ésa. Incluso en estos años en que habremos crecido 4.4 y 3 por ciento, lo que parecieran buenos resultados, estaremos debajo de los ritmos de crecimiento del mundo, 5.1 y 4.3, de las economías en desarrollo, 7.3 y 6.4, e incluso de América Latina, 5.6 y 4.1. (FMI. World Economic Outlook, septiembre de 2005). Así resulta que perdemos los mercados que habíamos ganado.
En la economía de Estados Unidos las exportaciones mexicanas llegaron a significar 11.6 por ciento del total en 2002, mientras que este año sumarán 10.2. Para dimensionar el costo de esta reducción en las importaciones estadunidenses, el Banco de México (Informe sobre la inflación julio-septiembre 2005) comparó el desempeño exportador de 2002-2005 con el observado en 2001, cuando alcanzamos la mayor participación en ese mercado. Solamente para el primer semestre de 2005, de haberse mantenido la participación en el mercado de Estados Unidos hubiera habido ingresos adicionales por 12 mil 453 millones de dólares. En el periodo las pérdidas mensuales fueron de 426 millones en 2002, mil 89 en 2003, mil 666 en 2004 y 2 mil 76 en los primeros seis meses de 2005.
Estas pérdidas se explican porque muchos de los productos comerciables que se fabrican en México han perdido mercado. Destacan los automóviles y camiones, asientos para automóviles, videocámaras, televisores, computadoras y sus partes, ropa para mujeres y hombres, aparatos de radiotelemando y radar, estufas, transformadores eléctricos que, junto con otros 591 productos, perdieron 17 mil 235 millones de dólares. Por supuesto, también hay productos en los que se ha ganado mercado, como tractores, motores, laminados de hierro y acero, bovinos vivos, máquinas y aparatos eléctricos, bombas de aire, joyería y cervezas, principalmente, que ganaron 4 mil 782 millones de dólares. Obviamente, no sólo perdimos ingresos, sino también 271 mil empleos. Así las cosas, el desastre exportador es equivalente a 20 huracanes Stan y Wilma juntos.
La explicación es evidente. Exportamos menos debido a que hemos perdido competitividad. La visión más ortodoxa señalaría que todo es culpa de la falta de reformas estructurales, es decir, privatización eléctrica, reforma laboral y fiscal. Los culpables serían, por supuesto, los que no han permitido esas reformas: diputados y senadores de los partidos opositores. Sin embargo, resulta que la alianza PRI-PAN persiste, aunque los priístas la abandonan cuando les reditúa algún beneficio.
Un análisis más cuidadoso, anotado por el Banco de México, reconoce que junto con la ausencia de una reforma fiscal también se ha fallado en la provisión de infraestructura, educación y en la cobertura de necesidades sociales básicas. Asimismo, se ha fallado en la disponibilidad de insumos básicos a precios competitivos en electricidad, transporte y comunicaciones. El marco institucional sigue siendo endeble: hace falta transparencia, resultados en el combate a la corrupción, en el respeto a los derechos de propiedad, en el cumplimiento del estado de derecho y, por supuesto, en la seguridad pública.
Todo esto no pude achacarse a diputados y senadores. La responsabilidad está en otra parte. Está en un gobierno incapaz de plantear a la nación propuestas que permitieran enfrentar a las fuerzas exportadoras de otros países, que se hiciera cargo de la naturaleza de las fuerzas políticas nacionales y que supiera fabricar los consensos que realmente existen. Un gobierno con el que podremos contar a partir de diciembre de 2006.