Poesía completa
José Saramago (Azinhaga, 1922) es uno de los escritores lusitanos más relevantes y aclamados en el mundo. Laureado con el Nobel de Literatura en 1998, el autor de Ensayo sobre la lucidez reúne en un solo volumen su poesía, en edición bilingüe (portugués-español) publicada por la editorial Alfaguara, con cuya autorización ofrecemos a nuestros lectores el prólogo y un poema a manera de adelanto de este libro que empieza a circular en México
Sometido a la apreciación de los lectores portugueses en el ya distante año 1966, el libro al que, por no saber lo que me reservaba el futuro, le di el prudente título de Los poemas posibles, sólo vería una segunda edición en 1982. La tercera, con más fortuna, no necesitó esperar tanto, apareció tres años después. Mucha agua ha pasado bajo los puentes, mucho tiempo ha transcurrido desde entonces, ya sea del que se mide en el calendario, tiempo cuantificable o tiempo matemático, ya sea ese otro que sólo subjetivamente puede ser tasado, tiempo interior o tiempo sicológico. La composición más antigua de la colectánea, escrita cuando el aprendiz de poeta apenas pasaba de los 20 años, se llama ''Poema a boca cerrada" y contiene, en sus últimos versos, un compromiso y un anhelo que todavía hoy me asombra por la desmesura del desafío que se proponían: Que quien se calle cuando me callé/ No se podrá morir sin decir todo. No imaginaba él, no imaginábamos ambos, que 60 años después todavía estaríamos vivos para hacer las cuentas al largo camino recorrido desde el silencio crispado de entonces a las palabras libres de ahora. En todo caso, hoy sé lo que él no podía saber, que sólo cuando se tiene 20 años es posible creer que algún día se llegará a decir todo. La vida, incluso la más prolongada, incluso la de un viejísimo matusalén de barbas fluviales, siempre dejará tras de sí sombras calladas, restos incombustibles, islas desconocidas. Ni 60 años más, ni unos impensables 600 años, serán bastantes para desbravar las islas, quemar los restos y obligar a hablar a las sombras.
Tiene la citada segunda edición de Los poemas posibles, como prólogo, un breve aviso al lector, repetido en la tercera, que, si no me equivoco demasiado, cabe en esta publicación bilingüe de mi Poesía completa, que Alfaguara, en un rasgo ejemplar de generosidad, decidió lanzar ante el desconcierto, por no decir estupefacción, de un autor que sin haber soñado nunca con semejante festín editorial sí se interrogaba, y sigue interrogándose, si la calidad de los platos servidos compensará el trabajo de cocinarlos. He aquí, con algunas ligeras alteraciones de forma, lo que escribí en 1982: ''Se podría preguntar si estos versos (palabra hoy poco usada, pero muy oportuna para el caso) merecen segunda oportunidad, o si, por ventura, esa oportunidad vendrá dictada por determinadas y más cabales demostraciones del autor en los territorios de la ficción. Si, en definitiva, estamos comprobando un simple y frecuente fenómeno de aprovechamiento editorial, mera estrategia de lo que suele llamarse política de autores, o si, muy al contrario, ha sido la constante poética del trabajo del autor la que ha legitimado la resurrección del libro, ya que en él se habrían comenzado a definir nexos, temas y obsesiones que llegarían a ser la columna vertebral de un cuerpo literario en tránsito. Aceptemos la última hipótesis, única que hará posible, primero, y que justificará, después, este regreso poético. ¿Poesía datada? Sin duda. Toda creación cultural ha de contener una fecha irrenunciable, la que le viene impuesta por el tiempo que la ha producido. Pero también llevará siempre, y en primer lugar, la de los materiales heredados -cuántas veces inoportunamente dominantes-, o, de tarde en tarde, esa impalpable fecha que todavía está por llegar, ese sentir, ese ver, ese experimentar que es aún sólo futuro. Sin embargo, esa capacidad de ver con anticipación queda para los genios, y, obviamente, no es de éstos de quienes aquí se trata". Precisamente, los nexos, los temas y las obsesiones de un cuerpo literario en tránsito, de ese escritor que se viene observando a sí mismo como a una especie de continua crisálida que, segura de que jamás alcanzará el último instante de la metamorfosis, el que daría origen al insecto perfecto, se acepta y realiza en su propio e incesante movimiento. Nada más, pero también nada menos. La crisálida se mueve en el lugar oscuro en que se encerró, el escritor se mueve en el lugar oscuro que es.
Ese movimiento, el tiempo sicológico e interior al que antes hice referencia, fue el que, poco a poco, convirtió al poeta incipiente en novelista aceptable. El primer paso en el camino lo condujo a un segundo libro de poesía, Probablemente alegría (1979), que, desarrollando y depurando el tratamiento de temas que ya estaban en Los poemas posibles, se abre a orientaciones nuevas que lo aproximan al poema en prosa, en particular al versículo como célula rítmica y melódica, del que son ejemplos ''Protopoema", ''La mesa es el primer objeto", ''En la isla a veces habitada". Esta apertura a una expresión diferente en la obra del autor, liberado de los amables constreñimientos de la métrica y de la rima, se completaría en el tercer y último paso que es El año de 1993, publicado en 1975, en el auge del movimiento revolucionario popular subsecuente del derrumbamiento de la dictadura en Portugal. Se compone de 30 poemas de extensión variable que describen, con estilo al mismo tiempo realista y metafórico, la terrible ocupación de un país por un invasor cruel, ambos no nominados, hasta la liberación final, cuando el arco iris vuelve todas las noches y eso es una buena señal, cuando Lejos en el mar el otro extremo del arco iris se sumergía hasta el fondo de las aguas y los peces deslumbrados giraban alrededor de la luminosa columna... Según algunos críticos más atentos, este libro anunció y abrió la puerta de la ficción que la crisálida invisible venía preparando en la oscuridad del capullo. Dos años después sería publicado Manual de pintura y caligrafía del convento, luego El año de la muerte de Ricardo Reis. Hasta hoy...
A la entrada de Los poemas posibles se leen unos versos de Antonio Machado, que están ahí desde 1966. Demos tiempo al tiempo: / para que el vaso rebose / hay que llenarlo primero. Sí, cualquier niño, con la inocente lógica de su edad, sería capaz de decir lo mismo, que únicamente rebosará el vaso si antes lo hemos llenado, pero me apuesto contra una página en blanco todos los libros que he escrito a que el poeta de Campos de Castilla sabía perfectamente que el caso en que pensaba (¿la vida, la obra?) nunca se colmaría hasta derramar porque nunca se conseguiría llenar por completo. Como Sísifo empujando la piedra hacia la cima del monte para verla rodar otra vez hasta el valle, como las Danaides, condenadas a rellenar en vano durante toda la eternidad un tonel sin fondo, como todos nosotros que vamos poniendo letras tras letras, a la espera de que el infinito se deje tocar algún día. Antonio Machado estuvo casi, casi. Sólo le faltó el tiempo.
Ni por abandonadas se callaban
Las harpas de los sauces suspendidas
Si los dedos de los hebreos no las tocaban,
En las cuerdas tensas el viento de Sión
La música de la memoria repetía.
Mas en la Babilonia en que vivimos,
Sión en el recuerdo y el futuro,
Hasta el viento calló la melodía.
Tanto nos dejamos arrasar,
Más que el cuerpo, el alma y el deseo,
Que ni sentimos ya el hierro duro,
Si nos dejaron la vanidad de lo que fuimos.
Tienen los pueblos las músicas que merecen.
Poema incluido en Poesía completa, volumen publicado por Alfaguara