Conmorir
Este año Natura se ha portado en forma generosa con la Muerte. De noviembre a noviembre, amadísimos nuestros, han llegado hasta ustedes muchas nuevas ánimas diversas: asiáticas, centroasiáticas, norte y centroamericanas, europeas y africanas. Su nada ha recibido también a múltiples sobremurientes de avionazos, accidentes, bombas y bombardeos, y ya se sabe que en esos eventos se reúnen para siempre jirones distintos de humanidad. Por eso el altar de este día está compuesto por dioramas de sus sitios amados, de sus entornos aborrecidos, de lo que ustedes habitaron. En la más pequeña de las ofrendas fúnebres caben todos los escenarios del mundo, hay pan para todos los gustos, vitaminas y calorías sutiles, pero suficientes, para cada una de las ausencias.
Hemos recreado, queridos abuelos teotihuacanos, el altiplano frío y espinoso; deseamos que se sientan a gusto, entrañables abuelos castellanos, con su llanura seca y soleada; aderezamos para ustedes, venerables abuelos negros, una sabana inmensa y una jungla; construimos, abuelos judíos siempre presentes, unos campos de olivos polvorientos; les ofrendamos, abuelos árabes queridos, un desierto constelado de oasis; los recordamos, abuelos celtas, con bosques abruptos de coníferas y robles; aquí hay para ustedes, abuelos incas, altísimas alturas de aire tenue; vengan, abuelos chinos, a deleitarse con estos paisajes rocosos; les tenemos lista, abuelos mayas, su inmensidad de ceibas; pasen un rato, abuelos mediterráneos, a bañarse en este mar de aguas tranquilas y playas blancas; tenemos para ustedes, abuelos japoneses, un archipiélago de accidentadas miniaturas terrestres; queremos expresarles nuestro afecto, abuelos eslavos, con estepas heladas; reconozcan, abuelos esquimales, sus desolados hielos perennes; hallen aquí, abuelos vietnamitas, unos granos de arroz de sus pantanos; disfruten, abuelos polinesios y micronesios, de los atolones volcánicos que adornan esta ofrenda.
Coman un poco de este pan de muerto y esta calabaza; sacien su sed conjunta en este vaso de agua, queridos difuntos griegos, tarascos, romanos, mapuches, fenicios, navajos, hunos, etruscos, egipcios, lapones, mongoles, chontales, swahilis, vikingos, rarámuris, cartagineses, teutones, seris, galos, persas, otomanos y ostrogodos. Vengan, misteriosos neandertales, inventores de ritos funerarios. Acomoden sus muertes diminutas en la mesa de los vivos, fiorenses primos ancestrales y recién descubiertos. Traigan a nosotros sus grumos de conciencia larvaria también ustedes, eslabones perdidos, hábiles, gráciles, erectos, animales entrañables que murieron en el trance de volverse humanos.
No es posible, abuelas y abuelos, madres y padres, hermanos y hermanas, hijas e hijos, nietos y nietas, hablar de cada una de sus inexistencias, y ni siquiera hacer mención completa de cada una de sus estirpes. Pero son invitados, sabemos que lo saben, y sabemos que saben cuánto los queremos.
La vida está llena de confrontaciones. A los vivos nos cuesta vivir juntos, nos cuesta contener las ganas de salir de un portazo de este ámbito inexplicable, que es todo y es nada, y de no expulsar de allí a nuestros prójimos distintos. Ustedes, en cambio, conmueren en armonía, en el respeto máximo a la tumba del vecino, en la igualdad absoluta de la tierra. Ustedes que las saben, reúnan la energía dispersa de su ausencia para murmurarnos al oído dos o tres palabras de tolerancia. Regálennos, ustedes que duermen, unos instantes de vigilia. Acérquense a la línea de la vida, aproximémonos nosotros a la frontera de la muerte, convivamos, comamos y bebamos ahora, esta noche de ustedes, amorosa y extraña, antes de volver, en el alba, nosotros a nuestros trabajos agobiantes y ustedes a su desocupación desoladora. Tal vez logremos contagiarles una pizca de conflicto y de vida para que no se aburran tanto en su ninguna parte, acaso nos contagien ustedes a nosotros con un terrón de paz que nos permita hacer más habitable este planeta de aquí a que se enfríe o se rostice, de aquí a que los cempasúchiles se extingan, hasta el día en que no haya día y nos encontremos, ustedes y nosotros, juntos, más allá del recuerdo.