La nueva forma de ver Tv
Los humanos somos extraños. Hemos aprendido a aceptar que la computadora plana que compramos la semana pasada ya está obsoleta, pues será incapaz de trabajar con mucho del equipo y los programas que se lanzarán el año próximo. Es el precio del progreso, decimos. Pero en cambio esperamos que el televisor que compramos la semana pasada funcione diez años o más. Hasta los fabricantes mantienen refacciones durante siete años después de haber retirado un modelo.
Pero las reglas del juego están cambiando. Muchos de los televisores actuales serán obsoletos antes de envejecer. No recibirán señal, o captarán un número limitado de programas, o bien sus imágenes tendrán una calidad muy inferior a la de los nuevos.
El entretenimiento hogareño está a punto de emprender uno de sus cambios más drásticos. Al igual que el audio y el video, la televisión abierta está a punto de volverse digital. La transición de la transmisión análoga a la digital es tanto una oportunidad como una amenaza para empresas televisoras, fabricantes y televidentes. El cambio es ya inevitable; la única pregunta es cuánto tardará.
La televisión digital (Tvd) ha tardado en llegar -las primeras patentes de comunicación digital se solicitaron hace 70 años- porque comprimir el video en corrientes manejables de números binarios ("bits") es mucho más difícil que comprimir corrientes de radio. Al tocar un cidí, la música digital que escuchamos es entregada a 1.4 megabits por segundo. Los populares mini reproductores de MP3 la comprimen a unos 100 kilobits por segundo, utilizando trucos y eliminando sonidos que apenas podemos oír.
El video digital es mucho más difícil. El primer equipo de videograbación digital usado por profesionales requería unos 200 megabits de información por segundo para igualar la calidad de imagen del equipo análogo. De entonces a la fecha se han dado grandes pasos para comprimir señales de video. Los sistemas actuales, como el algoritmo MPEG-2 usado para almacenar películas en DVD, analizan todos los cuadros de una secuencia y codifican únicamente los cambios causados por el movimiento, lo cual puede reducir hasta 40 veces el número de bits necesarios. Aun así, una corriente comprimida MPEG-2 necesita cinco megabits por segundo para verse bien en pantalla. Por fortuna esas tasas de almacenamiento de datos se han vuelto comunes y, no por mera coincidencia, encajan bien en las frecuencias de transmisión que se reservaron para la televisión análoga hace medio siglo.
A los televidentes no les importa si su programa favorito llega en dígitos binarios o en ondas análogas, pero sí la calidad visual. Las imágenes digitales no necesariamente son más claras, pero pueden verse mucho mejor, así como la música que se baja a alta velocidad puede rebasar la calidad de los cidís convencionales.
La Tvd tiene otras ventajas. Se vuelve más fácil seleccionar programas, con un menú de opciones de canales desplegado en pantalla. En general los sistemas digitales son más robustos que los análogos; por ejemplo, una reproductora de cidís o DVD puede hacer que un viejo disco rayado trabaje tan bien como uno nuevo. Un receptor de Tvd puede hacer los mismos trucos, al desechar, por así decirlo, señales tardías que llegan a la antena después de ser reflejadas por edificios altos. En un televisor análogo esas reflexiones crean fantasmas en la pantalla. Un receptor de Tvd también desecha la interferencia aleatoria que causa efecto de nieve en una pantalla análoga.
Pero la Tvd tiene su lado inconveniente. Por principio de cuentas es en realidad una computadora, aunque dedicada a una sola tarea. Y como todas las computadoras, a veces se cae sin motivo aparente y es necesario restaurarla (desconectándola de la corriente). La buena noticia es que las causas de tales interrupciones son relativamente fáciles de reparar, con nuevo software de control que se envía por las ondas del aire en vez de tener que llevar el aparato al centro de servicio. A los fabricantes les gusta eso.
Más les agrada la forma en que la Tvd crea una nueva demanda de televisores, pantallas y grabadoras, como no se había visto desde el decenio de 1980. Y con todo el costoso trabajo de desarrollo realizado en los chips de computadora necesarios para la Tvd (gracias a los reproductores de DVD y grabadoras digitales, que usan piezas semejantes), los fabricantes se frotan las manos ante el prospecto.
Las estaciones televisoras también son grandes partidarias de la transmisión digital, porque les ofrece una gama muy flexible de opciones. Así como la compresión MP3 permite retacar gran cantidad de música de baja calidad en un pequeño almacén de memoria, o bien una pequeña cantidad de sonido de alta calidad, también la capacidad de la Tvd puede adaptarse a lo que desee el emisor. Así, las ondas digitales pueden utilizarse para transmitir una amplia gama de nuevos canales con calidad de imagen igual a la de la televisión actual, o unos cuantos con una calidad muy superior. También pueden lograr una ventaja que las televisoras no mencionan mucho: incursionar en el negocio de la telefonía y la banda ancha, como ya lo han hecho sus rivales, las compañías de televisión por cable.
Para completar el cuadro, los gobiernos tienen sus propias razones para querer el cambio hacia la televisión digital. Al desactivar los servicios análogos actuales, se liberarán frecuencias que pueden venderse al mejor postor, ya sea para más transmisión televisiva o para nuevos servicios de telefonía móvil inalámbrica. A los gobiernos del mundo les agradaron las ventas del espectro realizadas hace varios años, cuando subastaron concesiones para los teléfonos móviles de tercera generación. El gobierno británico, por ejemplo, obtuvo 38 mil mdd en esas operaciones.
FUENTE: EIU/INFO-E
Traducción de textos: Jorge Anaya