Usted está aquí: martes 1 de noviembre de 2005 Opinión El embudo educativo

José Blanco

El embudo educativo

Anualmente la prensa suele reflejar, magnificada, una pequeña crisis social a propósito de los mal llamados "rechazados" de las instituciones de educación superior. En realidad el fenómeno es extremadamente minúsculo comparado con la tragedia de la suma de la tasa de analfabetismo, más todos aquellos que no demandaron ingreso en los niveles primario, secundario, bachillerato y estudios superiores, más todos los que desertaron en todos esos niveles debido a razones de índole económica, o porque no estaban en condiciones de aprobar los cursos correspondientes.

Mostraré ahora, aproximadamente, cómo se configuran las desigualdades educativas a que me he referido en artículos recientes.

Se estima que el grupo en edad de realizar estudios superiores (19-23 años) es en la actualidad de algo más de 8 millones de jóvenes. Puesto que la cobertura educativa actual es del orden de 23 por ciento, habría unos 6 millones de "no atendidos" o "rechazados" por las instituciones de educación superior (IES): una conclusión tan simplista como errónea. Si el asunto fuera así querría decir que casi 6 millones con bachillerato terminado no tuvieron un lugar en alguna de las IES, puesto que más de 2 millones están inscritos en alguna y, en ese caso, este país tendría un nivel medio educativo mucho más alto del que indican sus reales dramáticas condiciones.

Tomaré los índices de absorción y de eficiencia terminal actuales, aun cuando esos 8 millones pudieron llevar a cabo sus estudios cuando dichos índices eran inferiores. Si suponemos que los 8 millones entraron a la escuela primaria y si sabemos que la eficiencia terminal de este nivel fue en 2004 de 89.7 por ciento, alrededor de 824 mil alumnos se quedaron sin escuela primaria; después 5 por ciento (358 mil niños) de quienes egresaron de la primaria no ejercieron demanda de ingreso a la escuela secundaria. Como en ese nivel la eficiencia terminal es de 78.8 por ciento, casi 1.5 millones de niños se quedaron sin escuela secundaria; tendremos, por tanto, alrededor de 5.4 millones de egresados de secundaria de los 8 millones con que empezamos.

Posteriormente, 10.9 por ciento de quienes egresaron de la secundaria ingresaron a una escuela técnica (585 mil alumnos), y 85 por ciento lo hicieron al bachillerato propedéutico (4.6 millones). Estas cifras implican que cerca de 215 mil niños egresados de la secundaria no demandaron ingreso al siguiente nivel educativo.

Dado que la eficiencia terminal de las escuelas técnicas es de 47.7 por ciento, y el del bachillerato de 60.1 por ciento, tendremos un egreso de ambos tipos de escuela de 2.75 millones que se convirtieron en la demanda potencial a las IES del país.

Una proporción importante de quienes egresan del bachillerato no demandan ingreso a la educación superior debido a que se incorporan al mercado de trabajo. Por ahora no tenemos los datos para medir esa proporción, pero una estimación proveniente de un estudio que coordiné para la zona metropolitana en 1997 arrojó un dato de alrededor de 25 por ciento.

Dado que la matrícula nacional para educación superior fue en el ciclo 2004-2005 de 2.4 millones aproximadamente -y tomando en cuenta la no demanda de los egresados de bachillerato, que a escala nacional debe ser mayor que en la zona metropolitana-, es claro que las IES están absorbiendo parte del rezago histórico acumulado, más una proporción, que en años recientes se ha vuelto significativa, de estudiantes con 25 a 35 años -y en algunos casos de mayor edad- que retornan a la escuela.

El que con 2.4 millones de alumnos las IES no tengan mayor problema global de absorción (en algunas carreras, especialmente medicina, la demanda no atendida tiene alguna significación cuantitativa) es especialmente preocupante, porque es indicio de que la gran mayoría, o nunca entran al sistema educativo (la tasa de analfabetismo en 2004 era de 8.2 por ciento), o se quedan muy temprano en el camino de la escolaridad.

Todavía debe mencionarse que la eficiencia terminal de la educación superior nacional fue en 2004 de 43 por ciento. Si aplicamos esa cifra a quienes están hoy en las IES, tendremos un egreso de alrededor de 976 mil antes de titularse. Es decir, 88 de cada 100 mexicanos en edad universitaria no tienen relación alguna con la educación superior y no representan un problema de oferta para las IES del país. El que las IES no tengan prácticamente ningún problema de oferta es el problema de mayor fondo en el país.

El Programa Nacional de Educación Superior se propuso llegar a 28 por ciento de cobertura en 2006. La política de gasto en educación superior del Ejecutivo estuvo muy por debajo de su propio programa. Si hubiera cumplido su programa de gasto en relación con la cobertura, ceteris paribus no habría podido cumplir su meta debido a que el embudo educativo lo habría impedido.

 
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