Acusación veracruzana
Cambia estrategia el empresario; oculta su nerviosismo
Cuatro de los 35 muchachos que actuaron en la Monumental Plaza Muerta (antes México), durante la temporada más chica de 2005 que terminó hace una semana, tomarán la alternativa en los próximos días y meses. Ellos son Fermín Rivera, Hilda Tenorio, Paul Cortés y José Mauricio. En la forja de dos de ellos, los primeros de la lista, poco o nada tuvo que ver el sedicente "empresario" Rafael Herrerías. Riverita nació en pañales de seda y oro, en el seno de una familia de gran abolengo taurino, y jamás le faltaron oportunidades y apoyos para cuajar como matador de toros.
A la niña Tenorio, que debutó como becerrista en el coso de Mixcoac tres años atrás, lo que le ha sobrado es afición, valor y talento. Pese a la gravísima cornada que sufrió en el rostro a finales de 2002, y que le valió una sutura de 80 puntos, hoy día imperceptible, la menuda lidiadora michoacana en ningún momento aflojó el paso y se creció al castigo en todas sus formas, logrando que la invitaran a placearse en España y Francia a principios de este año, tras lo cual volvió de Europa más hecha que nunca.
A Paul Cortés, ese místico joven que cuando reza en el callejón antes de que le suelten a sus novillos parece más bien aspirante a obispo que a matador de toros, Herrerías le brindó un tratamiento desacostumbrado, por no decir insólito en él: a lo largo de este verano lo apoyó una y otra vez, repitiéndolo en premio a cada nuevo triunfo y permitiéndolo adquirir un sitio que de otra forma no habría conseguido. Valeroso, con enorme intuición, decido a alcanzar el grado de figura no importándole cuál pueda ser el precio, tendrá que demostrarse a sí mismo que es capaz de romper -como los toros bravos- y usar sus inocultables cualidades toreras en herramientas para forjar verdaderas obras de arte.
José Mauricio, dueño de una sosegada elegancia pero sin la experiencia que da la continuidad en los ruedos, representa, a juicio de no pocos conocedores que lo observaron con atención, una apuesta absolutamente descabellada de Herrerías. El criterio generalizado es que el empresario lo está adelantando, como ha descarrilado a tantos aspirantes en los 12 años que lleva al frente de la plazota, arrojándolo a las fauces de los leones, entre las cuales se perderá en el anonimato del montón.
Si Herrerías cambió de estrategia en 2005, ello se debe, afirman los enterados, al nerviosismo que lo domina. Está acusado penalmente en los tribunales de Veracruz por la inexplicable desaparición de más de 200 millones de pesos, que el ex gobernador del estado destinó al club de futbol Tiburones Rojos. Y la denuncia parece ir en serio. Por eso tal vez, al inicio de la semana anterior, llamó públicamente "indio rajado" al matador Rafael Ortega y con esa declaración racista, hitleriana, se echó encima no sólo al sindicato de los toreros sino a los simpatizantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que defienden los derechos de los más antiguos habitantes de México, de los que Ortega se considera un "orgulloso heredero".