Usted está aquí: lunes 24 de octubre de 2005 Opinión Los de arriba y los de abajo

Carlos Fazio

Los de arriba y los de abajo

En el actual proceso de mundialización neoliberal, el capital se une a todos los niveles al mismo tiempo que el trabajo es desunido, desestructurado en lo regional, nacional, local, social. México no es la excepción. La contrarreforma en el régimen de jubilaciones y pensiones del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) se inscribe en el marco de una verdadera ofensiva contra "el mundo del trabajo". El siguiente paso será emprender contrarreformas similares en el Sindicato Mexicano de Electricistas, el gremio petrolero, el Banco de México y el ISSSTE según los designios contenidos en el proyecto de ley Abascal en materia laboral.

La necesidad de crecientes inversiones ha desatado nuevos mecanismos de generación y apropiación de plusvalía, agudizando los problemas de desempleo, subempleo, informalismo, precariedad, multiempleo, bajos salarios, mayor impuesto al trabajo y jornadas de trabajo más largas, producto de fenómenos con origen en el abaratamiento continuo de los costos de producción: flexibilización en las formas de organización del trabajo, desregulación en las formas de contratación y de la negociación salarial, desconcentración física de la producción, distribución y comercialización (tercerización). El Estado ha sido articulador en ese proceso y de manera progresiva ha ido dejando a cargo del propio trabajador el costo de la reproducción de su fuerza de trabajo, a través de la privatización de ciertos servicios o su orientación hacia el mercado; el aumento de los impuestos que pagan los asalariados, y el financiamiento directo a cargo del trabajador de muchas cosas que antes las proporcionaban los servicios sociales. Además, el ahorro acumulado durante toda una vida de trabajo para su retiro les fue privatizado y desviado desde sus destinos sociales originales a las esferas de la especulación financiera.

En ese contexto, la ola de histeria y manipulación mediática desatada por la clase dominante y el gobierno derechista de Vicente Fox en torno al conflicto del IMSS, siguió un guión predeterminado que logró fijarse en la cabeza de un amplio sector de la población: si estallaba la huelga en el Seguro Social morirían pacientes y la responsabilidad recaería sobre "una minoría" de trabajadores sindicalizados, "privilegiados" y "corruptos", que tienen de "rehén" al país. El script fue homo-sintonizado por los medios masivos y comenzó una campaña de linchamiento contra los trabajadores del IMSS. Los papagayos de los noticieros intoxicaron a la audiencia con un discurso político-ideológico clasista, ahistórico, antisocial y antisolidario. Los locutores de los medios electrónicos descontextualizaron el conflicto, satanizaron a los de abajo y se erigieron en jueces, abdicando de su responsabilidad social profesional.

El verdadero objetivo de la elite de poder -capitanes de industria, banqueros, los plutócratas dueños de las principales cadenas de radio y televisión y sectores de la tecnoburocracia gubernamental- es la destrucción del sindicalismo como forma de organización de los trabajadores, echar abajo el derecho de huelga y lo que queda de las conquistas de los trabajadores. La ofensiva de la clase capitalista y sus amanuenses se enmarca en el proceso de desmantelamiento del IMSS y de privatización de la seguridad social y de la salud en México.

La función del "renunciado" ex director del IMSS, Santiago Levy, tecnócrata salinista al servicio del gran capital y fiel ejecutor de las políticas del Banco Mundial, era "quebrar" financieramente a la institución, responsabilizando de ello a los trabajadores. La misma estrategia utilizada en Pemex y en otras empresas públicas y de participación estatal, para después "justificar" su desaparición.

Acorde con el fundamentalismo neoliberal en boga, de aplicarse a la larga la "solución final" de Levy -quien asumió como propio el discurso patronal del "colapso financiero" del IMSS- terminaría con el actual modelo tripartita sobre jubilaciones y pensiones, que funciona con aportaciones y financiamiento del gobierno, del patrón y de los trabajadores. Al liberar al empresario y al gobierno de sus responsabilidades sociales, será el trabajador quien deba pagar su propia jubilación mediante el ahorro individual, que será administrado por organismos financieros particulares bajo control trasnacional (Afores). La intención última del bloque de poder es convertir en "servicios" la seguridad social y la salud, que la Constitución mexicana establece como derechos sociales, para que pasen a regirse por las leyes del mercado.

Esa es la cuestión de fondo: se quiere convertir la salud y todo lo social en mercancía (igual que ocurre con la política, convertida en una mercancía de la industria del entretenimiento). Para la concepción neoliberal de la economía lo único que cuenta es la ganancia. El egoísmo como fuerza motriz de la vida en común en la sociedad. Por eso, la estrategia es desmantelar las instituciones sociales y los servicios públicos para convertirlos en negocios privados. La doctrina de salvación aconseja que el trabajador, hoy, debe ser flexible. La flexibilidad ocupa el lugar de la solidaridad. La persona flexible es adaptable, conformista y obediente. A quien no es flexible el mercado lo castiga. Así, en el marco de una regresión autoritaria, la sociedad se mueve al son del cálculo y la ganancia y está regida por la violencia. En esa selva socialdarwinista sobreviven los más aptos. Ergo, el que no pueda ahorrar, que se muera.

 
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