El gobierno de Bush durante la temporada de huracanes
Conforme los supervivientes del huracán Katrina intentan rehacer sus vidas una vez más, queda muy claro que desde hace mucho tiempo antes de la tragedia se fue juntando una tormenta de políticas y prioridades equivocadas. Los fracasos gubernamentales en casa y en la guerra de Irak hallaron en el despertar de Katrina una confluencia que ilustra la necesidad de un cambio social fundamental, so pena de sufrir peores desastres en el futuro.
En un informe previo al 11 de septiembre, la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA por sus siglas en inglés) tenía anotado un huracán importante en Nueva Orleáns, como parte de las tres catástrofes que tenían más probabilidad de golpear Estados Unidos. Los otros, un ataque terrorista en Nueva York y un terremoto en San Francisco.
Nueva Orleáns se había vuelto prioridad urgente para la FEMA desde enero, momento en que el ahora ex director, Michael Brown, retornó de inspeccionar la devastación que el tsunami ocasionó en Asia. "Nueva Orleáns era el desastre más inminente del que hablábamos", dijo Eric Tolbert, ex funcionario de la FEMA, al diario The New York Times. "Estábamos obsesionados con Nueva Orleáns por los riesgos implicados."
Un año antes de que golpeara Katrina, la FEMA condujo con éxito un simulacro que replicaba las posibles condiciones de un huracán para Nueva Orleáns, pero los elaborados planes de la agencia no fueron instrumentados.
La guerra jugó su papel en dicha falla. Las tropas de la Guardia Nacional que habían ido a Irak "se llevaron mucho equipo necesario, incluidas docenas de vehículos apropiados para aguas profundas, Humvees, tanques de abastecimiento y generadores que se requerían en la eventualidad de que un desastre natural ocurriera en el estado", informó The Wall Street Journal. Un viejo oficial de la armada dijo que hubo renuencia para comprometer a la cuarta brigada de la décima división de montaña con sede en Fort Polk, porque la unidad, que suma varios miles de soldados, estaba en medio de su preparación para el despliegue en Afganistán.
Las maniobras burocráticas también amplificaron el riesgo de un desastre natural. Antiguos funcionarios dijeron al periódico The Chicago Tribune que las capacidades de la FEMA se vieron "efectivamente marginadas" por el presidente George W. Bush cuando la agencia tuvo que achicarse para ser parte del Departamento de Seguridad Patria, con menos recursos y más capas de burocracia y "una fuga de cerebros" que ocurrió conforme los empleados desmoralizados se iban y se ponía al mando a un amigote político de Bush, totalmente incompetente.
Pese a que fue alguna vez una "agencia federal de primera línea", la FEMA no es ahora ni siquiera "uno de los asientos traseros", dijo a The Financial Times Eric Holdeman, director de manejo de emergencias en King County, Washington. "Hoy están en la cajuela del carro del Departamento de Seguridad Patria."
Los recortes en los financiamientos que Bush emprendió en 2004 obligaron al cuerpo de ingenieros de la armada a reducir el trabajo de control de inundaciones de manera muy abrupta, incluido el reforzamiento urgente que requerían los diques que protegían a Nueva Orleáns. El presupuesto 2005 de Bush obligó a otra seria reducción, una especialidad del sentido de pertinencia del gobierno, muy parecido al abrupto recorte en la seguridad del transporte público justo antes de los bombazos de Londres, en julio de 2005.
Otro factor en esta tormenta perfecta fue el menosprecio que se tiene por el ambiente. Los humedales ayudan a reducir el poder de los embates de huracanes y tormentas, pero Sandra Postel, experta en políticas de agua, escribió en The Christian Science Monitor que los humedales "casi no existían cuando el Katrina llegó", en parte porque "en 2003 el gobierno de Bush destripó la política de 'cero pérdida neta' en los humedales, algo iniciado en el gobierno de Bush padre".
Las bajas producidas por Katrina son incalculables, especialmente entre los ciudadanos más pobres de la región, pero una cifra relevante es la tasa de pobreza en Nueva Orleáns, que es de 28 por ciento, más del doble de la tasa nacional. Durante el gobierno de Bush la tasa de pobreza está en aumento y la limitada red de seguridad de la beneficencia gubernamental sigue debilitándose. Los efectos son tan contundentes que inclusive la clase media de derecha se consternó por la escala de la devastación con sesgo de clase y raza.
Mientras los medios mostraban las vívidas escenas de la miseria humana, las páginas interiores informaban que los líderes republicanos no perdieron tiempo en "usar las medidas de rescate emprendidas en la costa del golfo, destruida por el huracán, para obtener un vasto rango de políticas económicas y sociales conservadoras", informó The Wall Street Journal.
Esas medidas, que promueven todo un programa, incluyen suspender las regulaciones que exigen que los contratistas federales paguen los salarios imperantes y que se proporcionen justificantes a los niños de escuela desplazados, otro golpe solapado al sistema de educación pública. También se incluye levantar las restricciones ambientales "que desechan los impuestos prediales por muerte en los estados afectados por tormentas" -muy importante para la población desplazada de las barriadas de Nueva Orleáns-, lo que, en general, hace evidente una vez más que el cinismo casi no tiene límites.
Perdida en la inundación queda la preocupación por las necesidades de las ciudades y los servicios humanos. Toma preminencia el más amplio programa que busca la dominación global y las concentraciones locales de riqueza y poder.
Las imágenes de los que sufren en Irak, y en la resaca del huracán Katrina, no podrían delinear las consecuencias más dramáticamente.
© Noam Chomsky
* Noam Chomsky ha publicado recientemente Imperial Ambitions: Conversations on the Post-9/11 World (Metropolitan Books, 2005). Es profesor de lingüística en el Massachussetts Institute of Technology de Cambridge, Massachussetts.
Traducción: Ramón Vera Herrera