Señala cuándo es legítima la desobediencia civil
Norberto Rivera defiende derecho de curas a "meterse en política"
"Cuando la autoridad se sale del marco legal desde donde puede y debe gobernar no hay obligación de tributarle obediencia, y si se opone abiertamente a los derechos humanos fundamentales, entonces hay que negársela", sentenció ayer el cardenal Norberto Rivera Carrera.
Durante la lectura de su homilía en la Catedral Metropolitana, defendió el derecho de los jerarcas católicos a "meterse en política", siempre y cuando no sea partidista, e insistió en que los gobernantes del país "deben legalizar y proteger en la práctica la libertad de conciencia, de religión y de culto".
El arzobispo recordó a la autoridad civil que "sólo tiene poder para legislar en favor de los derechos y deberes humanos, sin oponerse a los divinos".
Planteó que dentro de los parámetros normales de las sociedades democráticas debe entenderse que, así como los impuestos se pagan con responsabilidad, debe exigirse que los fondos públicos "siempre sean utilizados para el bien común de la sociedad, no para su destrucción y nunca contra la sacralidad de la vida".
En caso contrario, añadió, "el creyente debe ser quien denuncie las injusticias y atropellos de la dignidad del ser humano". Hoy, dijo a los feligreses, "ya no debería haber emperadores con aspiraciones divinas, creyéndose dueños de la existencia de los demás".
Indicó que el Concilio Vaticano II plantea que las autoridades civiles tienen un horizonte muy amplio de acción, con legítima autonomía, siempre y cuando lo destinen para el bien de la comunidad.
"Hay que obedecer al gobierno en todas las leyes y normas, pero si se opone a los derechos divinos entonces dad a Dios lo que es de Dios", aseveró.
Quienes ejercen un cargo público, apuntó, deben recordar que tienen "como límite todo aquello que va en contra de los ciudadanos, porque el poder del gobernante no tiene más función que el servicio efectivo al pueblo que lo eligió o aceptó".
La autoridad humana, agregó, no es absoluta: "Tiene como campo de su autonomía el bienestar social, que exige respeto a la ley natural, al proyecto divino sobre el hombre, y no que se oponga a él con leyes injustas o inhumanas".
Para obedecer a Dios, continuó el cardenal Rivera Carrera, "no hace falta que se ponga su nombre al frente de la Constitución, pero sí que se respete su presencia en la conciencia de los creyentes. Por eso los gobernantes deben legalizar y proteger en la práctica las libertades de conciencia, de religión y de culto.
"Debemos poner -insistió- la obediencia a Dios por encima del respeto al César." Y como la Iglesia es continuadora de Jesús en la historia, "podemos concluir que puede y debe meterse en política", pero jamás participando en la de partidos, aunque sí "recordando a los cristianos y a los hombres en general que deben obedecer y respetar al gobierno en todo y sólo aquello que se dirija en bien de la comunidad".