Gozo de jóvenes
Catarsis con la Filarmónica de Stuttgart
La actuación de la Orquesta Filarmónica de Stuttgart en el Conservatorio Nacional de Música, la noche del miércoles, llevó al paroxismo a las decenas de jóvenes que integraron el público, entre ellos varios estudiantes de la institución, en un fenómeno energético y de catarsis muy parecido al de una tocada de rock.
Sin importar que hubiera ofrecido ya más de hora y media de actuación, la concurrencia ovacionó, silbó y grito enardecida y gozosa a la orquesta alemana, en demanda del pilón, mejor conocido en la jerga del medio con la voz francesa encore, y que ante tan estridente y cálida exigencia fue correspondida con un par de piezas más.
Fue una escena que se había suscitado al finalizar cada una de las tres obras del programa: el preludio de Los maestros cantores de Nuremberg, de Wagner; el Concierto para piano y orquesta en Sol mayor, de Ravel, y la Quinta Sinfonía, de Beethoven.
Fue un concierto de ensueño, plagado de pasajes sonoros estremecedores, merced a la serie de sutilezas que la orquesta brindó al por mayor en su ejecución de tres de las principales obras del repertorio universal y que se tradujeron en música de una fragilidad exquisita en la que el sonido se difuminaba y elongaba hasta confundirse con el silencio.
Bajo la batuta de Gabriel Feltz, de 33 años, la filarmónica destacó por esa mezcla entre pequeños detalles e intensidad electrizante, en particular la sección de alientos metales.
Fue ese el caso del pianista Stefan Arnold, solista con la obra de Ravel, quien terminó rodeado por una marabunta de jóvenes exigiéndole un autógrafo al finalizar la velada.