El
secuestro milenario
Fernando
Mino | Saulo
de Tarso, un gentil converso al cristianismo por una súbita revelación
en el camino a Damasco dio la pauta en el primer siglo de la era cristiana.
Sólo en la castidad es posible
tener plena comunión con Dios. La interpretación de San Pablo
sobre el sexo descansa en su acendrada misoginia, en la búsqueda
filosófica de un culpable original, materializado en la carne: la
feminidad que provoca e incita.
La necesidad de multiplicarse hizo que la cristiandad, siempre ocupada
en dar forma de mandato a las “revelaciones divinas”, tuviera
que hacer toda suerte de malabarismos retóricos y prohibitivos para
dar cauce a la práctica sexual. La sexualidad es despreciable, pero
como no es posible prescindir de ella, limitémosla al mínimo
indispensable. Así nació la moral sexual judeocristiana.
Siglos después, tal normativa ya no pesa como ley, pero sí como
imposición cultural; aunque sin mayor efecto en la práctica
cotidiana, es un lastre que despierta culpas y secrecía, riesgos
en tiempos en que la epidemia del VIH/sida obliga, como asunto de salud
pública, a llamar a las cosas por su nombre y a reconocer la diversidad
en el ejercicio de la sexualidad.
En La sexofobia del clero, Guillermo Floris Margadant, investigador de
temas jurídicos, hace un recorrido por la legislación en
materia de sexualidad, desde la época clásica hasta nuestros
días, historia que permite ver la influencia del catolicismo en
la mirada pública a la práctica sexual. La lista de “delitos” sexuales
desde el punto de vista canónico es amplio: bigamia, poligamia,
digamia (el matrimonio después de la viudez), adulterio, incesto,
homosexualidad, bestialidad, masturbación, fornicación, y
violación del celibato o los votos de castidad. Conceptos, cada
uno, flexibles a lo largo del tiempo, desde la aplicación estricta
y la penalidad severa, hasta la dispensa oficial o la tolerancia de facto.
El triunfo de la secularización ha alejado el campo legal del ámbito
eclesiástico. Las legislaciones con penalidad a prácticas
como la “sodomía”, el adulterio o el sexo servicio,
o con prohibición al divorcio o a la unión de parejas del
mismo sexo, serán, cada vez más, curiosos e indignantes lastres
de un pasado oscuro en que las libertades individuales estaban secuestradas
por la interpretación y la doctrina de un grupo dominante.
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La sexofobia
del clero y cuatro ensayos histórico-jurídicos sobre sexualidad. Guillermo Floris Margadant. Editorial Miguel Ángel Porrúa,
México, 2001. |