Número 111 | Jueves 6 de octubre de 2005
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Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

El secuestro milenario

Fernando Mino | Saulo de Tarso, un gentil converso al cristianismo por una súbita revelación en el camino a Damasco dio la pauta en el primer siglo de la era cristiana. Sólo en la castidad es posible tener plena comunión con Dios. La interpretación de San Pablo sobre el sexo descansa en su acendrada misoginia, en la búsqueda filosófica de un culpable original, materializado en la carne: la feminidad que provoca e incita.

La necesidad de multiplicarse hizo que la cristiandad, siempre ocupada en dar forma de mandato a las “revelaciones divinas”, tuviera que hacer toda suerte de malabarismos retóricos y prohibitivos para dar cauce a la práctica sexual. La sexualidad es despreciable, pero como no es posible prescindir de ella, limitémosla al mínimo indispensable. Así nació la moral sexual judeocristiana.

Siglos después, tal normativa ya no pesa como ley, pero sí como imposición cultural; aunque sin mayor efecto en la práctica cotidiana, es un lastre que despierta culpas y secrecía, riesgos en tiempos en que la epidemia del VIH/sida obliga, como asunto de salud pública, a llamar a las cosas por su nombre y a reconocer la diversidad en el ejercicio de la sexualidad.

En La sexofobia del clero, Guillermo Floris Margadant, investigador de temas jurídicos, hace un recorrido por la legislación en materia de sexualidad, desde la época clásica hasta nuestros días, historia que permite ver la influencia del catolicismo en la mirada pública a la práctica sexual. La lista de “delitos” sexuales desde el punto de vista canónico es amplio: bigamia, poligamia, digamia (el matrimonio después de la viudez), adulterio, incesto, homosexualidad, bestialidad, masturbación, fornicación, y violación del celibato o los votos de castidad. Conceptos, cada uno, flexibles a lo largo del tiempo, desde la aplicación estricta y la penalidad severa, hasta la dispensa oficial o la tolerancia de facto.

El triunfo de la secularización ha alejado el campo legal del ámbito eclesiástico. Las legislaciones con penalidad a prácticas como la “sodomía”, el adulterio o el sexo servicio, o con prohibición al divorcio o a la unión de parejas del mismo sexo, serán, cada vez más, curiosos e indignantes lastres de un pasado oscuro en que las libertades individuales estaban secuestradas por la interpretación y la doctrina de un grupo dominante.




La sexofobia del clero y cuatro ensayos histórico-jurídicos sobre sexualidad. Guillermo Floris Margadant. Editorial Miguel Ángel Porrúa, México, 2001.