Usted está aquí: jueves 6 de octubre de 2005 Opinión VINOS

VINOS

Mireya Cuéllar

IEPS, obstáculo para la industria vitivinícola nacional

En México, el vino es bebida alcohólica, no fermentada

Ampliar la imagen Valle de los Cirios, en Baja California FOTO Fabrizio Le�� Foto: Fabrizio Le��

¿POR QUE en los anaqueles de las tiendas de autoservicio encontramos vinos chilenos muy aceptables de 60 pesos, y una muy escasa oferta de caldos mexicanos? Mientras los diputados sigan pensando que el vino es un producto suntuoso y mantengan la obligación de pagar 25 por ciento de impuesto especial sobre producción y servicios (IEPS) a los productores, la industria vitivinícola nacional no podrá crecer, señala Alvaro Ptacnik, quien coloca sus tintos en un muy restringido mercado nacional.

LA PREGUNTA EN principio no gusta a los productores, pero reconocen que es una realidad, porque, para empezar, México es el único productor de vino en el mundo donde a éste se le considera bebida alcohólica, no fermentada, y por lo tanto los productores deben pagar el IEPS.

LA LEY DEL IEPS señala en su artículo segundo que actividades como venta o importación de bebidas con contenido alcohólico y cerveza -con hasta 14 grados de alcohol- deben pagar 25 por ciento de impuesto. Para cumplir con este requisito el productor tiene que llevar inventarios, presentar informes a la Secretaría de Hacienda y solventar inspecciones trimestrales, lo que eleva considerablemente el costo administrativo del IEPS. Los vinos extranjeros pagan su 25 por ciento al ingresar al país y se ahorran el costo administrativo.

PERO HAY OTRO conjunto de factores: importamos el vidrio, el corcho, los tanques... todo, y pagamos aranceles, más el flete. Un ejemplo -dice Antonio Badan- "este año compré botellas: las que a un productor de Napa (California) le cuestan cinco dólares ochenta, puestas en su bodega, a mí, ya en Ensenada, con flete y todo, me costaron 9 dólares 40. Ese es el arranque con los insumos".

DESPUES ESTA LA cantidad de uva que se cosecha en estos terrenos; "los vinos baratos que provienen del extranjero suelen ser de viñedos que producen 12 o 15 toneladas de uva por hectárea; en el valle de Guadalupe las bodegas pequeñas -productores artesanales- trabajamos con cosechas de entre 2 y 5 toneladas por hectárea. Estamos podando en forma muy severa, estamos dejando muy pocos racimos por planta y, bueno, el resultado son vinos que tienen muchísimo más carácter, más concentración y eso se traduce en calidad, pero también en un costo más alto".

ASI LAS COSAS, apunta Badan, donde podemos competir es en el terreno de los vinos de mucha calidad; hacemos producciones limitadas, vinos de mucho carácter, en volúmenes menores, un producto que expresa una zona y puede ser expresión del país en el extranjero. No vamos a mandar a Europa un vino barato más, allá tienen de todos los precios. Lo importante es enviarles un producto que resulte interesante.

ALVARO PTACNIK, QUIEN hace sus mezclas con la uva que compra a los agricultores locales, dice que la filosofía de muchos pequeños productores de la región es la de calidad antes que cantidad. No tiene interés en que su vino esté en los anaqueles de las tiendas de autoservicio porque, precisa, "mi producción no da para eso". Sus no más de cinco mil botellas se agotan con la distribución en restaurantes y algunas tiendas gourmet.

LO MISMO PASA con los caldos de Adobe Guadalupe; sus tintos Serafiel, Gabriel, Kerubiel y Uriel no están en los supermercados; o los de Casa de Piedra, que básicamente se ofertan en el mercado de futuros. Por ejemplo, de su vino Piedra de Sol 2004 sólo se produjeron 4 mil 496 botellas; es lo que se llama un vino de autor. Otros, como Jalá, de la bodega Tres Valles, mezcla muy buena de cabernet sauvignon y grenache, se encuentran sólo en algunos restaurantes con carta de vinos mexicanos. Liceaga es uno de los llamados "pequeños productores" que están dando un brinco y empiezan a distribuirse en Cotsco y próximamente en Gigante.

LAS BODEGAS DE los valles de Baja California se dividen, por su tamaño, en tres grandes grupos. Las pequeñas, mencionadas antes, donde también se ubican Chateau Camou, Mogor Badan y Barón Balch'e -esta última produce 15 mil cajas al año-, entre otras; las medianas, como Monte Xanic -fundada en 1987-, vende 50 mil cajas anualmente (de 12 botellas cada una), y las grandes son L. A. Cetto, Domecq y Santo Tomas.

LAS MAS PEQUEÑAS son también bodegas de reciente creación. Casa de Piedra se constituyó en 1997; Adobe Guadalupe embotelló sus primeros vinos en 2000; Mogor Badan vendió sus primeras 200 cajas en 1987 y Chateau Camou lo hizo en 1997.

COINCIDENTEMENTE, LAS MAS antiguas son también las más grandes. Los primeros viñedos de Santo Tomas fueron plantados por misioneros dominicos en 1791; Angelo Cetto llegó a Tijuana en 1926 y empezó algunos años después a producir vinos de la uva que compraba. En 1946 nacieron sus vinos de mesa Marqués del Valle y hoy exporta a 21 países y tiene en los anaqueles de las tiendas mexicanas gran variedad de caldos que combinan calidad y precio.

ANTONIO BADAN COMENTO que los llamados "grandes" tienen esquemas de producción muy distintos a los medianos y pequeños; "ellos cuentan con equipos completos para la administración y, aunque también les cuesta caro, como producen mayor número de botellas les resulta más rentable; para mis 6 mil botellas anuales pagar una batería de administradores es imposible, y eso nos margina mucho".

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