Editorial
Irak, empantanado y antidemocrático
No ha terminado de construirse en Irak un régimen de fachada democrática que encubra la ocupación militar estadunidense cuando se pone en evidencia el carácter profundamente antidemocrático de los encargados formales del poder en ese martirizado país árabe. El domingo pasado los representantes chiítas y kurdos en el así llamado parlamento de Bagdad impusieron una modificación a las reglas para el referendo del texto constitucional elaborado por esos mismos representantes, con el propósito de minimizar la presencia electoral de los sunitas, que se oponen al documento.
De acuerdo con la normativa original, el proyecto de constitución podría ser aprobado con el voto a favor de la mitad de los sufragantes efectivos, que sólo podría ser rechazado si dos tercios de los votantes, en al menos tres de las provincias iraquíes, sufragaban en contra. En vísperas del comicio, los legisladores kurdos y chiítas cambiaron "dos tercios de los votantes" por "dos tercios de los ciudadanos registrados".
Funcionarios de la Organización de Naciones Unidas, además de los propios dirigentes políticos sunitas, declararon de inmediato que tal adulteración de las reglas democráticas es "inaceptable" y, a decir de los primeros, "no cumplen con los estándares internacionales".
Por su parte, el gobierno ocupante guarda silencio en torno a este atropello perpetrado por sus aliados locales, pese a que la alteración decidida por ellos ahondará la espiral de violencia e ingobernabilidad en que está sumido Irak desde que las tropas extranjeras invadieron y destruyeron el país: esta disposición tramposa deja a los sunitas fuera de cualquier representación institucional y fortalecerá, por consiguiente, a las organizaciones armadas que combaten a los invasores y a sus aliados locales.
El fondo del conflicto es el rechazo de los sunitas a un texto constitucional que va más allá del establecimiento de autonomías para las tres regiones principales del país la kurda, al norte; la chiíta, al sur, y la sunita, en el centro y concede a cada una el manejo de los recursos petroleros. Tales disposiciones generarían, previsiblemente, tres economías diferenciadas dentro de un solo Estado e impulsarían la fragmentación de Irak en tres países distintos, de los cuales el más perjudicado sería el sunita, toda vez que en el territorio habitado de manera preponderante por ese grupo no hay hidrocarburos.