Usted está aquí: lunes 3 de octubre de 2005 Opinión El acuerdo, diferencia. Mitos, petates, mitotes

Armando Labra M

El acuerdo, diferencia. Mitos, petates, mitotes

La incesante turbulencia declarativa que nos rodea ha dejado de alarmarnos porque a final de cuentas no produce nada sustantivo. Los mexicanos ya sabemos ubicar la política y a los políticos en sus debidas dimensiones.

Los mitos se derrumban. ¿Im-porta acaso quién entre o salga del gabinefiasco? El pomposamente bautizado gabinetazo pasará a la historia en el peor de los infiernos del Dante, pero no sólo por los rasgos de quienes cobraron en su nómina. En tanto nunca existieron políticas claras de Estado ni de gobierno a lo largo del actual sexenio, ha resultado irrelevante quién ocupe los cargos.

Los mitotes toman su debida, quizás minúscula, escala. ¿Importa acaso que un ex presidente salga en la televisión para exhibirse como encarnación irritante de lo que los mexicanos desprecian en los políticos y para refrescarnos la memoria sobre los asesinatos impunes de opositores, amigos, curas y familiares, del saqueo de las empresas públicas y el erario, el desmanejo económico, el entreguismo rampante de su gobierno? Sabio le sería desaparecer como el gato de Cheshire.

Los petates, a su lugar. ¿Importa acaso saber quién participó en reuniones de "altísimo" nivel para convenir una reforma fiscal que fracasó, a pesar de tan ilustres y supuestamente poderosos asistentes?

Lo verdaderamente sustantivo es que, a pesar de esos fuegos fatuos, parece que los mexicanos no dejamos de encarar los problemas importantes del país. Ya la preocupación de los empresarios se puso de manifiesto el jueves pasado en el Acuerdo Nacional convocado por Carlos Slim y que reunió a otros empresarios, académicos y líderes, todos de gran calibre. Por su lado, la reaparición conjunta del ingeniero Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo para convocar a un esfuerzo progresista encaminado a reconcebir el proyecto nacional responde a la misma preocupación: elevar la mira y el debate más allá y por encima de las mediocridades del gobierno y las rencillas electorales de 2006.

Difícilmente alguien podría estar en contra de los planteamientos del Acuerdo Nacional o acuerdo de Chapultepec. Son social, política y económicamente impecables y no importa que no sean originales. Han sido propuestos muchas veces, pero nunca a convocatoria de los líderes empresariales y he ahí la gran diferencia. Aunque no queda planteado en el acuerdo, es posible encontrar cómo implantarlo, sobre todo si los empresarios en pleno están en verdad y permanentemente comprometidos a dar seguimiento riguroso a la propuesta. Que no quede en fasto, foto y huateque, pues.

Es absolutamente factible financiar el acuerdo ampliando los objetivos y, en su caso, abandonando la camisa de fuerza que impone el pensamiento único de la política económica neoliberal dogmática que padecemos hace más de 20 años y que nos ha conducido al desastre en que estamos. Lo han hecho los chinos, los hindús, todos los que progresan. Desde luego, contamos con los recursos públicos -y por lo visto también privados- para hacerlo. Negociar con Washington y los organismos internacionales es imprescindible, pero también posible si a la voluntad política y al consenso social se suma la potencia empresarial.

Tal gesta rebasa y con mucho al actual gobierno, pero, asentado en la determinación de los principales empresarios del país, por sí mismo el acuerdo es una señal promisoria frente a esos interlocutores externos, los cuales, por cierto, ya dudan del éxito de los dogmas económicos que ellos mismos nos han impuesto y que ningún país rico aplica, aunque todos les abanderen.

La reacción pública de los aspirantes a gobernar México el sexenio próximo no sólo frente al acuerdo, sino de cara al surgimiento de una sociedad cada vez más organizada y demandante, sería muy necesaria. Acostumbrados como están a la frivolidad mediática, ellos y sus partidos, es tiempo que ambos hagan públicas sus posturas sobre los problemas nacionales, presentes y futuros. Hay harta tela de donde cortar. Empleo, inversiones, estado de derecho, desarrollo son temas del acuerdo que hace muchos años escapan a los partidos y a sus hoy suspirantes.

Las preguntas que ahora surgen son: ¿y el próximo gobierno tendrá la aptitud, la visión y las agallas de asumir las premisas del acuerdo, que de hecho son un plan gubernamental? ¿Lo hará suyo? ¿Qué piensan los posibles candidatos? Algo sí es cierto: ninguno podrá ofrecer nada mejor porque les implicaría arrancar de cero y solos, a revisar el modelo neoliberal y fajarse los pantalones, posibilidad que resulta impensable sin el extraordinario apoyo empresarial que se plantea ya en el acuerdo. Un bombón histórico, pero ¿lo entenderán nuestros suspirantes al poder o persistirán en el afán de convertirse en mitos, mitotes o petates de muerto merced a la propaganda? Y otra más: señores empresarios, ¿qué sigue?

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.