Usted está aquí: sábado 24 de septiembre de 2005 Ciencias Entramos a ciclo de dos décadas de huracanes intensos y frecuentes

Según los científicos, se pronostican de 18 a 21 tormentas tropicales en este periodo

Entramos a ciclo de dos décadas de huracanes intensos y frecuentes

La temporada de estos meteoros en el Atlántico en 2005, de las más activas, dicen

Se vive una época similar a los años 30, cuando se registraron 21 eventos, insólito hasta ahora

AFP

Ampliar la imagen Imagen tomada desde el sat�te del NOAA del hurac�Rita, a las 16:45 horas EDT. Este es el segundo meteoro en llegar a categor�5 en la temporada del Atl�ico 2005 FOTO Reuters Foto: Reuters

Londres, 23 de septiembre. Para los indígenas del Caribe, los huracanes eran la materialización del mal; potentes y caprichosos monstruos atmosféricos que siembran destrucción y muerte a su paso, y que fueron denominados con el nombre de un dios malévolo en su mitología: Juracán.

Todos los años, de junio a noviembre, residentes de la cuenca del Atlántico, el Caribe y el Golfo de México deben lidiar con estos fenómenos, que usualmente se forman entre Africa y América, algunas veces más intensos, otras más débiles, y siempre con rutas influenciadas por las condiciones atmosféricas que prevalecen en su camino.

Aunque ni la ruta de un ciclón, y menos su intensidad pueden pronosticarse con total certeza, las autoridades pueden rastrearlos y alertar a naves y a personas sobre la ruta del huracán para evitar muertes.

Cuando un huracán se acerca, la primera preocupación de los residentes en la ruta del ciclón es la velocidad de sus vientos. Sin embargo, no es la velocidad del aire, a veces aterradora, el signo de un huracán.

Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica estadunidense (NOAA, por sus siglas en inglés) "históricamente las inundaciones por marejada ciclónica han cobrado más víctimas (nueve de cada 10) que los vientos" en zonas costeras, y tierra adentro son las lluvias e inundaciones los mayores peligros.

La marejada ciclónica son enormes olas, parecidas a "colinas de agua", las cuales pueden llegar a seis o siete metros de altura formadas por el empuje de los fuertes vientos contra el océano.

Tierra adentro las intensas lluvias pueden provocar catástrofes, como hizo Mitch en Honduras y Nicaragua, en octubre de 1998.

Aún antes de entrar por el norte de Honduras, el 29 de octubre, con vientos de 158 kilómetros por hora (km/h), lo cual lo hacía un huracán menor, Mitch traía precipitaciones de hasta 88 centímetros, provocando inundaciones y deslizamientos que mataron a más de 18 mil personas.

Así pues, independientemente de la intensidad de sus vientos, los huracanes son de temer. No son exclusivos del Atlántico; se forman también en el Pacífico y en el Indico.

Se llaman tifones en el Pacífico noroccidental, y en el Indico, por ejemplo, llevan tres nombres de acuerdo a la región en donde se formen: ciclón tropical severo (sureste y suroeste), tormenta ciclónica severa (norte) o ciclón tropical (suroeste).

No importa cómo se llamen, estos ciclones son la misma cosa: un sistema de baja presión que se forma en aguas tropicales o subtropicales, con una convección organizada (aire y humedad que asciende y desciende) y circulación de viento en espiral en la superficie.

¿Qué es un huracán?

Un huracán o tifón, en esencia, funciona como una máquina de vapor, se forma y se alimenta sólo en los mares cálidos, y necesita que varias condiciones se den en el lugar y momentos precisos, por ejemplo: agua caliente a por lo menos 80 grados Farenheit, aire húmedo y una perturbación que haga girar los vientos.

El aire caliente, más ligero, se eleva, aspirando la humedad del mar y creando nubes.

En su camino ese aire caliente se enfría rápidamente y libera energía, la cual calienta más aire a su alrededor, y los vientos remontan en altura y dan a las nubes un movimiento en espiral.

La presencia de una perturbación, como vientos convergentes de distintas direcciones, succiona más aire caliente de la superficie y los vientos comienzan entonces a girar; así, la maquinaria del ciclón está en marcha.

Ya tiene más o menos un movimiento giratorio, aunque bastante desorganizado.

Si los vientos ascienden o descienden muy rápido el sistema no podrá organizarse, tal como suele ocurrir en el Atlántico sur.

Un ciclón se llama "depresión tropical" hasta que sus vientos máximos sostenidos (durante un minuto) llegan a 62 km/h; luego se convierte en "tormenta tropical", reciben un nombre y quedan en esa categoría hasta que sus vientos llegan a 119 km/h, y en "huracán" de ahí en adelante.

Las oficinas meteorológicas en el Atlántico y Pacífico nor-oriental usan un sistema de clasificación que va del 1 al 5 para describir la intensidad de los huracanes basada en el daño que pueden provocar a la propiedad sus vientos e inundaciones.

Fue desarrollada en 1969 por el ingeniero, Herbert Saffir, para describir daños esperados a propiedades por la velocidad de los vientos de un huracán. El director del Centro Nacional de Huracanes, Bob Simpson, la amplió colocando los daños esperados por la magnitud de la marejada ciclónica.

La escala fue denominada Saffir-Simpson, y es descrita de la siguiente manera: Categoría 1 (daños mínimos), 2 (moderados), 3 (extensos), 4 (extremos) y 5 (catastróficos).

Temporada 2005

La temporada de huracanes en el Atlántico en 2005 es considerada una de las más activas, con 17 tormentas nombradas a mediados de septiembre, de las cuales nueve se convirtieron en huracanes.

En junio, en el comienzo de la temporada que va del primero de junio al 30 de noviembre, se formaron dos tormentas en el Atlántico, Arlente y Bret, lo cual no ocurría tan pronto en la temporada, desde 1986, y que ha ocurrido sólo 12 veces desde que se lleva registro.

Otras cinco se formaron en julio, incluyendo Dennis, el primer huracán del año, y Emily, el segundo. Entre agosto y septiembre 10 más, entre ellas el devastador Katrina, el cual arrasó con Luisiana y Mississippi.

Antes de Dennis, la cuarta tormenta de la temporada, nunca se habían formado cuatro tormentas tan temprano en el Atlántico. Tampoco un huracán tan fuerte, porque Dennis alcanzó la categoría 4 en la escala Saffir-Simpson.

Poco más de una semana después, Emily se convirtió en el huracán más fuerte que se forma tan pronto en el Atlántico.

En el Pacífico nororiental, cuya temporada comienza en mayo, se han registrado hasta el comienzo del otoño boreal 13 ciclones: Adrian, Beatriz, Calvin, Dora, Eugene, Fernanda, Greg, Hilary, Irwin, Jova, Kenneth, Lidia y Max.

Los científicos sostienen que se ha entrado en un ciclo de por lo menos dos décadas y media durante el cual la actividad ciclónica será intensa y, en consecuencia, estos fenómenos atmosféricos llegarán a tierra frecuentemente.

Los primeros pronósticos para la cuenca del Atlántico en 2005 hablaban de 18 a 21 tormentas tropicales, entre ellas de nueve a 11 huracanes.

Al comenzar el otoño, y faltando todavía 10 semanas de "temporada", los 17 ciclones (y nueve huracanes) registrados daban la razón a los meteorólogos en su temor de que se estaba en una temporada de las más altas de que se tuviera memoria.

¿Las causas? La alta temperatura de las aguas, posiblemente por el calentamiento global o por patrones cíclicos naturales. Los científicos no tienen mucha certeza.

Según William Gray, autoridad en la materia de la Universidad Estatal de Colorado, planeta que se está ante "una nueva era de importante actividad de huracanes", porque las temperaturas superficiales oceánicas "están cerca de ser las más altas registradas".

Una época similar es la de los años 30, "periodo de fuerte calentamiento global", según Gray, que provocó la temporada más activa jamás registrada: 21 tormentas en 1933.

No sólo las temperaturas podrían influir en la frecuencia, sino también en la intensidad, como sostiene el meteorólogo Kerry Emanuel, del Instituto Tecnológico de Massachussetts (MIT, por sus siglas en inglés), quien en un estudio recién publicado sugiere que los efectos del calentamiento, natural o artificial, ya se sienten en la intensidad de los ciclones.

Según Emanuel, quien investigó la intensidad y duración de unas 500 tormentas en el Atlántico y otras 800 en el Pacífico noroccidental de 1950 a 2004, los ciclones cada vez son más fuertes y duran más tiempo.

En el futuro, el calentamiento podría aumentar el "potencial destructivo de los ciclones tropicales y, tomando en cuenta el aumento en la población costera, un aumento sustancial en pérdidas".

Esta es la frontera aún no conquistada por los científicos, determinar cómo se intensifica un ciclón.

"Creo que mi peor temor es irme a la cama preparándome para un huracán categoría 1 ó 2 y levantarme para ver un huracán categoría 4 o 5", dijo Mayfield.

 
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