Estoy decepcionado de Torreblanca, asegura a La Jornada
"No me creo que esté libre, pero no guardo rencores por nadie": Arreaga
Ampliar la imagen El ecologista Felipe Arreaga y su esposa, Celsa Valdovinos, en la comunidad de Ayutla de los Libres FOTO Cortes�del centro Tlachinolla Foto: Cortes�del centro Tlachinolla
Ayutla de los Libres, Gro., 18 de septiembre. "Me metí en los movimientos sociales para evitar que los bosques se quemaran. El bosque en aquellos tiempos (la década de los 70) era muy hermoso, pero entraron las empresas madereras, como Forestal Vicente Guerrero, que lo explotó por 15 años y nos opusimos, los paramos y les dijimos que ya no tumbaran árboles. Le pedimos asesoría al entonces gobernador Rubén Figueroa Figueroa para trabajar la madera y darle vida sustentable al ejido." Así resume Felipe Arreaga Sánchez, líder de la Organización Ecologista de la Sierra de Petatlán y Coyuca de Catalán, su larga lucha desde aquellos tiempos hasta el jueves pasado, cuando fue liberado luego de 10 meses de reclusión en el Centro de Readaptación Social (cereso) de Zihuatanejo.
En las instalaciones del Colegio de Bachilleres en esta localidad de la Costa Chica, adonde asistió al Encuentro Indígena, Campesino y Popular en Guerrero, convocado por organizaciones no gubernamentales, habla sobre su cautiverio por un asesinato que no cometió y de cómo se encuentra dos días después de abandonar el cereso:
"Luego de 10 meses de prisión me siento como si estuviera en otro mundo. No me creo que estoy libre, me encuentro con mucha gente a quien saludo y otros lloran al verme.
"Para mí la cárcel fue muy dura por las inclemencias que sufre uno. Conviví con gente a la que nunca había visto, muchos malhechores y otros inocentes que están allí, pero que muchas veces no deben nada. Sufrí físicamente porque no hay agua, no había dónde descansar, dónde reclinar la cabeza para dormir. Fue una experiencia triste, pero me da fuerza para vivir y darme cuenta de que me apoyan. Entiendo que mucha gente está involucrada en la defensa de la vida y los derechos humanos."
Al lado de su esposa, Celsa Valdovinos, y de abogados del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, lamenta: "me di cuenta de la injusticia del sistema, del poder, del Estado y del gobierno, pero había una realidad que me hacía pensar: 'soy inocente, de volada voy a salir'. Así lo creí y dije a los compañeros que saldría en tres meses. Cuando me di cuenta de que no era así, de que había cerrazón del gobierno, me convencí de que no había justicia".
Arreaga reconoce que tiene miedo de las amenazas del cacique maderero Bernardino Bautista, quien aseguró públicamente que si las cosas no se arreglaban en los tribunales, se harían "a su modo".
"El temor siempre existe. Si él (Bautista) sabía quién mató a su hijo Abel, debió ir tras él para castigarlo. El problema aquí es que afecté sus intereses con el decomiso de madera y se fue por ese lado; creo que le dolió más haber parado el saqueo que la muerte de su hijo", dice.
Decepcionado de Torreblanca
Arreaga Sánchez -a quien Am-nistía Internacional declaró pre-so de conciencia en marzo pasado- dijo estar decepcionado del gobernador Zeferino Torreblanca Galindo, pues tenía esperanza de que intercediera en su favor para la resolución de su caso.
"Creí en la justicia, pero cuando vi la cerrazón del gobierno de Zeferino, me acordé de cuando anduvo en su campaña y hablé con él de mi lucha. Entonces le pedí que nos apoyara en la lucha por la defensa del medio ambiente para que se le diera una vida sustentable a los bosques mediante un estudio.
"Le dije que nosotros no estábamos en contra de nadie, sino del mal uso que se da a los bosques. Nos dijo que si llegaba al poder iba a apoyarnos; incluso cuando me detuvieron me man-dó decir que esperara, porque todavía no era gobernador."
Ganador del premio ambientalista Chico Mendes, el más prestigioso en materia de ecología en el continente, Arreaga considera que no hubo voluntad para resolver su situación, porque "los que tienen el poder le dieron la razón a quien no la tenía, sobre todo porque el gobernador hablaba de que no se iba a distorsionar la ley, que ésta se iba a cumplir, que no porque fuera muy ecologista se iba actuar sin apego a derecho. Pero un gobernante debe analizar, ir al lugar de los hechos para que se investigue y al final impartir justicia, no dejarse llevar por calumnias o por la fabricación de delitos".
Insiste en que la Procuraduría General de Justicia del Estado de Guererro siempre se condujo con parcialidad, lo que contaminó negativamente el caso.
"La otra parte pedía que se me dieran 40 años de prisión y eso era golpe duro, que me dolía mucho. Pero el juez fue muy claro. El día que salí me dijo que era inocente; yo le agradezco al juez (Ricardo Salinas Sandoval) y al secretario de acuerdos porque actuaron con apego a derecho.
"No guardo resentimientos contra nadie, sólo quiero que se respeten las reservas ecológicas, y le pido al gobernador Torreblanca que ponga más atención a los bosques. No estoy en contra de nadie; todos somos ecologistas, porque todos tomamos agua y oxígeno.
"Una semana antes de salir de la cárcel el comisario de La Botella (municipio de Petatlán) me visitó y me informó que están cuidando el bosque y que han tratado de que no se queme. Me comentó que sembró 30 mil plantas de pino.
"Ojalá peguen todas, pero con 10 mil lo habremos logrado. Me dio gusto. Me dije entonces que no importaba que estuviera preso en el cereso de Zihuatanejo, de todos modos otros estaban cuidando el bosque."