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EL CAPITALISMO ES ASI 19 de septiembre de 2005
La saga de corrupción que golpea la credibilidad del gobierno brasileño parece tener sin cuidado a los inversionistas con intereses en ese país. Mientras las ganancias sigan siendo altas y el riesgo bajo, siempre se podrá mirar hacia otro lado.

Jonathan Wheatley, Sao Paulo

brasilLa crisis que rodea al presidente brasileño, Luis Inacio Lula da Silva, corre el riesgo de convertirse en farsa. El tono ha sido fijado desde el principio, con un administrador de la oficina de correos captado en video embolsándose un soborno de 3 mil reales (mil 250 dólares). Desde entonces un miembro del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula fue capturado tratando de abordar un avión con 200 mil reales (83 mil dólares) en una maleta y otros 100 mil reales en su ropa interior; ha habido informes de orgías en hoteles de Brasilia ­y lo más risible­ el presidente de la Cámara de Diputados del Congreso declaró que los políticos que acepten contribuciones ilegales de campaña, o de otro tipo, deben ser solamente amonestados y no expulsados del Congreso, como exige la ley.

Pero esta farsa no es para nada divertida. Acusaciones hechas el pasado junio por el líder del PTB, uno de los socios de la coalición de Lula, señalan que el PT pagó a miembros de los partidos de la coalición por sus votos y que ha aceptado e ideado una doble contabilidad de gran escala de financiamientos de campaña para sí mismo y sus aliados. Lula no ha sido implicado, pero el ministro de Hacienda, Antonio Palocci ­que ha negado vehementemente cualquier mala conducta­, está entre los acusados. La airada reacción de Severino Cavalcanti, presidente de la Cámara de Diputados, confirma lo que mucha gente en Brasil ya sabe: esta clase de asuntos ocurre todo el tiempo y así ha sido siempre.

¿Cuál es entonces el problema? Los mercados financieros no parecen ver ninguno. Los inversionistas se han sacudido el escándalo. La moneda y los bonos brasileños han seguido revaluándose durante todo este tiempo y el primer síntoma de convulsión sucedió el 19 de agosto, cuando la supuesta participación de Palocci se hizo pública, pero las pérdidas que eso generó se han recuperado.

Los mercados no se preocupan por tres razones. Primero, están deseosos de obtener altas utilidades. Los rendimientos de los activos en los países desarrollados están en niveles históricamente bajos y los inversionistas institucionales con metas estrictas por cumplir requieren de títulos que ofrezcan mayores dividendos. El mercado de Brasil es el de mayor tamaño y liquidez en el universo de los países emergentes y se ha convertido en uno de los destinos favoritos de las colocaciones financieras, de modo que el dinero fluye de manera más rápida que nunca.

En segundo lugar, Brasil aún tiene una buena historia que contar. La demanda global encabezada por China de todo tipo de productos, desde bienes primarios hasta manufacturas, está generando un superávit comercial récord de 40 mil millones de dólares para este año. El superávit en cuenta corriente será de 14 mil millones, cuando en 2002 fue de 11 mil millones. Los inversionistas no dudan de la capacidad de Brasil para pagar sus deudas. Más: tanto el anterior gobierno como el actual han hecho progresos en la reforma estructural. "El trabajo en el campo fiscal está prácticamente hecho a 95 por ciento", dice Jerome Booth, jefe de investigación de Ashmore Investment Management, en Londres. "Este ya no es más un país en el que las reformas estructurales extremas deban aun ser realizadas en el corto plazo para evitar el colapso."

En tercer término, muchos inversionistas piensan que el escándalo político simplemente se acabará. En un sentido podrían tener razón. No sería una sorpresa si las tres investigaciones del Congreso que ahora están llevándose a cabo acaban en nada y unos pocos políticos (además de la media docena de miembros del PT que ya han perdido su trabajo) son castigados. "Si Lula se relige en octubre de 2006, eso significaría más de lo mismo", dice Jerome Booth. "Si José Serra, del PSDB y candidato más relevante de la oposición, es elegido, eso significará más de lo mismo también."

Desde esa perspectiva, la austeridad fiscal y las reformas subsistirán al escándalo cualquiera que sea el resultado final. Pero hay problemas. El comportamiento de los políticos brasileños puede no sorprender a algunos, pero para muchos de los 52 millones de personas que votaron por el PT, las revelaciones han sido como una traición. El PT siempre se vanaglorió de su probidad. Esa imagen, así como el propio partido, están resquebrajados. Algunos diputados serán expulsados, otros se retirarán y otros más no serán relectos en octubre del próximo año.

Si Lula vuelve a ser elegido su apoyo en el Congreso se verá drásticamente reducido, junto con la voluntad política para aplicar las medidas económicas contrarias a las convicciones del PT. Si Palocci cae se perderá el único miembro poderoso del PT que cree en esas políticas. Tampoco José Serra, si es elegido, sería una garantía de la continuidad; él ha sido un permanente crítico de la austeridad impuesta por el gobierno en esta administración y en la anterior del PSDB.

Así que no hay realmente una garantía de que haya más de lo mismo en Brasil. Queda por ver si las condiciones externas seguirán siendo tan favorables. Los inversionistas parecen convencidos de que el actual escenario global no cambiará y se mantendrá una tendencia de crecimiento y baja inflación. Esta clase de visión positiva ha sido ya propuesta anteriormente, como ocurrió con el auge del sector de la tecnología en la parte final de la década de 1990. Los precios del petróleo parecen sugerir que una inflación provocada por la demanda es realmente posible. Si la inflación y las tasas de interés se elevan en los países desarrollados, los activos brasileños serán abandonados. Entonces, la aparente incapacidad de los políticos para gobernar será expuesta no como una farsa, sino como verdaderas malas noticias §

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