Mansa y peligrosa novillada de Guanamé da al traste con el decimocuarto festejo
Asegunda Pepe López con toreras faenas; sufre percance Hilda Tenorio
Ampliar la imagen Pepe L� ratific� calidad, su intuici� su torerismo FOTO Rafael S�hez de Icaza Foto: Rafael S�hez de Icaza
No obstante ser mexicano, el joven novillero de Morelia Pepe López tiene todo para llegar a ser una figura del toreo.
Lo anterior me vino a la mente tras escuchar los comentarios de no pocos villamelones acerca del desempeño del muchacho en el accidentado festejo de ayer en la Plaza México, donde una vez más el amiguismo de la empresa con algunos ganaderos dio al traste con el buen ritmo que llevaba la temporada.
Y si bien algún maloso anda propagando la especie de que dentro del mitotero alucine de los televisos, Celebremos México, se ha pensado en un videoclip taurino con Ponce, Hermoso y El Juli, otro televidente sostiene que ese tema no será tocado ni con el pétalo de una imagen por el norteamericanizado consorcio, siguiendo el conmovedor ejemplo de Er niño der hoyhoyhoy.
Hicieron el paseíllo el jalisciense Oscar Rodríguez y los michoacanos Hilda Tenorio y Pepe López, que repetían, ella tras su clamoroso triunfo del domingo 14 de agosto y él por como caló en el público en el festejo anterior, para lidiar un encierro de Guanamé, propiedad de Eduardo Hernández de los Santos, con harta sangre de Garfias.
Se trató de una novillada complicada y muy peligrosa que mal cumplió en varas y que para nada justificó su inclusión en tan prometedor cartel, como no fuera por compromisos contraídos con anterioridad.
Abrió plaza Nopalero, que desafortunadamente se quebró una pata en el primer tercio y fue sustituido por Señorito, del hierro de Rafael Mendoza, zancudo y bien puesto que recargó en un puyazo del que salió debilitado.
Oscar Rodríguez, musculoso, con oficio pero aún sin conseguir un sello que lo caracterice no obstante sus recursos, brindó al público un decoroso tercio de banderillas, si bien llevando el par hecho o los palos juntos desde antes de alzar los brazos.
Frente a un astado soso y peligroso, Oscar consiguió derechazos meritorios y naturales muy largos en tablas, pero se pasó de faena, olvidándose de que los toros piden su muerte en un momento preciso, con lo que se enfriaron la faena y el público, mientras Rodríguez se daba a pinchar y luego a descabellar, hasta que le tocaron los tres avisos y el marrajo fue regresado vivo a los corrales.
Con Tintorro, un bello castaño entrepelado y bragado que recargó en una vara, Oscar volvió a estar voluntarioso con las banderillas pero en el último tercio tan soso como el novillo. De nuevo se vio deficiente con la espada y escuchó otro aviso, en la que será una tarde motivo de profunda reflexión para el joven tapatío.
Por su parte Hilda Tenorio, tras haber cortado tres orejas en el decimoprimer festejo, convirtiéndose en la triunfadora del serial, fue retribuida por la empresa con esta infame guanameada, que no sólo no se prestó para el lucimiento sino que además interrumpió dolorosamente su prometedora carrera.
Ramillete, cárdeno claro, caribello, bonito de hechuras pero pobre de cabeza, fue recibido por la chamaca moreliana con un farol de hinojos para luego mostrarse gazapón y sumamente descompuesto en la embestida. Recibió hasta tres puyazos sin empujar en ninguno. Hilda entonces lo intentó todo sin que le luciera nada.
Para colmo a la muchacha se le ocurrió escuchar las peticiones del villamelonaje, exigiéndole que pusiera banderillas, debilidad que a la postre le provocaría una lesión en los ligamentos de la rodilla derecha y probable daño en los meniscos del mismo miembro, al intentar un par al violín de poder a poder. ¡Ay, democracia, cuántos abusos se cometen en tu nombre!
El que sin haber cortado orejas volvió a llevarse la tarde fue el joven Pepe López, que con tres novillos nada fáciles y con mucho peligro, sobre todo los dos últimos, derrochó intuición, claro sentido de la colocación, valor sereno y, sobre todo, expresión personal, verdadero garbanzo de a libra en estos tiempos de toreros clones.
Con Embrujo, su primero, que iba paso a paso, empezó con toreros doblones y sentidos trincherazos con ambas manos, para continuar con derechazos muy bien ligados, reponiéndose con precisión, sin dejarle al novillo más salida que la imperiosa muleta. Si no lo pincha, le corta la oreja. Fue sacado al tercio con mucha fuerza. Con sus otros dos, repito, fue un despliegue de muletazos con garra y poder, que aún no sabe vender pero que de inmediato se sienten. El silencio ignorante del público al doblar el sexto, no mengua el enorme potencial torero de Pepe López.