Relato de socorristas voluntarios que sacaron del área inundada a unas 100 personas
"No pensé en mí; nos comprometimos a hacer algo por la gente y lo hicimos"
Ampliar la imagen Integrantes de la Guardia Civil rescatan a un damnificado en Nueva Orle� FOTO Reuters Foto: Reuters
Ampliar la imagen Integrantes de la Guardia Civil rescatan a un damnificado en Nueva Orle� FOTO Reuters Foto: Reuters
Houston, 4 de septiembre. Richard Austin lo recuerda ahora con una sonrisa. El y dos amigos estaban exhaustos el miércoles de la semana pasada después de haber navegado en un bote robado durante 48 horas por las inundadas calles de su colonia en Nueva Orleáns, cuando repentinamente escucharon que algo más estaba en movimiento cerca de ahí.
"Era un bebé que flotaba sobre el cauce formado en la calle", recuerda Austin, de 45 años, quien está ahora entre los 15 mil resguardados en el Astrodome de Houston. "Flotaba en un refrigerador al cual los padres habían arrancado la puerta para adaptarlo como vehículo de navegación."
El bebé estaba contento a bordo, pero el refrigerador iba a la deriva en la corriente. Cuando Austin dio alcance con su bote a la nave improvisada, los padres del menor también lograron llegar hasta ella y ya no era necesaria la ayuda.
Nadie en el estadio de Houston sabe qué pasó con esa familia. Pero Austin y sus compañeros de navegación, Louis Lazard, de 27 años, y Jerry Bastion, de 18, aseguran que en los dos días que pasaron sin ayuda exterior sacaron del agua y llevaron hasta tierra firme a unas 100 personas.
"La gente estaba colgada de cualquier cosa que tuviera a su alrededor: techos, balcones... lo que fuera", relatan.
Austin, hombre robusto que trabajaba para una compañía constructora en Nueva Orleáns, se sonroja cuando alguien sugiere que él y sus amigos actuaron como héroes. Alguien tenía que ayudar a los vecinos que, en su mayoría, no sabían nadar. "En ese momento no pensé en mí", dice. "Nos comprometimos a hacer algo por la gente y lo hicimos."
Horas después de que amainó la tormenta el lunes en la noche, el agua ascendía rápidamente en una proporción de 25 centímetros por hora, afirma Austin.
Al amanecer del martes, los prospectos de socorristas encontraron la nave de unos cinco metros de largo atada afuera de una casa. "Decidimos capitanear el bote", señala Austin. "No teníamos idea de quién era el dueño, pero eso resultaba irrelevante en el momento".
La flotilla de rescate ciudadano llegó a estar conformada por cinco botes. Para el martes en la mañana, el agua en las calles estaba por encima de las ventanas de los primeros pisos de la mayoría de las casas. La casa de Austin, donde ha vivido desde su nacimiento, estaba completamente sumergida.
Los únicos medios de transporte en el área eran las embarcaciones con remos. No tenían alimentos y casi no había agua que tomar. Austin sobrevivió durante dos días comiendo chocolates. Al principio navegaron desarmados, pero eso debió cambiar cuando uno de los botes de la flotilla de socorristas sufrió un intento de asalto por unos pandilleros que querían robarse la nave.
"La gente estaba envuelta en pánico. Otras personas con armamento trataron de interrumpir nuestra labor y nos dimos cuenta de que debíamos conseguir pistolas por nuestra cuenta."
Austin -cuya familia estaba en Dallas- nunca había disparado un arma y después de su experiencia como patrullero, la semana pasada, tampoco tuvo la necesidad de jalar el gatillo.
"La clave de todo fue que nosotros sólo estuvimos interesados en la gente, no en las pertenencias de nadie", afirma Lazard. Todos los que eran rescatados debían abordar exclusivamente con un bolsa pequeña.
Los socorristas buscaron principalmente a gente mayor. En una casa encontraron a un anciano agarrado de una chimenea; había podido llegar hasta ahí después de romper con un hacha el tapanco y hacer un hueco de salida.
En otra vivienda encontraron a una mujer de unos 80 años aferrada a permanecer en su casa, con su hijo. Esperaba que en algún momento llegaran al rescate las autoridades. Volvieron al día siguiente para insistir en su salida, pero todavía no quería irse y tampoco los cuerpos oficiales de salvamento aparecían en el área.
Al prinicipio la patrulla de socorristas ciudadanos llevó personas a edificios de un conjunto multifamiliar que tuvieran por lo menos tres pisos de alto. Pero la mayoría debieron ser rescatados por segunda vez y trasladados a la autopista interestatal 610, que está construida sobre columnas de varios metros, cuando Austin escuchó que ese lugar elevado sería convertido por las autoridades en punto de abordaje de autobuses, que sacarían de la zona a sobrevivientes del huracán Katrina.
El hecho de que Austin haya tomado el papel de socorrista es visto por él mismo como algo malo. "Era miércoles al mediodía, con el sol en el apogeo de su brillo, cuando la guardia costera apareció. Quedé sorprendido por eso. Ellos sabían que la mitad de la ciudad no había sido evacuada. Esta gente es demasiado pobre para salir por su propia cuenta".
En esos dos días, la flotilla nunca encontró un muerto. Y, por casualidad, cuando pisaron la autopista 610 y dejaron los botes a la deriva, los socorristas ciudadanos se encontraron con los primeros autobuses enviados a recoger náufragos. Así lograron llegar a Houston el jueves en la mañana.
Hoy, Austin tiene únicamente la ropa que lleva puesta. No está seguro de si algún día volverá a Nueva Orleáns. Pero mientras lo decide y evita llamarse héroe, otros podrán hacerlo, especialmente aquellos a quienes salvó de una muerte probable.
Traducción: Guillermo García