Número 110 | Jueves 1 de septiembre de 2005
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Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

La ignorancia violenta

Mario Alberto Reyes |
Verónica Caro es madre de Julio, un joven gay de 25 años. Ambos se han enfrentado a los prejuicios que rodean al VIH/sida debido a que Julio es seropositivo. Las agresiones de la familia de su esposo, que han llegado a lo físico, muestran una vez más, que aún queda mucho por hacer en materia de información sobre la epidemia.

“El 19 de febrero de 1980 mi vida y la de mi familia cambiaron por completo, el nacimiento de Julio trajo una enorme alegría. Fue mi primer hijo y también el primer nieto de mis padres. Era madre soltera y, en ese entonces, trabajaba como policía bancaria. Julio creció entre mimos y chiqueos; el tiempo pasó y nunca le conocí alguna novia, las muchachas le mandaban cartas amorosas pero nunca hizo caso de ellas.

“Cuando decidí contraer matrimonio, mis padres se llevaron a Julio a radicar a Puerto Vallarta. En ese lugar estuvo varios años trabajando como electricista en la zona hotelera. Al cumplir la mayoría de edad le pedí que regresara a vivir conmigo al Distrito Federal, pero se negó, me dijo que deseaba hacer su vida. Regresé ignorando que andaba en la onda gay, aunque lo intuí por su forma de hablar y de vestir.

“El año pasado comenzó a bajar de peso. Mis familiares me llamaron y fui por él. Regresamos, y después de varios diagnósticos equivocados llegamos al Hospital General en donde le practicaron la prueba Elisa. Salió positiva. Lo primero que vino a mi mente fue que mi hijo moriría. Tuvo que pasar un año para digerir la noticia.

“A pesar de que no vive conmigo, Julio ha experimentado actos de homofobia por parte de los familiares de mi esposo, quienes son militares. Cuando iba a visitarme, le prohibían usar el sanitario, pues decían que se iban a contagiar, por más que les expliqué que el VIH no se transmite de esa manera. Lo hostigaban, hasta que un día terminaron por golpearlo, porque no pudo aguantar la necesidad de ir al baño. Ahí le lastimaron fuertemente la cabeza.

“Interpuse una denuncia ante las autoridades, pero debido a la corrupción no prosperó. Por presiones de mi suegro, quien amenazaba con desalojarme de mi casa, recientemente otorgué el perdón. Sé que no fue lo más conveniente, pero estaba sumamente desgastada.

“Cuando Julio comenzó a perder la vista, teníamos la duda acerca de si había sido por los golpes recibidos o por una infección, llamada citomegalovirus, que le dio y que no pudimos tratarle por la falta del medicamento en la Clínica Condesa. Los médicos estudian ambas posibilidades. Está a punto de quedarse ciego, pero hemos decidido no deprimirnos más y echarle muchas ganas. Hace poco, Julio me dijo que le gustaría participar en los juegos paralímpicos y aprender escritura braille.

“ A pesar de la profunda tristeza que me invade, no quiero darme por vencida, mi hijo necesita de una madre fuerte a su lado. Quiero que viva muchos años, que me vea envejecer. Esa es mi ilusión y por eso seguiré luchando”.