Usted está aquí: jueves 1 de septiembre de 2005 Opinión La producción de ruido

Margo Glantz

La producción de ruido

Empezaré mencionando varios de los epítetos invariablemente aplicados a las mujeres que escriben o destacan de alguna u otra forma en una sociedad como la española o la novohispana del siglo XVII. Se suponía que las mujeres deberían ocupar un lugar inamovible dentro de la rígida jerarquía social y el silencio sería uno de sus principales atributos, la violación de este decreto -es decir, que las mujeres produzcan ruido o estruendo- ocasiona un trastorno natural, constituye una salida de madre de la naturaleza. ¿No decía Fray Luis de León que "(...) la naturaleza (...) hizo a las mujeres para que, encerradas, guardasen la casa, así las obligó a que cerrasen la boca" (1991:334)? Si la fama las aureola, su estatura se desmesura a tal grado que se transforman en mitos o en divinidades, y en consecuencia se las designa como Minervas, Fénices, Décimas Musas, Monstruos de la Naturaleza y aunque la hipérbole sea distintiva de la época barroca y el último epíteto le haya sido concedido también a otros poetas extraordinarios del Siglo de Oro, como Lope de Vega, considerado como un Monstruo de los Ingenios, cuando el superlativo se aplica a una mujer, se produce de inmediato un quiebre de sentido, se realza la anomalía y se insinúa la necesidad de enmendarla.

Vuelve a decirlo Fray Luis de León en su Perfecta Casada, lo cito:

''Porque como la mujer sea de su natural flaca y deleznable más que ningún otro animal (...) al mostrarse una mujer la que debe entre tantas ocasiones y dificultades de vida, siendo de suyo tan flaca, es clara señal de un caudal de rarísima y casi heroica virtud. Porque cosa de tan poco ser como es esto que llamamos mujer, nunca ni emprende ni alcanza cosa de valor, ni de ser, si no es porque le inclina a ello y la despierta y la alienta alguna fuerza de increíble virtud. O que el cielo ha puesto en su alma, o algún don de Dios singular.''

Y en el prólogo del misterioso desapasionado que introduce la obra de María de Zayas se reitera, casi pleonásticamente:

''Poco lo encarezco, si consideras que en el flaco sexo de una mujer, ha puesto el Cielo gracias tan consumadas que aventajan a cuantas celebran los aplausos y solenizan los ingenios, pues cuando de una dama se esperan sólo entendimiento claro, respetos nobles y proceder prudente -acompañado de las honestas virtudes que realzan estas prerrogativas por beneficio de su noble educación- vemos que con más colmo de favores, tiene de más a más sutilísimo ingenio, disposición admirable, y gracia singular en cuanto piensa, traza y ejecuta, consiguiendo con esto que como a Fénix de la sabiduría la veneremos y demos la estimación debida a tanto méritos.''

En efecto, si una mujer escribe suscita el escándalo, éste debe acallarse reduciéndola. Y esa reducción se instrumenta acudiendo a diversos subterfugios, uno sería la elaboración de catálogos rigurosos donde quien escribe se protege porque ha roto el voto de silencio a la que la naturaleza la conmina si se la incluye en una lista gloriosa con mujeres que a lo largo de la historia la han enriquecido con sus obras. María de Zayas cita a unas cuantas damas célebres de la tradición grecolatina, mucho menos de las que se vio obligada a recordar Sor Juana para defenderse de sus perseguidores y justificar su inclinación para alcanzar la sabiduría en su famosa Respuesta a Sor Filotea, aunque -permítaseme la digresión- en la lista de contemporáneas que elabora no aparece María de Zayas, quizá por no haber sido religiosa como Santa Teresa de Avila o María de Agreda, ambas incluidas por la monja novohispana:

''Y cuando no valga esta razón para nuestro crédito, valga la experiencia de las historias, y veremos lo que hicieron las que por algún accidente trataron de buenas letras, para que no baste para disculpa de mi ignorancia, sirva para ejemplo de mi atrevimiento. De Argentaria, esposa del poeta Lucano, refiere él mismo, que le ayudó en la corrección de los tres libros de la Farsalia y le hizo muchos versos que pasaron por suyos. Temistoclea, hermana de Pitágoras escribió un libro doctísimo de varias sentencias. Diotima fue venerada por Sócrates por eminente. Aspano hizo muchas lecciones de opinión en las Academias. Eudosa dejó escrito un libro de consejos políticos, Cenobia, un epítome de la Historia Oriental, y Cornelia, mujer de Africano, unas epístolas familiares de suma elegancia.''

El único estruendo sancionado por la burocracia de ese siglo era el producido por las místicas.

 
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