Hubo una estampida cuando alguien gritó que había un atacante suicida con bomba
Mueren al menos mil iraquíes durante una peregrinación chiíta
Miles de personas asfixiadas y pisoteadas por la multitud en Bagdad se precipitaron al río Tigris
Sobrevivientes culpan a la seguridad y no a la resistencia por el desastre; pésima, la organización
Ampliar la imagen Peregrinas chi�s caminan en el puente sobre el r�Tigris sobre miles de zapatos de las v�imas de la estampida FOTO Ap Foto: Ap
Bagdad, 31 de agosto. El martirio ha sido siempre el fundamento de la fe chiíta. Pero la tragedia bíblica de este miércoles le dio un nuevo significado: posiblemente mil o más hombres, mujeres y niños -sobre todo menores-, murieron al caer de un puente sobre el río Tigris en Bagdad, incidente aparentemente provocado por el temor de que entre la multitud hubiera un atacante suicida.
No había atacante. Lo que hubo fue muerte en escala masiva que ocurrió cuando miles de chiítas cayeron por encima de los barandales del angosto puente sobre el río. Cientos de niños estaban entre los cuerpos que durante horas flotaron hacia la ribera en el distrito de Qadamiya, de Bagdad.
Soldados iraquíes que dispararon sus rifles al aire sólo aumentaron el pánico, lo que provocó que miles de civiles cayeran del puente.
Poco antes, varios morteros explotaron en el camino lo que llevó a quienes participaban en la procesión religiosa -con la que conmemoraron la muerte, en el año 799, del imán Moussa ibn Jaafar Qasim, uno de los 12 principales santos de los chiítas-, lo que llevó a la multitud a creer que estaban bajo ataque.
Al menos un millón de chiítas iban rumbo a la mezquita de Qadimiya cuando la muchedumbre comenzó a correr, aplastarse, a destruir barricadas y a caer al río desde el puente de los imanes.
Muchos niños podían verse ahogándose en el Tigris en lo que fue en el país la tragedia más grande, en cuanto a pérdidas humanas, desde la invasión de 2003.
Cientos de sandalias de plástico, paquetes, y pañuelos quedaron amontonados sobre el puente después de estas muertes. Los hospitales están rebasados por el número de cadáveres que fueron llevados a sus morgues.
En cierto momento, se pudo ver a peregrinos chiítas arrojándose a las aguas verdosas del Tigris, con lo que intentaron no ser aplastados por los civiles aterrorizados.
Otros cayeron desde los extremos del puente y se estrellaron en la playa; sus cuerpos rotos yacían entre los columpios de un parque infantil a orillas del río.
"Vi a una anciana que lloraba presa del pánico y que se arrojó del puente", dijo Fadhil a un reportero del Washington Post. "Otro hombre cayó sobre el suelo de ladrillos de la ribera y murió instantáneamente. Vi a otras siete personas muertas, asfixiadas, muy cerca del extremo del puente".
Agregó: "Otras personas gritaban 'Allah akbar, Allah akbar (Dios es grande)", y corrían".
Sobrevivieron "quienes sabían nadar y pudieron hacerlo. Los que no, murieron", afirmó Sattar Jabbar, de 22 años, miembro del chiíta Ejército del Mehdi, quien cumplía funciones de vigilancia de la procesión. El saltó al río para ayudar a salir a algunas personas.
Por la noche, el saldo era de 997 muertos y 643 heridos, cifras que, se espera, se incrementen en las próximas horas.
En marzo del año pasado, 108 personas, muchas de ellas peregrinos chiítas, murieron al ser atacadas por insurgentes en Bagdad y en la ciudad santa de Kerbala.
Temiendo más ataques de este tipo, las autoridades bloquearon los caminos que cruzan el norte de Bagdad desde el martes anterior, por lo que cientos de miles de peregrinos chiítas convergieron en la capital.
El ministro de Salud iraquí, Abdul Mutalib Mohammed, dijo a la televisión local que había "enormes multitudes sobre el puente y el desastre ocurrió cuando alguien gritó que entre los peregrinos había un atacante suicida con una bomba".
Agregó el funcionario: "Esto llevó a un estado de pánico entre los peregrinos, que comenzaron a empujarse unos a otros, por lo que muchos murieron asfixiados".
La comandancia de seguridad del distrito de Khadimiya, al norte de Bagdad y en el lado oeste del Tigris, confirmó esta versión.
Pero los peregrinos también tuvieron miedo cuando bombas de mortero cayeron entre la multitud, matando al menos a seis personas. Después comenzó a circular entre los peregrinos el rumor de que había un atacante suicida oculto entre ellos.
Los peregrinajes al santuario, en Bagdad, del imán Mousa Kadhim, uno de los santos chiítas del siglo IX, fueron prohibidos por Saddam Hussein. El resurgimiento de estas procesiones ha atraído a enormes multitudes en los últimos dos años, y alrededor de un millón de personas participaban en el peregrinaje de hoy.
Después del desastre, decenas de miles de peregrinos continuaron su procesión, ahora en duelo, y mujeres chiítas lloraban sobre los cadáveres en las calles.
El puente en que ocurrió la tragedia conecta un barrio chiíta con un sector de Bagdad que apoya a la insurgencia. El lado está muy poblado de antiguos miembros del partido Baaz, de Saddam Hussein, y de fundamentalistas.
El desastre ocurrió sólo unos días después de que una nueva redacción de la Constitución se votó en el Parlamento iraquí y desató fieras objeciones de los representantes sunitas. Los líderes de esta comunidad han llamado a sus electores a rechazar esa versión de la Constitución en el referendo a que se someterá el documento, en octubre próximo.
Este desacuerdo también ha causado furiosas protestas contra los sunitas en el norte y el centro del país ocupado.
Tras la catástrofe, los sunitas del lado este del río Tigris hablaron de cómo trataron de salvar a los peregrinos que cayeron sobre el concreto, y que trasladaron a los heridos a una mezquita sunita y a la universidad.
Otros ayudaron desde botes, y en un recodo del río en el cual la corriente se volvía rápida y arrojaba a los cadáveres a la orilla.
Escenas dantescas
Los hospitales a ambos lados del puente muy pronto se llenaron de cuerpos. La dimensión real del desastre quedó clara en el Centro Médico de Bagdad, donde familiares descorazonados y cadáveres llenaban los pasillos, se desparramaban en el estacionamiento y en los prados circundantes.
Las estaciones de televisión árabe también mostraron cuerpos de hombres, mujeres y niños cuando eran colocados en el piso de hospitales; estaban empapados los vestidos, los pantalones negros y las camisas de los peregrinos.
Cuando los hospitales ya no tenían capacidad para recibir a más víctimas, los cuerpos fueron colocados uno junto a otro en el camino, cubiertos con sábanas blancas o cobijas de papel aluminio, de las usadas por socorristas.
Fue una escena de desgarradora y de conmovedora emoción. Las mujeres se lamentaban, se golpeaban y levantaban las mantas que cubrían los cadáveres en una búsqueda desesperada y a veces inútil de sus seres queridos.
Mientras, milicianos del Ejército del Mehdi montaron guardia durante toda la tarde junto a pilas de pertenencias que perdieron los peregrinos. Muchos sobrevivientes y milicianos culparon a la seguridad chiíta, más que a los insurgentes, del desastre.
Agentes de fuerzas de seguridad revisaron a todos los peregrinos varones en búsqueda de bombas, lo que causó cuellos de botella y congestionamientos en las filas de peregrinos que se formaban para entrar al santuario.
Del otro lado, ante un puesto de control, se formó otra multitud que comenzaba el regreso a casa entre empujones. Demasiado tarde los oficiales impusieron el orden y dividieron el puente en dos filas de peatones, que avanzaban en direcciones opuestas.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca