Usted está aquí: jueves 1 de septiembre de 2005 Política Cumbre en la ONU

Miguel Marín Bosch*

Cumbre en la ONU

En un par de semanas la Asamblea General de las Naciones Unidas iniciará su sexagésima sesión anual. Para conmemorar los 60 años de la organización, su secretario general ha invitado a los jefes de Estado o de gobierno de los 191 países miembros en lo que podría resultar la cumbre más concurrida de la historia. Para que la reunión cumbre no sea meramente protocolaria, se decidió encomendar al actual presidente de la Asamblea General, Jean Ping, de Gabón, la elaboración de un documento con propuestas concretas para reformar la ONU y para hacer un corte de caja en cuanto a lo que se ha avanzado hacia las llamadas "metas del milenio" fijadas en 2000.

El documento que se ha venido negociando durante casi un año es un tanto largo (consta de unas 40 cuartillas) y cubre muchos aspectos del funcionamiento de la ONU. Propone, por ejemplo, el establecimiento de una comisión que auxiliaría a países que han atravesado por un periodo de conflictos. También ofrece una definición de terrorismo que excluye su aceptación como un instrumento de resistencia o liberación nacional. Por otro lado, convertiría la Comisión de Derechos Humanos en un consejo de derechos humanos entre cuyos miembros no podría haber un país que viole esos derechos. Además, se autorizaría la llamada intervención humanitaria en caso de que un gobierno no quiera o no pueda poder fin a un genocidio o limpieza étnica.

Ahora, cuando el presidente de la Asamblea General se proponía concluir la redacción del documento con una última ronda de negociaciones, el nuevo embajador de Estados Unidos le está jalando el tapete. En efecto, a su llegada a Nueva York, John R. Bolton empezó a proponer cambios al documento. Unas de esas enmiendas son únicamente de redacción, pero hay muchas otras que alteran el fondo del texto propuesto. Bolton anunció a sus colegas que ya era hora de concluir la redacción del documento que propone cambios institucionales en la ONU. Y luego propuso decenas y decenas de cambios. Esta travesura ha sido interpretada como un intento descarado para echar abajo un año de esfuerzo colectivo.

Lápiz en mano Bolton repasó todo el documento, haciendo sinnúmero de cambios. He aquí una muestra. Cuando se habla de reformar el Consejo de Seguridad para que trabaje de manera mas eficiente y transparente sugirió que no se hable de la "eficiencia y transparencia" del consejo. Tampoco quiere que se inste a todos los países a que se adhieran a la Convención de la ONU contra la corrupción.

Algunos de los cambios son el producto de la alergia al multilateralismo de la administración del presidente George W. Bush. Otros obedecen a posiciones que el propio Bolton elaboró durante sus años en el Departamento de Estado. Es bien sabido, por ejemplo, que Estados Unidos se opone hoy a la Corte Penal Internacional. Buscó la manera de garantizar la inmunidad de sus tropas ante un eventual juicio en su contra. Lo hizo primero mediante una resolución del Consejo de Seguridad, pero el plazo autorizado venció en 2004 y no fue renovado por el consejo. De ahí la intensidad de la campaña de Estados Unidos para lograr por la vía bilateral lo que se le negó en un foro multilateral. En efecto, Washington ha firmado acuerdos sobre la inmunidad de sus fuerzas armadas con más de 100 países. Por cierto, algunos de los más de 50 gobiernos que se han negado a concluir un tal acuerdo, incluyendo varios latinoamericanos y caribeños, han visto cómo Estados Unidos les ha venido recortando parte de la ayuda económica que les proporciona.

Es obvio que Washington quiere eliminar toda alusión a la Corte Penal Internacional. Tampoco acepta que se mencione el tratado de prohibición completa de los ensayos nucleares o los protocolos de Kyoto sobre el medio ambiente. Se opone, asimismo, a que el documento reitere el compromiso de los países ricos a dedicar una pequeña parte (apenas 0.7 por ciento) de su producto nacional bruto para la ayuda al desarrollo de los más pobres. En este renglón también insiste en que los que reciben esa ayuda demuestren al mundo que gobiernan con honestidad.

Quizás la reacción más fuerte de los otros países a las propuestas de Estados Unidos haya sido en el campo del desarme. Hace décadas que la ONU no logra ponerse de acuerdo sobre textos que versen sobre el desarme. La última vez fue en 1978, cuando la Asamblea General aprobó el documento final de su sesión extraordinaria sobre el tema. El inquilino de la Casa Blanca era Jimmy Carter, quien dio su visto bueno al ambicioso texto. Hoy Washington ni siquiera acepta la mención de la palabra desarme. Insiste, en cambio, en la expresión "control de armamentos" y, sobre todo, en su interpretación muy particular del concepto de no proliferación de las armas de destrucción en masa.

Bolton parece decidido a entorpecer la aceptación del documento negociado por el presidente de la Asamblea General. Si no hay documento o si resulta muy débil, la cumbre resultará muy deslucida y se habrá logrado aguarle la fiesta a Kofi Annan.

Hace unas semanas, al nombrar a Bolton como su embajador ante la ONU, el presidente Bush dijo que era la persona idónea para lograr una reforma a fondo de la organización. Si lo que ahora está haciendo John R. Bolton en Nueva York es una muestra de lo anterior, los otros 190 miembros de la organización van a sudar la gota gorda.

* Director del Instituto Matías Romero y ex subsecretario de Relaciones Exteriores

 
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