Usted está aquí: martes 30 de agosto de 2005 Opinión Neoscurantismo

Javier Flores

Neoscurantismo

El siglo XXI se inicia con una contradicción. Por un lado nos dirigimos hacia la construcción de sociedades basadas en el conocimiento, y por otro hay fuerzas empeñadas en imponer el retorno al oscurantismo. La ciencia y la tecnología no sólo sustentan el progreso económico, como frecuentemente se afirma; además han abierto la posibilidad de transformar la propia naturaleza humana. Muchas de nuestras creencias, las formas de organización social y algunos aspectos como la sexualidad y la reproducción en nuestra especie se ven profundamente modificados por los continuos avances en estas actividades. Esto es una característica de nuestro siglo. Pero también lo es que en todo momento se trata de imponer límites a este conocimiento.

El oscurantismo, como se ha documentado en los estudios sobre la Edad Media, se basa precisamente en la imposición de límites, que afectan la extensión y diseminación del conocimiento. Uno de los principales objetivos de este control en el medievo era impedir el cuestionamiento de dogmas. Si bien es muy complejo indagar sobre los orígenes del pensamiento dogmático, éste consiste en la posesión de una doctrina o de un conjunto de creencias sustentadas en la autoridad, que no admiten análisis o evidencias que las invaliden. Las frecuentes amenazas sobre los precursores del pensamiento científico, o los numerosos casos de muertes en la hoguera, ilustran algunas de las formas en la que en ese entonces se imponían los límites a los que se alude. Por eso durante muchos siglos el Sol giró alrededor de la Tierra.

Aunque a algunos pudiera parecerles sorprendente, en la actualidad es posible establecer algunos paralelismos con esa época. Un ejemplo, entre varios que pueden citarse, es el creacionismo. Se trata de una forma de pensamiento anticientífico sustentado en creencias. Las modalidades dentro de esta doctrina son muy diversas, pues incluyen desde los grupos que siguen sosteniendo que la Tierra es plana -uno de sus extremos más primitivos- hasta teorías cuidadosamente elaboradas, como la del diseño inteligente (DI), que postula que una inteligencia suprahumana es la responsable del origen del universo, de la Tierra y de la vida. Para el caso de la biología, se le ha usado para enfrentar la teoría de Charles Darwin sobre la evolución, pero al referirse a los orígenes del universo abarca prácticamente todas las áreas del conocimiento y no solamente a las ciencias de la vida. Las diferentes variedades del creacionismo tienen en común el apego a los dogmas religiosos.

Es muy importante aclarar que el creacionismo no es equivalente al pensamiento religioso. La espiritualidad y la religiosidad forman parte de la naturaleza humana y coexisten perfectamente con el pensamiento racional. De hecho hay científicos que al mismo tiempo que realizan sus tareas con estricto apego a los conceptos, metodologías y teorías científicas, profesan una religión.

El creacionismo es otra cosa. Algunos grupos dentro de esta corriente sostienen que la Tierra tiene un origen muy reciente, de entre seis mil y 10 mil años, y que todas las formas de vida fueron creadas en seis días, literalmente. De acuerdo con esto, los seres vivos fueron creados con las formas con las que los conocemos actualmente, lo que descarta a la evolución. Se trata en este caso de una interpretación literal de la Biblia. Por su parte, los datos obtenidos por medio de la investigación científica en campos como la astronomía, la astrofísica, la física nuclear, la geología, la geoquímica y la geofísica muestran consistentemente que la edad del sistema solar y de la Tierra es de aproximadamente cinco mil millones de años.

Otros sectores creacionistas, como los partidarios del DI, admiten que el universo y la Tierra se originaron efectivamente hace varios millones de años, como ha demostrado la ciencia, pero las diferentes formas de vida y especialmente la humana constituyen la prueba de una intervención supranatural porque muestran un "diseño inteligente". Es muy interesante observar que las corrientes más avanzadas dentro del creacionismo van incorporando como parte de su estructura algunos datos surgidos de la ciencia. Pero todas tienen en común el pensamiento dogmático, pues mientras las explicaciones de la ciencia se basan en observaciones y experimentos corroborados por diferentes metodologías, los argumentos de los creacionistas no requieren de evidencias que puedan ser observadas en el mundo natural.

El desarrollo del pensamiento dogmático y la imposición de límites al conocimiento científico se han convertido en un tema de nuestro siglo. Y esto no sólo en el caso del creacionismo, sino en otros terrenos, como la investigación en células troncales. Se trata de una especie de retorno a las prácticas medievales, cuyas características permiten hablar de un retorno al oscurantismo o, más precisamente, de un neoscurantismo. Al igual que en el pasado, la imposición de los dogmas se sustenta de manera velada o abierta en la coerción. La imposición de límites a la ciencia es promovida por los líderes de naciones que son al mismo tiempo las mayores potencias militares.

Por ello no fue sorpresa que el primero de agosto de este año el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, señalara que es necesario enseñar en las escuelas tanto las teorías científicas como la del diseño inteligente.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.