Editorial
Quinto informe: triunfalismo improcedente
A unos días del quinto Informe de gobierno, la Presidencia de la República porfía en la transmisión de cápsulas propagandísticas triunfalistas, autocomplacientes y poco apegadas a la verdad en muchos sentidos. Se anticipa así el tono del penúltimo mensaje presidencial de Vicente Fox: un discurso de logros económicos y éxitos políticos, en el que se presentará el panorama de un país próspero, armónico, transparente y democrático, es decir, una nación de primer mundo, o casi, en plena superación de los lastres que venía cargando desde el año 2000, cuya población tiene cubiertas ya sus necesidades de trabajo, vivienda, salud, educación, esparcimiento y cultura.
Para ello la presidencia foxista desea, como marco para la alocución, un entorno legislativo respetuoso y hasta obsecuente, que no desdiga las buenas cuentas, las apreciaciones optimistas y los balances satisfactorios.
Para su desgracia, el artículo 69 de la Constitución señala como obligación del titular del Poder Ejecutivo la presentación de "un Informe por escrito, en el que manifieste el estado general que guarda la administración pública del país", y no los logros de gobierno que le habría gustado conseguir.
Es entendible, en consecuencia, el malestar de los legisladores ante la perspectiva de sentarse a escuchar, de labios del mandatario, la descripción de una nación que existe únicamente en la propaganda oficial, y que, para desgracia de todos, mantiene la mayor parte de las miserias, carencias y distorsiones que padecía cuando las promesas electorales "de cambio", formuladas por el actual mandatario, persuadieron a la mayoría de los ciudadanos de llevarlo al cargo que hoy ocupa.
Por lo demás, el jefe del Ejecutivo federal no puede esperar que los integrantes del Congreso olviden los insultos, engaños y falta de respeto de que han sido objeto a lo largo de casi todo el sexenio desde Los Pinos, habida cuenta de que el actual grupo en el poder se ha mostrado incapaz, desde el inicio, de construir un diálogo fructífero con las fuerzas políticas representadas en ambas cámaras.
En efecto, el foxismo ha exhibido una tendencia que hoy parece incorregible e irreversible a privilegiar el monólogo en detrimento del diálogo, a descalificar en forma sistemática las advertencias, señalamientos críticos y discrepancia, y a ignorar cualquier punto de vista que se aparte de la escenografía oficial con la que ha sido suplantado el país real.
Un ejemplo simple, pero ilustrativo de esta actitud es precisamente la campaña publicitaria que responde al lema Rumbo al quinto Informe, en el que el mandatario se atribuye desde ahora un sitial histórico además de conductas abnegadas y casi heroicas que, por definición, correspondería a la propia historia definir y no a la oficina de Comunicación Social de Los Pinos.
En este caso, los asesores presidenciales exhiben su desconocimiento de aquella máxima que reza "alabanza en boca propia es vituperio". De ello da cuenta la torpeza de las campañas propagandísticas previas al 1º de septiembre, que pretendiendo enaltecer a Vicente Fox lo demeritan ante los ojos de la ciudadanía y no contribuyen a que el jueves próximo tenga lugar en San Lázaro una ceremonia republicana tersa y apacible.