El autor chileno habla sobre su nueva novela El inútil de la familia
Añora Jorge Edwards cuando se escribía por amor a la literatura
Jorge Edwards es escritor desde hace más de cinco décadas, proviene de una época en la que no se hacían los libros para vender y conoce esa posibilidad de que la literatura lleve a la ruina, pero prefirió abandonar otras carreras, como la diplomática o la abogacía, para dedicarse a la escritura.
Ahora acaba de publicar su nueva novela El inútil de la familia (Alfaguara), en la que reconstruye la vida de su tío abuelo Joaquín Edwards Bello quien, en pocas palabras, fue la oveja negra de su familia y poco a poco se fue convirtiendo en mito.
"En la industria editorial se ha dado un cambio espectacular y no sé si me gusta mucho. A veces pienso que a lo mejor lo que podría haber hecho es haber sido abogado, estudié derecho y haber sido un escritor un poco clandestino, haber escrito para mí, de repente haber hecho una pequeña publicación de autor. La profesión literaria tiene el lado un poco feo y la profesión de pintor, me explicaba un amigo artista, más feo todavía", dice en entrevista con La Jornada el autor de Adiós poeta... y Persona non grata, y que en 1999 fue el primer escritor chileno en obtener el Premio Cervantes.
"Tengo cierta añoranza por esa época en la que el escritor era una persona que leía mucho, que escribía para sí y para tres amigos, y lo publicaba por si había un lector más, mi primer libro, El patio, lo publiqué con ese criterio: hicimos 500 ejemplares, vendí cien por anticipado a amigos y amigas y con eso financié los 500, después tuve que regalar como 50, el resto se vendió muy lentamente, fue un best-seller de 300 ejemplares. Le tengo simpatía a esa época, fue cuando me sentí mejor".
Joaquín Edwards, su tío abuelo, "escribía para su gente y contra su gente, eso es muy característico de él, que en cierto modo vivió a la contra, contra todo, porque tampoco entró finalmente en los grandes partidos políticos, o entró y se salió, fue un personaje contradictorio por definición, muy suicida hasta que se suicidó".
Sin embargo, aunque comparte con aquel el amor por la lectura, la fascinación por los viajes, por la belleza femenina -aunque con gustos diferentes- y el sentido de las fiestas -aunque él era un poco dramático-, hay dos elementos que los diferencian: Jorge Edwards es el menos suicida del mundo, su pariente se suicidó de un disparo a los 80 años, y la adicción a los juegos de azar.
"Yo firmaría un pacto con el demonio para vivir 500 años más, aunque después me tuviera que ir al infierno, y tampoco soy jugador como él, quien se lo jugaba todo, a mí me da mucho miedo. Pero me fascina su capacidad de jugárselo todo. Creo que la literatura tiene un poco de juego."
Para Jorge Edwards (Santiago, 1931) en la literatura se puede hablar mucho y de otras cosas, pero "a veces es un problema cuando los escritores sólo hablan de literatura, sólo saben de literatura y es interesante salir de la literatura a otras cosas, conocer el mundo de la aventura, de los caballos, hasta del futbol, aunque está tan manoseado".
Escribir El inútil de la familia fue un proceso largo que, al igual que su novela El sueño de la historia, que representó hacer a un lado el mito, seguir sus pasos, leer lo que leía y lo que escribió.
Todo eso "me divirtió mucho, pero me di cuenta de que la novela para mí puede ser ruinosa, porque una novela hay que escribirla rápido, entregársela al editor, vender mucho y volver a escribir; yo me demoré, mis viajes fueron caros, me tomé un tiempo que nadie se puede tomar hoy día. Por eso esta novela es ruinosa, al igual que El sueño de la historia, después le pagan a uno unos derechos, fui a declararlos a la oficina de impuestos y me dijeron que tenía que pagar 40 por ciento. Dije 'esto es la ruina por todos lados, mejor me pego un tiro', pero como no soy suicida no me lo pego".
Para ser escritor "hay que estar dispuesto a arruinarse, no se puede pensar en el dinero, tiene que pensar en que de alguna manera algo va a pasar, pero no escribir por dinero".