Usted está aquí: miércoles 24 de agosto de 2005 Mundo Nablus, ciudad militante que no acepta la ocupación de Israel

Daños de la incursión en el patrimonio de la humanidad

Nablus, ciudad militante que no acepta la ocupación de Israel

ANA LUISA VALDES ESPECIAL PARA LA JORNADA

Nablus-balata, 23 de agosto. Entro a la ciudad de Nablus, en el norte de Palestina, luego de pasar por varios controles israelíes. Viajo en un taxi compartido con chapas palestinas, conmigo viajan dos hombres que viven en el campo de refugiados de Balata -donde está el pozo en donde una samaritana le dio agua a Jesús y creyó que él era el Mesías- y una alemana casada con un palestino, invitada a un casamiento en Nablus.

Nos cuenta que es la primera vez que entra a Nablus sin tener que bajar por las montañas que rodean a la ciudad y que la han hecho siempre difícil de conquistar.

Fundada por los cananeos la ciudad ha sido romana y árabe, restos de anfiteatros y de hipódromos hablan de su antigua gloria.

Hoy la vieja Cahsba, uno de los mercados más antiguos del mundo, donde las caravanas se detenían a descansar y a hacer transacciones, muestra las huellas de las incursiones del ejército israelí. Columnas caídas, fachadas de mezquitas con orificios de balas, casas destruidas, a pesar de que esa parte de la ciudad es parte del patrimonio histórico de la humanidad, según declaración de la Unesco, no pudo detener el avance de los tanques y las aplanadoras.

Nablus es una ciudad militante, la ciudad no acepta la ocupación israelí y muchos me cuentan orgullosamente que jamás han estado en Tel Aviv ni usado el aeropuerto internacional de Ben Gurión para salir, prefieren tomar la ruta por tierra hacia el norte y viajar a través de Ammán, la capital de Jordania.

Nablus ha estado en casi permanente estado de queda por varios años, los habitantes de la ciudad tenían una o dos horas por día sólo para salir a comprar agua y comida. Amin Tuqan, el sobrino de la famosa poeta Fadwa Tuqan, me cuenta que ninguno de los trabajadores de su fábrica de jabones podía venir a trabajar, pero recibieron siempre su sueldo. La fábrica de jabones es del siglo XVI y sigue haciendo el jabón de aceite de oliva a mano, como se ha hecho ancestralmente.

 
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