Usted está aquí: miércoles 24 de agosto de 2005 Opinión Groserías

Armando Bartra

Groserías

1. En estos días se ha puesto de moda remacharnos los tres mandamientos de la "mera izquierda": que si las elecciones no son el aleph de la democracia; que si tener el gobierno no es tener el poder, pues en tiempos de globalización neoliberal los estados pueden poco; que si sólo cala y dura la política que se hace por abajo... De estas prédicas (inobjetables), originadas en el neozapatismo o su entorno, no me preocupa el plausible contenido cuanto la oportunidad y la circunstancia. Porque el ninguneo de los comicios, el Estado y la política institucional no ocurre en las alturas de la doctrina, sino a 11 meses de las elecciones más trascendentes de nuestra historia; en momentos en que el Estado mexicano enfrenta la disyuntiva de retomar su compromiso social o convertirse definitivamente en el crupier de las trasnacionales; cuando la izquierda gremial, civil y ciudadana necesita probar, incidiendo en los asuntos de arriba, la cantidad y calidad de la fuerza que por décadas hemos venido construyendo desde abajo.

2. Cierto, la discutible conclusión de que "allá arriba no hay nada que hacer" no es nueva; la acuñó Marcos desde 2001. Pero la "alerta roja" para consultar y arrancar la otra campaña no se decretó hace cuatro años, sino ahora, a 150 días de que inicie formalmente el proceso electoral de 2006. Y las mayores ráfagas contra López Obrador no se dispararon durante su gobierno, sino poco más de dos meses después de que un millón de mexicanos lo proclamaran en el Zócalo su candidato a la Presidencia. ¿De verdad alguien cree que el momento y la coyuntura de la Sexta no importan, pues se trata de una apuesta estratégica para muchos años? Y más sabiendo que su operador es un reconocido maestro del timing político.

Entonces, seamos claros: augurar que si gana "López Obrador nos va a partir la madre a todos", al tiempo que por escrito se afirma que el PRI es "el partido con más posibilidades de provocar una nueva revolución en todo el país" (La -imposible- geometría del poder en México) es apostar por la derrota de los engañosos reformistas y jugársela a la restauración pura y dura de viejo régimen..., segura antesala de la revolución. (Puede ser una mala lectura. Ojalá lo sea.)

3. Este es el exabrupto neozapatista. Esta es la "grosería" de Marcos que debiera preocuparnos. Lo otro no es más que alharaca mercadotécnica (decir que AMLO se ubica en el centro izquierda es verdad, pero no vende; en cambio, llamarlo fascista neoliberal y entenado de Salinas que nos la va a partir es falso, pero seguro sale en la tele). Porque para provocar una ruptura y polarización en el campo de la izquierda es indispensable la estridencia. Sobre todo cuando, a resultas del triunfo sobre el desafuero, la zurda social y la siniestra política comienzan a unirse en torno a un liderazgo y un dispositivo de fuerzas promisorios. Y es que si en 2005 derrotamos al PAN, al PRI, a la IP, a la jerarquía eclesiástica y a los medios electrónicos; además del presidente, la presidenta, los diputados y la Suprema Corte, chance y también en 2006 se nos haga ganarles las elecciones.

4. Ahora bien, conquistar la Presidencia de la República con un proyecto moderadamente nacionalista y justiciero, pero sin mayoría en el Congreso, con un banco central en manos salinistas y atados por compromisos comerciales inicuos como el TLCAN; y, por si fuera poco, arrastrando una economía reumática y una sociedad carcomida por el narcotráfico, no es precisamente una ganga. Así pues, quien diga que triunfando en 2006 todo será sencillo es un iluso o un mentiroso.

Pero la estrategia de avanzar por pasos tiene tradición entre nosotros. ¿O qué, alguien pensó que haciendo constitucional la ley Cocopa los problemas de los indios estarían resueltos? Claro que no. Y sin embargo en 1996 y 2001 luchamos por una reforma legislativa que, de haberse logrado, hubiese hecho menos ardua la construcción social de las autonomías. Y de la misma manera ahora luchamos por un gobierno progresista que nos permita pasar de la desgastante resistencia a la urgente reconstrucción nacional; tarea perentoria, prolongada y de alto grado de dificultad, que sólo nos saldrá bien si se emprende a la vez por arriba y por abajo.

 
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