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POLLITO A LA POLVAREDA | 22 de agosto de 2005 | ||
El pollo rostizado es un plato
tan común como las tortillas en las mesas mexicanas. Pero hay de
pollos
a pollos, y el lugar donde se adquiera puede hacer la diferencia entre
simplemente disfrutar de una comida o ingresar de emergencia al
hospital por salmonelosis, tifoidea, o algún otro mal causado
por
consumir un ave contaminada.
Los pollos rostizados, al igual que los tacos, tortas, quesadillas, tlacoyos y otros platillos de la dieta cotidiana, han sido sacados de los establecimientos cerrados y se ha reducido el cuidado de su preparación y manejo; ahora se ofrecen en pequeños locales improvisados en las aceras y puestos semifijos, que no reúnen las condiciones sanitarias mínimas, aunque en algunos casos pueden ser en verdad muy sabrosos. La oferta de pollos se ha incrementado en las zonas cercanas a estaciones del Metro en el DF, como Sevilla, Chapultepec, Zaragoza o Cuatro Caminos, y en general en paraderos, terminales de autobuses y otros sitios de gran afluencia de personas. Proliferan pequeñas rosticerías, sin espacio para mesas y sillas o, de plano, puestos ambulantes, como el de El Pollo de Oro, instalado sobre la acera de la calle Balderas, a la salida del Metro Juárez. Para
comer sano es buena la carne de ave. Y con poco condimento mejor.
Entonces, nada como un pollo rostizado. El crecimiento sin control de
establecimientos que los ofrecen ha hecho de su consumo un asunto para
verdaderos valientes.
Entre el humo de microbuses, combis y autos particulares, montones de tierra abandonados en las obras viales y rodeado de alcantarillas pestilentes, el cliente tiene que esperar de pie a que su pollo termine de dar vueltas en el rosticero mientras los vendedores le completan el paquete con tortillas, salsa y papas fritas, y manipulan indistintamente los alimentos y el dinero que cobran. La sola existencia de puestos semifijos de este tipo viola la Norma Oficial Mexicana 093-SSA1-1994, sobre prácticas de higiene y sanidad en la preparación de alimentos que se ofrecen en establecimientos fijos. Estos puestos, de acuerdo con un estudio de la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera y de Alimentos Condimentados (Canirac), operan al margen de toda supervisión sanitaria, tanto en las instalaciones como en los alimentos que expenden y el personal que los prepara. No son los únicos. Los pequeños locales en los que el rosticero ocupa casi todo el espacio y carecen de protección para los pollos, como Pollos Rey, pequeña rosticería ubicada a la salida del Metro Chapultepec, a espaldas de la Secretaría de Salud, tampoco cumple estrictamente la norma, pese a ser un local cerrado. Los pollos se preparan ahí prácticamente al aire libre, expuestos al humo, al polvo y hasta a los vapores de una alcantarilla situada a unos pasos del área en la que comen los clientes. Las condiciones de estos dos lugares no son la excepción, sino una constante en gran número de locales dedicados a la venta de alimentos, sobre todo los semifijos, en los que no existe control sobre el origen de la carne, el agua que utilizan para cocinar y lavar los utensilios, los vegetales con que preparan salsas y ensaladas, y hasta la higiene y el estado de salud de los vendedores. Si cree que el riesgo vale la pena por el precio de los pollos en la vía pública o en pequeños locales improvisados, se equivoca, porque en estos lugares el producto se cotiza entre 60 y 72 pesos, mientras en tiendas de autoservicio y algunas cadenas de panaderías cuestan entre 35 y 55 pesos §
PARA TOMAR EN CUENTA
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