Redes y zapatismo
El fin de semana pasado se celebró en la comunidad autónoma zapatista Javier Hernández la reunión de trabajo entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y los representantes de los pueblos indígenas que respondieron al llamado de la otra campaña y de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona.
En ella quedó claro que, hoy día, tres son los grandes ejes sobre los cuales se construyen las convergencias entre el EZLN y las 51 organizaciones referidas: la lucha por el reconocimiento del territorio indígena y por el control de sus recursos naturales, la demanda de reconocimiento de la cultura y de las formas de gobierno indígenas, y la exigencia de un alto a la represión y a la violencia ejercida contra las organizaciones, comunidades y líderes indígenas. Estas demandas-reclamos fueron expresados con diferentes palabras, pero siempre de manera enfática y, sobre todo, fueron pronunciadas por voces femeninas. Asunto relevante en un país en el que hasta hace poco los representantes campesinos e indígenas habían sido siempre hombres.
Las indígenas asistentes al encuentro señalaron repetidas veces la importancia que ha tenido la lucha de las mujeres zapatistas para sus propias luchas. Hombres y mujeres coincidieron en afirmar la necesidad de avanzar en la construcción de autonomías y de resistencias, así como en la urgencia de fortalecer los movimientos que van en contra de las diferentes expresiones que ha tomado el neoliberalismo en el campo y en la ciudad. La convergencia de todas estas demandas nos recuerda una de las cualidades que ha distinguido al zapatismo: su naturaleza de red de movimientos, organizaciones e individuos. Sin duda, la clave de la construcción de esas redes ha sido la posibilidad de lograr amplias y diversas convergencias y alianzas, que han tenido sus altas y bajas, sus grandes momentos y sus grandes rupturas. Se han expandido y se han contraído. Se han fortalecido y se han debilitado.
Así pues, los nodos que hoy componen la nueva red sociopolítica EZLN-pueblos indios no nacieron el sábado pasado, sino que provienen principalmente de dos fuentes: del Congreso Nacional Indígena y, a su vez, del movimiento indígena, sobre todo de los años 90. Así lo expresaron en sus intervenciones los representantes de comunidades y asociaciones (civiles y políticas) indígenas. La mayoría hizo referencia a su participación en la marcha zapatista de 2001 y a la visita realizada por el EZLN a sus lugares de origen durante esa marcha, legitimando así un caminar juntos y una historia de lucha compartida.
Lo que más llamó mi atención fue lo importante que resultó para los indígenas que respondieron a la convocatoria del EZLN que la otra campaña sea un espacio de construcción desde abajo, donde todos "puede decir su palabra", en donde ésta es escuchada y tomada en cuenta, sin llegar a ser, dicen, aplastada por la palabra o la acción del líder, del partido, del gobernante o del político. Esto, que puede sonar a algunos como pura retórica, no lo es para los ahí convocados, pues para ellos las asambleas, los acuerdos y los consensos son el "pan de cada día". Esto no quiere decir que no existan facciones, luchas de poder o jerarquías en sus comunidades u organizaciones, claro que existen, pero el espíritu, la práctica y la ideología que les rige es la búsqueda de la resolución del conflicto vía las asambleas, el consenso y el acuerdo. Sobre esa base es que se busca construir, en la otra campaña, la "otra política", y sobre esa base es, en mucho, que se construyen las divergencias con el ritmo y el quehacer propio de los partidos políticos y las democracias electorales.
En esta coyuntura, el EZLN se encuentra en un momento privilegiado de reconstitución de alianzas y estrategias para reposicionarse, sobre todo, en el plano nacional. En concreto, la otra campaña depura, obliga a definiciones y a la construcción de alternativas. Construcciones ahora marginales, dado que la atención y la acción de las mayorías está puesta en las elecciones, los partidos y los candidatos. De hecho, en la otra campaña la construcción colectiva de alternativas aún está marcada por la denuncia y el reclamo, pues apenas se empiezan a rearticular los actores (que ya es mucho en política) y poner sobre la mesa las propuestas para la convergencia. Entre ellas, este fin de semana se mencionaron las siguientes: "avanzar en un solo pensamiento por la humanidad y en contra del neoliberalismo"; avanzar como pueblos indígenas, sin perder esa especificidad; favorecer el modo indígena que tiende a lo colectivo y no a lo individual; hacer avanzar las luchas de las mujeres indígenas y las luchas por la autonomía.
Para las organizaciones indígenas que han suscrito la Sexta Declaración (y no sólo para ellas, sino para todos aquellos que la hemos suscrito), muchos son los retos que se tienen por delante: quizás el más inmediato y evidente es lograr ir más allá de la polémica AMLO-Marcos, PRD-Marcos, no porque no sea relevante -al contrario, como señaló Luis Hernández, el pleito no "es una cuestión de rivalidad personal" ("La foto rota", La Jornada, 16/8/05)-, sino porque ella representa sólo un aspecto del debate EZLN-partidos políticos-proyecto(s) de nación. Pero además, cómo lograr que la otra campaña sea a más de nacional y crítica, alternativa, propositiva y creativa, de tal manera que llegue a estructurar estrategias y acciones que contribuyan a hacer avanzar al país en el corto, mediano y largo plazos. Queda por construir el cómo lograr que los esfuerzos de los zapatistas y sus seguidores repercutan de manera positiva en los diferentes niveles, ritmos y actores políticos, ya que los zapatistas y sus redes tienen como meta abonar en la dirección de un cambio estructural, cultural y sistémico.
* Doctora en antropología por la Universidad de Manchester, investigadora del CIESAS