Editorial
Retirada de Gaza, oportunidad para la paz
Se abre una esperanza para la distensión en el conflicto entre Israel y Palestina. Ayer lunes, el secretario general de la Organización de Naciones Unidas, Kofi Annan, señaló que la retirada israelí de la franja de Gaza constituye "un momento prometedor y de esperanza" para la región, ya que podría dar un nuevo impulso al llamado mapa de ruta, iniciativa para reactivar el proceso de paz. El domingo el ejército de Israel comenzó la evacuación de 21 asentamientos judíos en Gaza y otros cuatro en Cisjordania, dos territorios palestinos ocupados desde la Guerra de los Seis Días, en 1967.
"No podemos tener a Gaza para siempre. Más de un millón de palestinos viven allí y duplican su número con cada generación", declaró el primer ministro Ariel Sharon. Esta decisión ha provocado fuertes tensiones con una parte de los colonos, apoyados por los sectores ultranacionalistas de Israel.
El también conocido como plan de desconexión implica desalojar a unos 8 mil 500 colonos de Gaza, donde habita un millón 400 mil palestinos. El gobierno de Sharon encomendó a 40 mil soldados y policías para evitar incidentes, quienes a partir de este miércoles podrán utilizar la fuerza para evacuar a los colonos reticentes. Además, 7 mil 500 policías palestinos se encuentran al otro lado de los asentamientos para impedir ataques de grupos armados. Todo el proceso tomará de tres a cuatro semanas, más otras seis para demoler las casas y trasladar los puestos militares. Aunque la franja de Gaza será entregada a los palestinos, Israel conservará el control de las fronteras, el espacio aéreo y el mar territorial.
Uno de los obstáculos a superar es la oposición de los extremistas judíos, quienes sostienen que esas tierras les fueron concedidas por Dios. Unos 4 mil radicales se infiltraron en Gaza durante semanas recientes para respaldar a los colonos que se resistan a irse; éstos han levantado barricadas para impedir el ingreso de los soldados.
Por otra parte, las autoridades israelíes temen que los ultranacionalistas provoquen a los musulmanes mediante atentados en mezquitas de Jerusalén y otros lugares santos del Islam. Este peligro es real, no sólo en Gaza, sino en todo el territorio de Israel: el martes 2 de agosto un soldado israelí que desertó abrió fuego dentro de un autobús en protesta por la retirada y mató a cuatro palestinos.
Asimismo, la semana pasada los servicios secretos de Israel advirtieron a Sharon que podría ser blanco de un atentado perpetrado por extremistas judíos: "Primero fue Rabin, después vendrá Sharon", se leía en pancartas exhibidas durante protestas contra el retiro.
La resistencia palestina es otro factor a tomar en cuenta. Tanto las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa como los grupos Hamas y Jihad Islámica descartaron desarmarse tras el repliegue israelí, pues reclaman el desmantelamiento de todos los asentamientos en territorios ocupados. De hecho, este reclamo es compartido por el presidente palestino Mahmoud Abbas: "La retirada israelí que ha comenzado hoy (lunes) es un paso importante e histórico que no sólo debería llevarse a cabo en Gaza, sino también en Cisjordania y el resto de las tierras para alcanzar las fronteras de 1949". En este contexto, algunos analistas han denunciado que la desconexión es una estrategia del gobierno de Sharon para conservar la mayoría de los 120 asentamientos en Cisjordania donde 230 mil colonos cohabitan con dos millones 400 mil palestinos y Jerusalén.
Aun así, el desalojo de Gaza es un paso adelante en el proceso de paz. Se trata, pues, de una oportunidad que todos los actores deben aprovechar para terminar de una vez por todas con un conflicto que ha mantenido en vilo a la comunidad internacional durante décadas y que representa una de las principales amenazas para la paz mundial.