Presionan la economía, dice el secretario del Tesoro de EU
Negativos, los altos precios del petróleo: John Snow
Nueva York, 14 de agosto. La actual subida de precios del petróleo no se detiene, y aunque la economía parece haber digerido hasta ahora la creciente factura, empiezan a surgir las voces de alarma y el recuerdo de que en el pasado las grandes recesiones fueron acompañadas de altos precios del crudo.
El viernes el petróleo batió un nuevo récord -como cada día de la semana- y cerró a 66.86 dólares el barril en Nueva York.
La marcha imparable hacia la marca de los 70 dólares -que podría ser sólo una etapa hacia otras cifras redondas- fue recibida negativamente por la bolsa y los indicadores económicos.
Washington anunció que los datos de la balanza comercial son peores de lo previsto; decreció la confianza de los consumidores estadunidenses -hipersensibles a un precio de la gasolina que sigue siendo inferior al de gran parte del mundo-, y Wall Street cerró a la baja.
Sin embargo, no parece haber unanimidad sobre los efectos del alza sin freno del crudo.
"Los precios no cesan de aumentar y eso incrementará la presión sobre la economía en el curso del verano. El petróleo podría tener un impacto importante en el conjunto de los indicadores en los dos meses venideros", dijo Steven Wieting, de Citigroup.
El economista de Lehman Brothers Drew Matus puso cifras a esa inquietud y estimó que el crecimiento del PIB en el segundo trimestre "será de 3.7 por ciento en vez del potencial 4 por ciento que esperábamos".
"Hasta ahora la economía ha absorbido bien estos altos precios y creo que podemos continuar haciéndolo. Pero ciertamente no ayudan, son negativos para la economía", dijo el secretario del Tesoro, John Snow.
El aumento veloz de los precios azuza el recuerdo de las crisis petroleras sufridas en 1973, por el embargo del petrolero árabe, 1979-80, tras la revolución iraní y, 1990, después de la invasión de Kuwait por Saddam Hussein.
Sin embargo, aunque los precios actuales son 164 por ciento superiores a los de agosto de 2002 -cuando el barril se pagaba a 25 dólares-, siguen estando unos 13 dólares por debajo de los de 1979, cuando -ajustándolos a los niveles de inflación-, alcanzaron los 80 dólares.
Si en aquella crisis la escasez jugó un papel determinante, en el contexto actual la fuerte demanda parece ser el factor determinante.
Al margen de su indudable impacto en sectores vitales como los transportes, el hecho de que la economía mundial esté pidiendo más leña y que los productores estén en disposición de satisfacer su hambre es la cara positiva del aumento de los precios.
En ese contexto, hay quien sostiene que, en ausencia de crisis, la escalada de los precios no tiene por qué ser tan alarmante como fue en otras épocas.
Así, en su comentario financiero semanal, la revista The New Yorker dijo que "no puede ser 1974 para siempre".