Para ser rasta no se necesita ser negro ni fumar mota; se lleva en el corazón, expresó
Alpha Blondy brindó un concierto vitalista y de revaloración del reggae
Pese a lo breve, la cita en el Salón 21 fue memorable por la fuerza y equilibrio escénico del músico
Esta vez la diligencia de un elemento de seguridad hizo posible la entrada de algunos reporteros
Con música versátil que tiene su base en el root reggae y ciertos ritmos tribales de Africa del este, y una postura ideológica que combina política y religión con claros mensajes sociales que incluyen el cuestionamiento hacia ciertos valores occidentales, se presentó la noche del viernes, en el Salón 21, Alpha Blondy, la más grande figura del reggae actual, en opinión de muchos. Lo suyo, a pesar de la brevedad del concierto (duró poco más de una hora), fue memorable, ya que brindó lo mejor de sí, con fuerza, entrega y equilibrio escénico.
El cantante de Costa de Marfil, que tuvo que luchar durante las primeras ocho canciones contra una pésima sonorización y el cansancio y adaptación al cambio de horarios que impone un viaje trasatlántico (venía de París y arribó apenas un día antes de su presentación), dio un espectáculo vitalista y de revaloración del género jamaiquino
Debido a la inoperancia de los encargados de prensa de OCESA, algunos colegas y este tecleador entramos ya comenzado el concierto y gracias a un elemento de sguridad que permitió el ingreso. Alpha Blondy ya estaba en escena avivando las brasas del fuego de la reggae music con el potente acompañamiento de los Solar System (renovados en su plantilla). Había arrancado con el instrumental Jah houphouet boigny nous parle y declamado el Salmo 23. Para el momento en que pasamos al interior del salón andaba montado en su caballito de batalla, Cocody rock, tema que le abrió las puertas al mundo, y escucharlo en directo es algo similar a una bendición divina, más aún cuando el artista se mantiene fiel a la versión original del disco.
El público, unos 4 mil según informaron, jameaba como loquito. Las fachas de siempre, los trapos de siempre y los "¿qué pedo?" de siempre al ser revisados en la entrada. La inspección fue exhaustiva, el fin: no permitir la introducción de armas y estupefacientes. Lo primero era, digamos, improbable si partimos del hecho que la comunidad reggaecera propone la paz y el amor como vías para confraternizar, pero qué tal la motita. El olor a ganja no era perturbador, pero su aroma estaba presente en cada esquina y espacios ocultos del salón; como se sabe la yerba es en buena medida parte del ritual rasta. Sólo que, como dice el buen Alpha, ni el pitillo de cannabis, ni los dreadlooks postizos/hechizos tienen que ver con una vocación rasta.
"No se disfracen ni tomen actitudes raras para parecer rastas", ha dicho el considerado Bob Marley africano. "Para ser rasta no es necesario fumar mota ni ser negro o cargar largas trenzas. El ser rasta se lleva en el corazón".
Algo para tener en cuenta, sobre todo cuando viene de un músico que no consume drogas y practica el sistema de creencias socio-político-religiosas proveniente de Jamaica. Un mensaje directamente apuntado para aquellos reggaeceros que parecen creer que el consumo recreativo de cannabis y el peinado hacen a la religión.
Repertorio místico y político
La fiesta que había dado inicio pasadas las 21:30 horas se fue calentando tras resolver (a medias) el problema de la sonorización. En su primera parte, Blondy había abordado su repertorio más místico y político, ofreciendo temas como Come back Jesús, Jah Glory, Benediction, God is one, Les imbeciles, Sebe Aleye y Politiqui, una de las canciones con más tendencia reggae. En la segunda sus propuestas fueron más festivas, logrando con ello una mayor comunicación.
A esa altura de la noche y con el público bien calientito permitió que sus músicos, 11 en total y de diferentes nacionalidades, incluyendo a las voces de apoyo, descargaran de manera individual al ser llamados por sus nombres. Trombones, trompetas saxos, teclados y guitarras derrochaban sonoridad, en tanto el gentío les animaba reconociendo sus valores.
Blondy, quien había desaparecido del escenario, volvió, ya para la parte final, con Brigadier samary, una vieja canción que dedicó al policía que en su juventud le propinó una paliza que casi lo manda al cementerio. El cantante se volcaba literalmente sobre las primeras filas para acercar el micrófono a sus seguidores, y éstos le respondían lanzándole objetos fetiche, como collares, bufandas rasta y hasta una gorra de beisbol que el artista utilizó durante el resto del concierto y que además ayudó a realzar su trenzada cabellera.
El concierto, que mantuvo en todo momento buen ritmo y que dejó buen sabor de boca, pese a los problemas de audio del inicio, pudo haberse prolongado más allá de los 75 minutos cronometrados que duró. La lista de grandes temas creados por Alpha Blondy es larga, y unas cuantas canciones adicionales habrían dejado una huella aún más profunda en el recuerdo de los asistentes. Pero dicen que el buen Alpha estaba muy cabreado por el trato que le había dado la empresa organizadora del concierto y prefirió marcharse.
A las 22:48, el cantante y su banda se retiraron sin conceder el pilón, y eso molestó a un sector del público que como muestra de su inconformidad arrojó todo tipo de objetos al escenario, mientras unos apresurados técnicos retiraban los micrófonos.
Más allá de esta legítima molestia, la gente en general salió satisfecha. Obtuvieron lo que fueron a buscar: mística y música por medio de un artista reggae que desde la Madre Africa llegó por tercera ocasión para recordar que Jah es uno y que la paz tiene que ver con la armonía y tolerancia entre los seres humanos.