Con el espectáculo Un rato para imaginar, las risas de los niños llenaron el escenario
Cuentos y música quitan solemnidad y desacralizan al Palacio de Bellas Artes
Con un ambiente más propio de una kermés, la fantasía sólo duró una hora
Ampliar la imagen El grupo C�aro y Mario Iv�Mart�z lograron que el Palacio de Bellas Artes se llenara de risas de ni� con lo que el recinto perdi�s aires de solemnidad FOTO Mar�Luisa Severiano Foto: Mar�Luisa Severiano
Pocos son los días como el que se vivió este sábado en el Palacio de Bellas Artes. Fue la caída de un mito. Un mito negativo en el que este recinto, catalogado como el máximo escenario cultural de México, perdió su habitual y expelente solemnidad aristocrática para verse transformado en un amable sitio de recreación.
Como toda fantasía, sin embargo, fue algo fugaz. Apenas una hora, lo que duró el espectáculo Un rato para imaginar. Cuentos de dulce, simpático y entretenido collage de música y narraciones protagonizado por el grupo Cántaro y el actor Mario Iván Martínez.
¿Sagrado, frío, sobrio, temible? ¡Nada de eso! La monumentalidad marmórea del Palacio de Bellas Artes no achicó a los niños que llenaron la sala principal del inmueble y que rieron y disfrutaron con ganas, sin ningún tipo de inhibición y prejuicio, con la triada de historias ofrecida por ese grupo de neojuglares.
Fue sorprendente y maravilloso verlos llegar al recinto, algunos a tiempo, y otros corriendo, prácticamente en el aire, jalados por sus padres, preocupados porque la función estaba a punto de comenzar. La gran mayoría con cara de ilusión y emocionados,
Contrario a la acartonada rigidez de las convenciones que a veces limitan la capacidad de goce de un concierto o de una función de ópera, pequeños y familiares que los acompañaban no pocas veces se desternillaban en contagiosas risas, o exclamaban "uussss" en espontáneos coros cuando alguna escena o acción les conmovía.
Un rumor de alegría, cuchicheos, ingeniosos y simpáticos comentarios se deslizaban a cada rato de y entre las butacas, lo mismo que generosas y estridentes ovaciones cuando Mario Iván y los músicos concluían una de las historias o éstas llegaban a un momento climático.
Paisaje sonoro más propio de una kermés, una escuela en horario de recreo o un jardín o parque público en periodo de vacaciones. Se escuchaba la diversión por aquí, por allá y acullá, aunque también, de vez en vez, uno que otro malcriado chillido ensordecedor, o una manifestación de fastidio; los menos.
En tanto, sobre un escenario decorado a la usanza de aquel añorado Teatro Fantástico, del grandísimo Enrique Alonso Cachirulo -con vistosas flores de papel, gigantes caramelos por doquier y un sol sonriente-, los cinco integrantes de Cántaro y Mario Iván Martínez hacían verdaderos malabares de fantasía e imaginación.
Primero, una historia porfiriana, la de un chivito que, merced su ingenio y la ayuda de algunas piedritas en unos buñuelos, dejó chimuelo a un lobo aprovechado. Le siguió la tragicómica anécdota de un insomne ratón.
Y, por último, el cuento El niño de mazapán, una especie de Pinocho, pero hecho con dulces, cuyo duro corazón de almendra amarga es redimido por las dulces lágrimas de su madre, personificada por la actriz Margarita Isabel, quien participó como invitada.
Vítores, olas de aplausos, risas y uno que otro grito de viva pusieron el punto final a este emotivo encuentro recreativo. Niños y adultos salieron de la sala con amplias sonrisas enarcando sus rostros.