Usted está aquí: domingo 14 de agosto de 2005 Opinión Tlalpan y el agua

Angeles González Gamio

Tlalpan y el agua

Hace pocos años mencionamos en estas páginas la constitución del Consejo de la Crónica de Tlalpan. Es muy grato advertir que a partir de su creación ha estado muy activo; en la hermosa Casa de las Campanas, los próximos 16, 17 y 18, de las 16 a las 21 horas, va a llevar a cabo el segundo Encuentro de Cronistas del Sur, con el tema: El agua en la vida social y económica de los pueblos, ranchos y haciendas del sur de la ciudad de México, en el periodo 1521-1950. Como el año anterior, en la organización del encuentro participan también el Fideicomiso Tlalpan, la delegación y la casa sede.

Tres expertos en la materia van a impartir las conferencias magistrales: el arquitecto Jorge Legorreta, el ingeniero Luis Everaert Dubernard y el químico Luis Manuel Guerra; además participan cronistas e historiadores de la demarcación y zonas aledañas.

El encuentro da ocasión para darse una vuelta por el centro histórico del viejo Tlalpan, recorrer sus estrechas calles, que conservan un delicioso aire provinciano, y admirar la bella arquitectura que aún conserva en magníficas casonas, antiguos conventos y templos.

Otro atractivo es admirar la Casa de las Campanas, sede del encuentro, que antiguamente fue el convento de las madres capuchinas. En este lugar fue priora la célebre madre Conchita, de quien se dice que fraguó el asesinato de Alvaro Obregón, que ejecutó León Toral, lo que le valió ser enviada a las Islas Marías. Tres años antes del crimen, por las pugnas entre el gobierno callista y la Iglesia, ella y sus monjas fueron sacadas del convento y llevadas en desfile por las calles de Tlalpan hacia la estación del tranvía, para trasladarlas por ese medio a la delegación de policía, que se encontraba en las calles de Revillagigedo, en el ahora llamado Centro Histórico, donde fueron apresadas.

Actualmente la bella construcción, con su amplio patio y generosos espacios, está convertida en un centro cultural que además cuenta con un excelente restaurante con su cheff italiano, que prepara sabrosos platillos. Muy recomendables la crema de cuatro quesos, el fusilli con camarones y salsa de chipotle, o un pato rostizado a las finas hierbas. De postre, en un restaurante italiano es de ley el tiramizu.

Para presupuestos modestos, el activo cronista Salvador Padilla, autor por cierto de un ilustrativo libro sobre Tlalpan, recomienda los puestos de comida del mercado de La Paz, inaugurado por Porfirio Díaz en 1900.

Las quesadillas de flor de calabaza, queso y hongos, son para chuparse los dedos. Si de plano el bolsillo está prácticamente vacío, queda la opción de comprar unos bolillos crujientes y doraditos en la panadería La Montañesa, situada enfrente del mercado, y rellenarlos con queso, cilantro y aguacate y acompañarlos con un refresco Jarritos de su sabor preferido.

En cualquiera de esas opciones gastronómicas, un buen tema para platicar es recordar nuevamente algo de la añeja historia de Tlalpan, ya que data de alrededor de los años 1000 a 600 AC, cuando se estableció en ese sitio un industrioso pueblo, que ahora conocemos como Cuicuilco. Rodeados de bosques pero alejados de las lagunas que daban fertilidad a los pueblos cercanos a ellas, los cuicuilcas diseñaron ingeniosos sistemas de riego para dar vida a terrazas en las que sembraban maíz, chile, amaranto y calabaza, con tan buenos resultados que generosos excedentes les permitían comerciar con las comunidades aledañas.

Esto les llevó desarrollar una próspera cultura que edificó magníficos templos y casas bardadas, con patio y pozos-bodega de forma acampanada. Estaban en su apogeo cuando sucedió un cataclismo natural que, a la manera de Pompeya y Herculano, habría de desaparecerlos de la noche a la mañana: la erupción del Xitle, pequeño volcán al pie del Ajusco, cuya lava ardiente se deslizó lentamente por la ladera de la sierra, a una velocidad de 10 metros por hora. Tardó cerca de cuatro años en enfriarse; primero se solidificaron las capas exteriores, mientras en el interior la lava continuaba fluyendo, dejando al enfriarse, en distintos tiempos, multitud de cavernas, lo que dio origen al nombre de San Agustín de las Cuevas, nombre antiguo de Tlalpan.

A principios del siglo XX, importantes excavaciones sacaron a la luz la cultura de Cuicuilco. Los primeros trabajos los realizó Manuel Gamio en 1917, y le sirvieron de base para caracterizar el que denominó periodo "arcaico. Nos vemos en el encuentro.

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