Usted está aquí: domingo 14 de agosto de 2005 Opinión El nudo gordiano electoral

Guillermo Almeyra

El nudo gordiano electoral

En un reciente artículo en La Jornada, Raúl Zibechi escribe que "el problema común que atraviesa en este momento a los movimientos es cómo evitar que la potencia de la movilización (se refiere a la que derribó dos presidentes en Bolivia) se disuelva en las urnas". Y más adelante: "El problema no se resuelve con un instrumento político sino con la creación de una nueva cultura en la que el poder resida en las bases y se ejerza de forma rotatoria. El terreno electoral no parece el más adecuado para dar vida a esa nueva cultura política, y quizá tampoco lo sea el insurreccional. Se trata de un largo y doloroso proceso, en el que prácticas comunitarias que ya existen en la vida cotidiana se expandan y multipliquen hacia el resto de la sociedad, hasta volverse sentido común".

La primera frase es un diagnóstico acertado sobre el problema central que enfrenta la sociedad boliviana, y la segunda contiene un ciento por ciento de verdad ya que, en última instancia, nos remite a un sistema social sin conflictos de clase y con alto nivel general de cultura, que algunos llamamos socialismo y otros Reino de los Justos.

Sin embargo, hay un pero. Estamos en una sociedad dividida en clases y los explotadores se niegan a dejar de explotar, los opresores a dejar de oprimir y los racistas a dejar de considerar inferiores a los indios, los extranjeros y quienes no les gusten. Las clases dominantes se apoyan en buena parte de las clases subalternas (incluso de los más explotados) y sacan provecho de la promoción de la ignorancia mediante sus instrumentos mediáticos y estatales, y de la miseria misma que ellas provocan y que mina la capacidad de autorganización, la confianza, la autoestima y la capacidad de comprensión de sus esclavos (a lo que habría que agregar los daños a la capacidad física y síquica producidos por siglos de subalimentación y enfermedades). La "nueva cultura" sólo puede surgir del conflicto, de la victoria en éste sobre quienes tratan de perpetuar la vieja cultura de clase, con sus jerarquías, su sistema de jefes, caciques, y de poder sobre la gente. O sea, de un cambio de régimen que no puede ser indoloro y gradual, porque lo viejo tiene el Estado y el dinero y no se deja enterrar vivo de a poquito. Si la construcción de partidos se basa en la delegación de responsabilidades, y diferencia los líderes que deciden de una "base" que sólo aprueba o rechaza las decisiones de aquéllos, la insurrección a su vez exige un mando centralizado, con gran margen para la clandestinidad para evitar la reacción preventiva del enemigo. O sea, jefes carismáticos. Es decir, que la vía legal afirma desigualdades al igual que la revolucionaria. ¿Qué queda, entonces: la parálisis política y social, dar por perdido todo, adaptarse a lo que el capitalismo quiera dar, retirarse a una ermita en el desierto? Zibechi habla de "nudo gordiano". Este no se podía desatar, pero Alejandro resolvió el problema cortándolo con su espada. La solución está en la acción. Y ésta, siempre, lleva a ensuciarse las manos, a enlodarse, a resolver los dilemas partiendo de la realidad de modo innovativo. Esa realidad, en Bolivia como en México, consiste en que la inmensa mayoría de la población y de las clases subalternas todavía cree en el sistema capitalista, no desea una insurrección y la guerra civil y, en cambio, espera defender lo que queda de su nivel de vida y de sus siempre menguantes conquistas sociales por la vía legal (la del poder actual) y ve las elecciones como una forma de expresarse y de pesar en la vida pública. El hecho de que, al votar por partidos que no quieren cambiar el sistema, lo refuercen, y de que los votantes tengan ilusiones, es sin duda fundamental Pero así es como ven lo que se puede hacer, ese es su nivel de comprensión y de conciencia y, si se quiere ayudarles a obtener "otra cultura", de ahí hay que partir.

¿Cómo no reforzar las ilusiones en partidos como el PRD, que no ponen en cuestión el sistema capitalista y cuyos dirigentes sólo esperan repartirse las migajas del poder? ¿Cómo no dar un cheque en blanco a un dirigente carismático, candidato a salvador, como Andrés Manuel López Obrador? Organizando un amplio frente social por las necesidades centrales de quienes forman la mayoría del país y, por lo tanto, de éste. Con elecciones o sin ellas, pero sin desconocerlas, porque a los problemas que pretenden solucionar de modo indirecto y falso hay que darles soluciones reales en la lucha, que modifica y construye conciencias, y en el cambio de relaciones políticas y de fuerza en el territorio. A quienes esperan del voto hay que decirles "¡autorganízate para controlar que se respete tu voluntad!" y "¡luchemos juntos por las reivindicaciones comunes antes de las urnas y después de ellas!" Las elecciones son importantes, aunque secundarias, y lo fundamental es la independencia política de los trabajadores y resolver la cuestión del agua, de la justicia, imponer la libertad de los presos políticos, duplicar los salarios chinos que padecemos, imponer los derechos de los indígenas, respaldar la producción de los campesinos, salvar el ambiente, impedir la privatización del petróleo y de la energía eléctrica, establecer alianzas con Cuba, Venezuela y el Mercosur para romper la dependencia del imperialismo. Independientemente de si se vota o por quién se vota, hay que encarar todos juntos estos problemas.

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