Al escribir su nueva novela, editada por Alfaguara, entró a ''un ámbito de libertad''
Aurora Clavel explora los rituales y los espacios más íntimos de la masculinidad
La protagonista de Cuerpo náufrago ''establece una fetichización con los mingitorios''
Ampliar la imagen "Somos cuerpos encarcelados por nuestras mentes. S�cuando el deseo se abre paso, florecemos", sostiene Aurora Clavel FOTO Jos�ntonio L� Foto: Jos�ntonio L�
Durante 27 años, Antonia ha sido mujer. Una mañana, al despertar, encuentra implantada entre sus piernas la señal inocultable de su nuevo sexo: un pene en lugar de vagina. A partir de ese momento inicia la exploración de los rituales de la masculinidad y de sus espacios más íntimos.
Intrigada desde niña por la naturaleza de ''esos seres que, suponía, eran más completos y libres que ella", Antonia (o Antón) se ve entonces ante la oportunidad de ser como ellos, para terminar descubriendo su vulnerabilidad.
En otro plano, la experiencia también le permite afirmar que más allá de la apariencia, la identidad sexual se define por el deseo: ''Somos cuerpos encarcelados por nuestras mentes. Sólo cuando el deseo se abre paso, florecemos".
Tal es la tesis que permea Cuerpo náufrago, la novela más reciente de Ana Clavel (DF, 1961), llena de interrogantes y atisbos sobre lo que en el ámbito de lo práctico y lo simbólico implica habitar un cuerpo de hombre.
''Es una novela fálica, no sólo porque el personaje se transforma en hombre, sino porque Antonia cree que al encarnar esa fantasía se vuelve más completa y libre, y eso le permite apropiarse de un poder para hacer, para vivir, para desear, para experimentar su gozo, para descubrir el deseo del otro."
-En el proceso de la escritura, ¿qué fue pensar y sentir como hombre?
-Fue habitar un espacio de libertad. Me tuve que poner en el cuerpo de Antonia. Lo que le sucede es que, al abrirse a su deseo, va descubriendo su propia y diversa sexualidad. No fue tanto entrar a una cuestión sociológica del género, sino a algo que está más allá de las clasificaciones esencialistas.
-¿Hizo muchas preguntas entre hombres o tiene una gran intuición sobre lo que es vivirse como hombre, corporal y emocionalmente?
-Fue un gran reto. Por supuesto que ha habido narradoras que asumen en primera persona la voz masculina, pero como aquí una mujer se despierta habitando el cuerpo de un hombre, te permite indagar de una manera más radical en la transformación.
''Tuve que poner mucha atención porque hay muchos rituales y espacios de la masculinidad expuestos en la novela: la complicidad, la conquista de las mujeres, qué se siente tener una erección, los comportamientos en los baños públicos."
Descubrimientos más que juicios
En Cuerpo náufrago (Editorial Alfaguara), Antonia no juzga el comportamiento sexual de los hombres, no enjuicia su deseo: ''Explora, se abre a esa posibilidad. No es que nazca en un cuerpo equivocado, ni que sea homosexual, su motor inicial es conocer del deseo de los hombres.
''Más que envidia por el pene -recordando al abuelo Freud- Antonia siente fascinación, disfruta una experiencia gozosa que le permite indagar sobre esos seres que le resultan tan interesantes y miteriosos.
''Al final se deslizan descubrimientos más que juicios, porque mucho de lo que intenta la novela es interrogar más que dar respuestas."
En Cuerpo náufrago, la protagonista rinde culto casi fetichista a los mingitorios, uno de los espacios de mayor intimidad masculina: ''Antonia establece una relación hasta erótica con ellos; si no se tratara de una mujer transformada en hombre, no hubiera podido descubrir, indagar, suponer, imaginar esa especie de fetichización o de antropología de un imaginario sexual que está ahí, presente".
Y si nos ponemos esencialistas, diríamos que ''los mingitorios son femeninos, receptáculos, matrices, fuentes, flores, gineceos, bocas, vaginas".
Esta suerte de tratado de los mingitorios se complementa con una serie de fotografías de ese ''mundo raramente visitado por el sexo femenino".
Varias de esas imágenes fueron tomadas por la propia Ana Clavel: ''Sí, son muy sensuales, una se queda pasmada por lo sugerente del utensilio, todo eso en lo que un hombre no repara porque es un objeto de su mundo cotidiano".