Empezar
por la familia
Por
Sandalo Gálvez
“¡Para que lo sepas, sí soy gay!”, soltó el
hijo. La madre sale de la habitación y vuelve con una botella
de alcohol y unos cerillos. Vacía la botella encima de él
mientras le dice: “te prefiero muerto que pasar la vergüenza
de tener un hijo depravado”.
Lo sospechaba, por eso contrató a un investigador privado. Una
tarde recibió una llamada: “su hijo está en un hotel
con otro hombre”. El padre, un prominente político, irrumpió en
la habitación del hotel y golpeó al hijo hasta mandarlo
al hospital.
“
Las señoritas decentes no andan por ahí exhibiéndose
con sus amigas, abrazadas todo el tiempo. La gente puede empezar a murmurar
que eso es más que amistad, y de ninguna manera voy a permitir
que se ponga en entredicho nuestra honorabilidad. A ver si ya vas trayendo
a tu novio a la casa para que lo conozca la familia”.
Estas tres historias son reales, son experiencias de personas que
han vivido situaciones de intolerancia por la manera de vivir su
orientación
sexual. Esta incomprensión puede presentarse de manera agresiva,
aun dentro de la familia directa, que muchas veces suele convertirse
en invasora de la intimidad.
Con los jóvenes se hace más evidente la intromisión
en la vida privada, sobre todo cuando se sospecha que estás transgrediendo
alguna norma. La típica creencia de que ser joven es sinónimo
de desorden, violencia, agresividad, infracción y desenfreno,
hace que muchos adultos consideren que tienen una responsabilidad, e
incluso la obligación, de “conducir” el estilo de
vida de los jóvenes que no se ajustan a lo que ellos consideran
correcto. Esta idea suele traducirse en presión y, a veces,
en franca violencia.
Los ejemplos mencionados son situaciones que, aunque te suenen exageradas,
no son tan lejanas. Posiblemente las has vivido tú o alguien cercano.
Muchas veces podemos pensar que “así son las cosas”,
con lo que damos validez a muchas acciones discriminatorias, violentas
y homofóbicas. Tal vez no hemos aprendido a identificar que
el acoso por ser diferente es un atentado contra la libertad de cualquier
persona.
Estoy seguro de que a la mayoría de los jóvenes gays y
lesbianas no nos gusta vivir con coerción por el simple hecho
de expresar nuestros afectos u orientación sexual. Sé que
buscamos vivir en una ciudad y un país donde no se tenga que temer
por ser o sentirse diferente. Queda en nosotros empezar a modificar estas
costumbres, actitudes y prácticas negativas, muchas de las cuales
se originan en el interior de la familia. Por eso es importante comenzar
desde ahí a educar en el respeto a nuestros hermanos, padres,
madres y demás seres queridos. Cuenta conmigo.
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