Número 109 | Jueves 4 de agosto de 2005
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

Amistad recuperada  
Para Mario Platas por el obsequio de su pasión
Por Joaquín Hurtado


Uno no lo nota. Han pasado casi 25 años. “Ah sí, y parece que nada ha pasado”, dice él. Nos hemos reencontrado en el Festival "Diversciudad", que los bienquerientes me han brindado aquí en Monterrey. Él no lo nota, pero lo pienso mucho. Mi mujer y yo aceptamos su invitación a cenar. Pasan tan livianas las horas con J, maravilloso conversador. Nos cuenta sus tragedias muerto de risa. Escuchamos su dramón familiar doblados por las carcajadas. Se me ocurre invitarlo a nuestro viaje a los más extremos confines de la Sierra Madre. Excursión que no admite gente sosa. Él no lo nota pero sufro cuando me arriesgo a tanto. Mi mujer aprueba con un “¡pero por supuesto que encantada!”.

Nos instalamos en un aguaje. Milongas y boleros aderezan la tarde cobijada por las cigarras, los vinos, los rojos monolitos, el agua del río, los amoríos recordados. J. es un magnífico intérprete de tango, todo lo traduce al lunfardo. Es alucinante su imitación de la Libertad Lamarque de los años treinta.

Con los años se nos ha vuelto tan natural hablar de los muertos como si diéramos santo y seña de los vivos. Vida y muerte en un abrazo coreografiado por dos chamacos envejecidos prematuramente en una tarde de paz veraniega. Vamos dejando los nombres desguasados como servilletas en la bolsa de la basura. Rostros sin ojos, bocas sin luz. Le pregunto a J., como quien pregunta sobre el look de su corte de pelo, si ya sabe que vivo con VIH. J. se queda silencioso durante cinco segundos. Caen los brazos de su armadura, se le ladea el yelmo, baja el escudo de sus pupilas. Se pone de pie, camina hacia mí. No dice nada. Me abraza. Me lo dice todo.
É l no lo nota pero de pronto las servilletas arrugadas con los nombres olvidables se convierten en luciérnagas y volando cubren el campo circundante. Los tonos amargos de las ranas entre las cañadas ahora son campanitas de cristal. Llega mi mujer con unos bocadillos. J. toma a mi esposa de la cintura y cantando a gritos Volver se la lleva revoloteando sobre las matas. Me gusta J. por impredecible. Me gusta mi mujer por mariconera.

É l no lo nota pero en unas cuantas horas se ganó el amor arisco de mi Rosalinda. En los últimos años nos hemos vuelto un tanto rejegos a la sola idea de cultivar nuevas amistades. La buena amistad es asunto serio, frágil, pesado; sopa revitalizante que se calienta a fuego lento y se toma a sorbos, pero que se agria por cualquier descuido. Me prometo no echar a perder esta amistad recuperada.