Usted está aquí: jueves 4 de agosto de 2005 Opinión Carta de Hiroshima

Miguel Marín Bosch*

Carta de Hiroshima

El pasado mes de julio se conmemoró el 50 aniversario de uno de los documentos más importantes sobre el peligro que entrañan las armas nucleares. Se trata de la declaración conjunta suscrita por Albert Einstein y Bertrand Russell. Su origen fue una carta que el matemático y filósofo británico envió en febrero de 1955 al que sin duda era el científico más famoso del mundo. Russell invitó a Einstein a alertar a la opinión pública y gobiernos acerca de la amenza que representaba para la supervivencia del planeta la existencia y acumulación de las armas nucleares. La idea era congregar a un grupo de científicos distinguidos para que firmaran una declaración. El físico estuvo de acuerdo.

Russell redactó el texto y Einstein, poco antes de su muerte en abril de ese año, dio su visto bueno. Pero el ambiente de la guerra fría no era el más propicio para convencer a los científicos de la importancia del tema. Muchos rehusaron poner los intereses de la humanidad por encima de sus proyectos nacionales. Los científicos de la Unión Soviética y China se negaron a suscribir el documento. Russell logró reunir las firmas de sólo nueve científicos: Max Born, de Alemania occidental; Percy Bridgman, Hermann Muller y Linus Pauling, de Estados Unidos; Frédéric Joliot-Curie de Francia; Hideki Yukawa, de Japón; Leopold Infeld, de Polonia; y Cecil Powell y Joseph Rotblat, del Reino Unido.

El 9 de julio de 1955 se hizo público el documento, que empezó a conocerse como el manifiesto Russell-Einstein. En él se instaba a poner fin a las armas nucleares y se convocaba a una reunión de científicos con ese fin, la cual se llevó a cabo en 1958 en Pugwash, Canadá, pueblo natal del empresario Cyrus Eaton, quien sufragó los gastos para el encuentro de 22 científicos de 10 países (Australia, Austria, Canadá, China, Estados Unidos, Francia, Japón, Polonia, Reino Unido y Unión Soviética).

Así nació el movimiento Pugwash, que ha venido celebrando conferencias anuales desde entonces. En esta ocasión nos hemos reunido en Hiroshima, en el 60 aniversario del ataque atómico que sufrió esta ciudad el 6 de agosto de 1945 y Nagasaki tres días después.

Con una sola excepción, todos los científicos que firmaron el manifiesto Russell-Einstein o que luego asistieron a la reunión en Pugwash han desaparecido. El único sobreviviente es Joseph Rotblat, motor e inspiración del movimiento. Desafortunadamente, por primera vez no asistirá a una conferencia anual de Pugwash. Su salud no se lo permite.

Joseph Rotblat nació en Varsovia en 1908 y estudió física en la Universidad Libre de Polonia, doctorándose a los 30 años. En esa misma universidad hizo investigaciones en el campo de la física atómica hasta 1939, año en que se fue a la Universidad de Liverpool. Cuando Alemania invadió su país, pereció su esposa y nunca se volvió a casar.

En 1940 fue reclutado por el gobierno británico para trabajar en el diseño y construcción de la bomba atómica. En 1944 llegó a Los Alamos, Nuevo México, para incorporarse al equipo de J. Robert Oppenheimer, director del proyecto Manhattan. Se separó del mismo cuando se supo que Alemania había abandonado su propio proyecto atómico. No fue el único, pero sí el más activo en su oposición a las armas nucleares. Y lo sigue siendo.

Rotblat se quedó a vivir en Londres y en 1946 obtuvo la nacionalidad británica. No es de extrañar que haya influido en la iniciativa de su amigo, Bertrand Russell. Fue el principal autor del manifiesto y el promotor enérgico del movimiento Pugwash, del cual es presidente emérito. Lo conozco desde hace casi 30 años, cuando asistí a mi primera conferencia Pugwash. Durante las últimas seis décadas ha mantenido su lucha por un mundo libre de armas nucleares. En 1995 compartió el Nobel de la Paz con el movimiento Pugwash. A sus casi 97 años, sigue lúcido y activo. Hace poco publicó un artículo en el New York Times, intitulado "La sombra de 50 años", que concluyó citando el manifiesto de 1955: "Debemos aprender a pensar de una manera nueva. Debemos aprender a preguntarnos, no qué pasos pueden darse para asegurarle la victoria militar al grupo de nuestra preferencia, porque ya no existen esos pasos; la pregunta que debemos hacernos es: ¿qué pasos hay que dar para prevenir una contienda militar que sería desastrosa para todas las partes? Esa pregunta -escribió Rotblat- es tan relevante hoy como lo fue hace 50 años". Y también lo es la admonición del manifiesto: "Acuérdate de tu humanidad y olvídate de todo lo demás".

Los miembros de Pugwash nos hemos congregado en Hiroshisma para rendir homenaje a las víctimas de ese ataque atómico y sus sobrevivientes, los hibakusha. Aún viven más de 360 mil hibakusha, personas que padecen distintas enfermedades causadas por la radiación, incluyendo cáncer y deterioro genético, y que exhiben desfiguraciones físicas. Han sido víctimas también de discriminaciones y rechazo social. Por otro lado, hay muchos japoneses que temen que, cuando desaparezcan los hibakusha (cuyo promedio de edad es de 72 años), se perderá un doloroso recordatorio de los peligros que entrañan los arsenales nucleares.

De ahí el activo papel de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki por mantener la memoria histórica de lo acontecido en 1945. De ahí también el papel de liderazgo de Tadatoshi Akiba, alcalde de Hiroshima desde 1999, al frente de la vigorosa campaña de los "alcaldes para la paz". Ese movimiento busca la abolición de las armas nucleares y hoy agrupa más de 600 ciudades en más de 100 países. El movimiento nació en 1982 a propuesta de la Asamblea General de las Naciones Unidas, pero Akiba le ha dado un gran ímpetu. Como ex profesor universitario también viene impulsando la educación para el desarme en varias instituciones académicas por todo el mundo. Hay que asegurar que los jóvenes tengan idea clara de lo que significó la fabricación de las armas nucleares y su uso.

* Ex subsecretario de Relaciones Exteriores y presidente de Desarmex, AC

 
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