Usted está aquí: lunes 1 de agosto de 2005 Opinión La función del escándalo político

Alexander Cockburn

La función del escándalo político

Ante el enorme desastre de la arremetida de Estados Unidos contra Irak, el monstruoso sufrimiento engendrado por la ocupación, la violencia alrededor del mundo que ha generado, qué extraño resulta que el contrataque más efectivo al gobierno Bush haya provenido del escándalo Plame.

Millones de palabras se han escrito ya sobre la divulgación de la identidad de Valerie Plame, la agente de la CIA que es esposa de Joe Wilson, el mismo que debilitó las aseveraciones del gobierno de que el Irak de Saddam estaba a punto de adquirir capacidades nucleares.

El fiscal especial, Patrick Fitzgerald, ha trabajado durante meses en el tema. Una reportera del New York Times, Judith Miller, está en la cárcel por no responder a las preguntas de Fitzgerald. El principal asesor político de Bush, Karl Rove, está en peligro de ser perseguido judicialmente por mentirle a Fitzgerald. En todo caso, ya quedó expuesto como mentiroso.

Todos estos son acontecimientos de gran magnitud. Aun así, después de todos estos meses, encuentro difícil entender a qué se debe todo este alboroto y tomar en serio el escándalo Plame.

Se supone que Valere Plame fue expuesta como empleada de la CIA por la Casa Blanca en represalia contra su marido. Pero nunca he entendido por qué se creía que tal exposición dañaría a Wilson.

En círculos de la izquierda, al menos cuando había una izquierda seria, era muy dañino para la credibilidad de una persona ser identificada como "agente de la CIA". Pero aquí no hablamos de círculos de la izquierda. Nos referimos a círculos de la derecha, donde ser empleado de la CIA es considerado honorable, e incluso es un signo de orgullo. Wilson, pese a la popularidad de la que goza entre los liberales en estos días, es un derechista que respaldó el ataque contra Irak. ¿Por qué no habría de beneficiarse de que se supiera para quién trabajaba su esposa?

Nuevamente, ¿por qué se supone que sería un descrédito para Wilson que su esposa lo propusiera como la persona idónea para ir a Níger a investigar acusaciones de que ese país exportaba uranio tipo yellowcake (por los barriles amarillos que lo contienen) a Irak?

Seguimos a la espera de respuestas para estas preguntas. Wilson no salió perjudicado. La Casa Blanca se dañó a sí misma. El descubrimiento de la identidad de Plame no fue gran cosa, y ni siquiera era técnicamente un delito hasta que Bush padre logró la aprobación de la Ley de Protección a Agentes en represalia contra izquierdistas que de veras pretendían dañar a la CIA exponiendo a sus agentes secretos. Más que nada, el escándalo ha demostrado lo estúpidos que pueden ser hombres poderosos como Rove y sus colegas de la Casa Blanca.

En un terreno sustancial, el gobierno de Bush tendría que verse obligado a reflexionar ante una ola de ataques por el fracaso absoluto de su misión en Irak. Sin embargo, en los medios estadunidenses la magnitud de ese fracaso es acallada por prudentes reporteros y editores.

El hecho de que Estados Unidos enfrente una humillación nacional tan grande como la que vivió en Vietnam no es algo que se discuta mucho. El movimiento antibélico va muy a la zaga de los acontecimientos y el Partido Demócrata está desesperado por ser percibido como oposición "leal". Muchos de sus líderes llaman, no a poner fin a la guerra, sino a realizar la guerra con más tropas y mayor eficiencia.

Así, el escándalo Plame se vuelve el centro de los ataques porque las verdaderas razones se consideran demasiado polémicas. De la misma forma, hace 30 años, Nixon nunca fue llevado a juicio por lanzar una guerra secreta e ilegal contra Camboya, sino por haber mentido sobre un encubrimiento de sus travesuras políticas en casa.

Así ocurre a menudo con los escándalos. En la vida política convencional hay mucho que no puede decirse, porque decir algo sustancial sería socavar esos pactos implícitos de no agresión que sirven de cimiento a las elites gobernantes.

En Estados Unidos, entre estas elites, existe un pacto de no agresión respecto de Israel o de las consecuencias del patrocinio estadunidense a todas las empresas de esa nación, muchas de ellas vergonzosas. El tema sencillamente no se puede traer a colación. Lo mismo es cierto en otros aspectos vitales de los asuntos de nuestra nación: comercio, política nuclear, la supervisión de la Reserva Federal, y muchos otros.

En contraste, el escándalo Plame es algo de lo que las elites pueden hablar a gusto, si bien estoy seguro de que la mayoría de los ciudadanos comunes desde hace mucho tiempo perdieron el interés en sus complejidades. Lo peor que puede suceder es que Rove renuncie; tal vez hasta lo sometan a juicio. Puede que Judy Miller languidezca en prisión, pero ahora ha sido convertida en mártir de la libertad de prensa, consecuencia irónica para alguien que con sus reportajes en los que fomentaba el ataque a Irak avergonzó al oficio periodístico.

© 2005 Creators Syndicate, Inc.

Traducción: Gabriela Fonseca

 
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