Usted está aquí: domingo 31 de julio de 2005 Opinión Querido Frankie

Carlos Bonfil

Querido Frankie

Mentiras piadosas. En Querido Frankie (Dear Frankie), su primer largometraje, la británica Shona Auerbach relata la historia del niño de nueve años Frankie Morrison (Jack McElhone), aquejado de sordera, confinado en un mutismo voluntario, dedicado a contestar las cartas de un padre ausente, al que apenas recuerda, misterioso marinero que recorre el mundo describiéndole peripecias y hallazgos, alimentando su fantasía infantil, su gusto por la geografía marina y la ilusión de un universo más interesante que el que comparte Frankie con su madre Lizzie (Emily Mortimer) y su abuela huraña (Mary Riggans) en un puerto escocés cercano a Glasgow.

La realidad es sin embargo muy distinta: la madre tuvo que huir de un hombre neurótico y golpeador, quien entre otras cosas provocó la sordera del niño, y mudarse continuamente de domicilio y ciudades para no ser rastreada; también inventarle a Frankie un padre ideal, aventurero romántico, y escribir ella misma las cartas y conocer un poco más al hijo inexpresivo mediante sus respuestas epistolares, así como cultivar el engaño hasta el momento en que las circunstancias la obligan a un ardid mayor (la contratación de un extraño -Gerard Butler- como padre postizo por un día), impostura que cambiará la situación radicalmente.

En su debut como directora, Shona Auerbach, consciente tal vez de los riesgos y posibles acusaciones de manipulación sentimental y de recurso al lugar común que pudiera suscitar esta historia de maltrato familiar y heroísmo materno, elige concentrarse en la construcción de personajes creíbles, y hasta cierto punto entrañables. Destaca, por ejemplo, una intuición muy fina del mundo interior de Frankie y su relación con su entorno escolar y familiar a partir de la experiencia de la sordera; una presentación también discreta del dilema moral al que se enfrenta Lizzie cuando reaparece su esposo, ahora moribundo, reclamando ver por última vez a su hijo, y la relación inteligente entre madre e hijo, que permite la confianza mutua en medio de las fabulaciones más extravagantes.

Recuérdense los esfuerzos y la escenografía que monta un joven para mentirle a su madre enferma sobre la nueva realidad social en Alemania en Adiós a Lenin, de Wolfgang Becker. O el largo intercambio epistolar engañoso que sostiene la ilusión de una anciana en la estupenda cinta Unas dulces mentiras (Quand Otar est parti), de Julie Bertucelli. Querido Frankie, con guión de Andrea Gibb y fotografía de la propia directora, no alcanza el vigor dramático de las cintas referidas y a menudo bordea el sentimentalismo para caer en explicaciones providenciales de cuento fantástico, como la lucidez final del protagonista infantil o la súbita atracción entre la madre y el forastero contratado.

En contrapartida, el actor infantil Jack McElhone rompe por completo la imagen convencional del niño discapacitado, a la postre demasiado encantador o excesivamente inteligente. Frankie sorprende por su candor, pero también, paradójicamente, por el control que ejerce sobre todo lo que le rodea, compañeros de escuela, familiares, e inclusive sobre su padre postizo de última hora; su pretendida vulnerabilidad se revela como una estrategia más de supervivencia frente a un entorno posiblemente hostil, plagado de engaños.

En su aislamiento sensorial, Frankie debe recobrar, además del afecto paterno, la confianza en quienes le rodean. Al respecto, la madre es una cómplice perfecta, jamás sobreprotectora, siempre atenta. Esta fina observación sicológica de la directora, y su meticuloso trabajo con sus actores, dan mayor consistencia a un relato en principio convencional y trillado. Un filme hecho por mujeres (dirección, producción, fotografía) en el cual destacan con mayor fuerza los personajes femeninos y su paciente exploración de los sentimientos y los sentidos. La figura masculina aparece aquí, curiosamente, como irascible, agonizante, discapacitada o solitaria, en espera casi siempre de comprensión, perdón o ayuda. Un vuelco revelador en los roles de género comúnmente asignados por la narrativa fílmica tradicional.

Querido Frankie se exhibe esta semana en la Cineteca Nacional.

 
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