Secuela del ataque de fanáticos a Me cago en Dios
Reina la autocensura en el medio teatral español
El autor de esa pieza, en la ruina moral y económica
Ampliar la imagen Escena de la obra teatral Me cago en Dios, que se presenta en el teatro La Capilla. En la imagen, el actor Omar Medina FOTO Cortes�de Complot /Escena Foto: Cortes�de Complot /Escena
"Quien no se posiciona bajo la bandera de Cristo, se enrola en las huestes del Maligno". Esta lógica, que permite cualquier atrocidad en el nombre de Dios, es la base de los militantes católicos que el año pasado interrumpieron violentamente en Madrid una función de la polémica obra teatral Me cago en Dios.
Como informó La Jornada (2 y 14 de mayo de 2004), los hermanos Santiago y Miguel Menéndez Piñar irrumpieron en el Círculo de Bellas Artes de esa ciudad el 1º de mayo de 2004 y golpearon al autor del montaje, Iñigo Ramírez de Haro, y al actor Fernando Incera, en represalia por el título "ofensivo" de la obra, que actualmente se presenta en el teatro La Capilla, en Coyoacán.
El 12 de julio de este año los agresores fueron juzgados, pero la sentencia final todavía está pendiente. Desde prisión, los ultraderechistas hicieron circular un documento titulado Custodia de la verdad, en el que se proclaman mártires y afirman que "no peca el que dispara por la causa de Dios".
En el texto señalan que frente a la "repugnante obra de teatro" que "ultrajaba cuanto de sagrado existe sobre la faz de la tierra [...] Alguien debía defender la Verdad. Y lo hicimos hipotecando nuestra vida a las condenas humanas y a sabiendas de quedar marcados para siempre en perjuicio de nuestro futuro.
"Avanzan con nosotros los santos de todos los tiempos, el patriotismo de Fernando e Isabel, uniendo en la Fe Verdadera, los pueblos hispánicos; el ejemplo sublime de los mártires de la última Cruzada española, que fueron mitad monjes mitad soldados, rescatando la Fe puesta en cautiverio por el comunismo antiteo (sic) y apátrida."
La vacuna empieza a menguar
En entrevista con La Jornada, Iñigo Ramírez de Haro admite que los ataques en su contra lograron atemorizarlo a él, e indirectamente a todo el medio teatral español, que ahora asume en silencio una especie de autocensura preventiva.
"La violencia funcionó y me arruinó moral y económicamente. Los productores suprimieron cualquier referencia a mi obra en España por temor a nueva violencia. Mi nombre va unido a conflicto y se echan para atrás", incluidos los que buscan hacer un "teatro bien político y sentirse bien revolucionarios", lamenta.
Las consecuencias están empezando a sentirse porque la nueva obra de Ramírez de Haro, titulada Franco, ese santo, no es aceptada en ninguna parte, aunque "todos saben que funcionaría muy bien de público", en el contexto del 30 aniversario luctuoso del ex dictador.
El dramaturgo considera que uno de los legados "positivos" del franquismo fue que "vacunó" a España contra el fascismo durante muchos años, pero "parece que la vacuna pierde efecto y el virus se reproduce: ahí están, igual de violentos que siempre".
Sobre el tema de la religiosidad, el autor considera que "Dios es un invento más que ha hecho la imaginación humana a lo largo de la historia, que siempre ha gustado de fantasmas. El problema es cuando el invento se vuelve público y unos deciden utilizar al fantasma para crear iglesias que te dicen cómo debes vivir. Ahí me parece que el inventito se pasó de rosca y se volvió pesadilla".