Usted está aquí: domingo 31 de julio de 2005 Política Seguridad energética, también para México

Antonio Gershenson

Seguridad energética, también para México

Se han presentado en Estados Unidos fenómenos que antes no sucedían. Uno de ellos es la intención formal de la empresa petrolera china CNOOC de comprar la empresa estadunidense Unocal. Antes, la también petrolera -pero con sede en el mismo país vecino- Chevron había hecho una oferta formal, pero la compañía china estuvo ofreciendo más. Chevron ha movido sus contactos y ha obtenido la oposición de legisladores a que la compradora sea CNOOC. Uno de los argumentos es la seguridad energética de Estados Unidos.

Unocal, siendo una empresa relativamente pequeña, es, desde hace tiempo, muy codiciada por sus connacionales "mayores". Una de las razones es que tiene la propiedad de importantes reservas petroleras, de las cuales varias grandes empresas han perdido una parte, por las auditorías más rigurosas y el empleo de criterios menos libres que los que ellas mismas habían adoptado antes. Otra razón es el papel de Unocal en el oleoducto de la zona al este del mar Caspio, pasando por Afganistán, hasta el océano Indico. A este último se atribuyó, por lo menos en buena medida, la guerra en que intervino una coalición encabezada por Estados Unidos, y que en cierto modo continúa.

El otro fenómeno al que nos referimos es la participación de compañías chinas en la explotación de las rocas bituminosas de Alberta, Canadá. Estas empresas han hecho cuantiosas inversiones para asegurar una fuente de abasto a largo plazo del petróleo sintético que se obtiene de esas arenas. También es parte del proyecto un oleoducto de esa región al océano Pacífico, como medio para que el energético sea enviado a China. Y también en este caso, aunque el proyecto está en marcha con las autorizaciones necesarias de Canadá, se maneja públicamente que esto representa un riesgo para Estados Unidos, comprador de energía canadiense en masa: petróleo normal, petróleo sintético, gas natural y electricidad originada en los grandes ríos y lagos canadienses. Se habla también de seguridad energética.

Podemos comparar esta situación con la de México. Como país petrolero, no teníamos problemas de seguridad energética en el sentido que se desprende de lo anterior: evitar el riesgo de que, en un momento dado, no tengamos suficiente energía o tengamos que pagarla a un precio excesivamente alto. Pero se fue "fabricando" esa dependencia. Fue cerrada la refinería de Azcapotzalco, lo mismo que otras instalaciones menores, sin reponer esa capacidad de refinación. Esto indujo la importación de combustibles, que creció al aumentar la demanda, sobre todo de gasolina, de la cual alrededor de 30 por ciento es importada.

También, mientras que durante mucho tiempo no se invirtió en aumentar la producción de gas natural, se entregó a empresas privadas la construcción de un buen número de plantas eléctricas que consumen ese combustible. Aunque recientemente se ha restablecido una cierta inversión y la producción de gas aumenta algo, eso no evita que en 2004 se haya importado 38 por ciento del gas requerido por el mercado interno del país, porcentaje sin precedente.

En cuanto a tener que pagar caro el combustible, ya es una realidad. No se trata sólo las formas ya mencionadas de energía. La electricidad, cuyo precio sube, para las tarifas que mayor consumo representan, con los precios de los combustibles usados para su generación, está carísima. Entre unas y otras, han provocado el cierre de miles de empresas en los últimos años.

A medida que los combustibles, y en especial el gas natural, escasean más en América del Norte, el riesgo aumenta. México, como vimos, depende de manera creciente de las importaciones gaseras provenientes de Estados Unidos. Pero a la vez este país, cuya capacidad productiva en esta materia ya llegó al límite e inició su descenso, depende de las importaciones gaseras de Canadá. Y éstas se ven afectadas por dos elementos: el agotamiento del gas también allí, y el aumento de su uso para la producción de petróleo sintético, de la que hablamos, a partir de las rocas bituminosas.

Ya le pasó a Chile que Argentina le suspendió el suministro de gas natural, porque a ellos mismos no les alcanzaba. Por cierto que Argentina importa gas de Bolivia, pero eso no evitó el problema. Y en Chile, aunque fuera tapando el pozo después de que se cayó el niño, iniciaron ya el retorno a fuentes de energía en las que son autónomos, como el carbón y el viento. Nosotros no tenemos por qué esperar a que nos pase algo similar.

Aunque esto reclama un conjunto de medidas para cambiar la situación, una de las más accesibles para reducir los riesgos en materia de seguridad energética es la siguiente: los dueños y operadores de toda planta eléctrica que contribuya a la alimentación de la red de servicio público de energía eléctrica, y que consuma un combustible del cual el año inmediato anterior se haya importado más de 10 por ciento de la demanda nacional, deberá adaptar sus instalaciones para que puedan consumir por lo menos un segundo combustible, que sí esté disponible en el mercado nacional. *

 
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