Usted está aquí: martes 26 de julio de 2005 Opinión La odiada Venezuela

Marco Rascón

La odiada Venezuela

Sirva esta entrega de homenaje a la revolución cubana en este 26 de julio, cuando Latinoamérica es cada vez más latinoamericana frente al hecho de que Estados Unidos es más imperialista que nunca.

La realidad continental obliga a que las fuerzas políticas de cada país se definan por el "destino manifiesto" y la integración brutal, o por la unidad latinoamericana sin hegemonía estadunidense.

Esta realidad de disyuntivas plantea preguntas: ¿qué significa la verdadera democracia? ¿Para qué sirve decidir con votos? ¿Pueden las democracias "sin adjetivos", desarmadas, sin organización política y social, triunfar con el voto aislado, determinado por los medios en manos de las viejas oligarquías? ¿Se puede transformar de fondo un país con un chorizo de promesas inconexas y electoreras para alimentar las encuestas?

En este contexto hay que hablar de Venezuela, y para ello debemos agradecer a Letras Libres, que dirige Enrique Krauze, el dossier publicado en su número 79, titulado: "Venezuela: palos a la democracia". Se agradece el texto porque se entienden y refrendan las razones de las oligarquías latinoamericanas contra Hugo Chávez y el proceso venezolano.

Luego de satanizar desde su editorial que dos países -Cuba y Venezuela- unifiquen propósitos en torno a su identidad latinoamericana, beneficios mutuos y riquezas, a lo largo del "convivio" de 10 ensayos aparecen conceptos que se pretenden imponer globalmente a cualquier país latinoamericano que pretenda cambiar las reglas y usos de la democracia. Para los "demócratas" transgénicos, creadores de simulaciones y gobiernos uniformes, el problema es que el poder real debe ser invisible mientras el formal administra los intereses de las oligarquías nacionales y trasnacionales. Para ellos la política, cuando educa, es un peligro.

Desde el plano de la deshonestidad intelectual les enfurece que en Venezuela no haya vacíos y que el lugar de la oligarquía, que antes controlaba la riqueza petrolera, los medios de comunicación, el sistema financiero, el ejército y el interés ciudadano, haya sido ocupado positivamente por el bolivarismo y Hugo Chávez.

Llama la atención el texto de Alberto Barrera Tyzka, el cual caracteriza a Hugo Chávez como una "tragedia" (¿para quién?) y para definir el reclamo del poder no oligárquico recuerda una frase de Borges, quien "deseaba un país donde nadie supiera cómo se llamaba el presidente". Frente a un poder y la mayoría, reclama que Chávez se "ha instalado en la vida pública y también en las vidas privadas del país". ¿No son los medios en México y Estados Unidos, en Brasil o Perú, los que se han vuelto los Big Brother de la vida de los ciudadanos? ¿No son estos medios los que descerebran e imponen la agenda del escándalo, la violencia, la holgazanería, y los talk shows fascistas y racistas de Miami y Perú? En el artículo se afirma también que Hugo Chávez y el bolivarismo "han ocupado todos los espacios", sin decir que eran de la oligarquía venezolana, ni que hoy existe una diferencia: los espacios del bolivarismo sirven a la mayoría de los venezolanos en tanto el poder anterior únicamente servía a la vieja oligarquía decadente y corrupta.

Los intelectuales transgénicos buscan y gastan cuartillas tratando de ridiculizar y deslegitimar el proceso en Venezuela, pues en esta realidad es lo más cercano a nuestras condiciones y alternativas como país petrolero, de oligarquía vetusta, clase política decadente, partidos subordinados e ideologías esterilizadas.

Imaginemos el caso de Venezuela en México: Hugo Chávez y López Obrador no se parecen en nada, pero los medios y la situación petrolera anterior a Chávez son igualitos a los que estamos viviendo los mexicanos. Aquí surgiría una "coalición opositora" contra el proceso de rescate del sistema financiero, el petróleo y los medios, integrada por Ricardo Salinas Pliego, Romero Deschamps, Leonardo Rodríguez Alcaine, Emilio Azcárraga Jean, Claudio X. González, Roberto Hernández, Salinas, Zedillo, Fox y todos los políticos desplazados por una correlación de fuerzas, organizada desde los barrios, las empresas, las universidades, los centros culturales.

Los intelectuales transgénicos detestan el poder cuando lo ejerce una fuerza coherente y capaz de realizar reformas profundas. La tarea de los invitados de Letras Libres es caracterizar de dictadura a lo que es un ejercicio democrático con adjetivos, donde una sociedad organizada y un poder político con programa claro, que no teme organizar al pueblo, ha hecho un proyecto de nación. Por eso en Venezuela los demócratas transgénicos son golpistas frustrados.

En México, y en claro alineamiento, hoy se entiende y explica por qué la dirección del movimiento lopezobradorista y del PRD, encabezados por el diputado Juan José García, vayan urgentemente a Washington a confesar y ofrecer de rodillas que "López Obrador no tiene nada que ver con Hugo Chavez ni con Venezuela". Los de Letras Libres y la derecha de este país se los agradecen y les reconocen el gesto.

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