Los toros de Candela
¡Oh toro de Candela! Ya no eres aquel toro que pasaba por el ruedo con delirio de fiebre, tira que tira cornadas, leña al fuego. Aquello ya no es aquello. Triste nostalgia de pasados recuerdos. Hoy los toros novillos apenas se mueven y no tienen pitones como defensas ante el mundo. No son ni sombra de los antiguos toros que a los públicos arrebataban. Cuando salen al ruedo ya no embisten a los caballos de lejos y son pasados con un puyacito. Se les acabó la casta y ya no galopan.
¡Oh, toro, has perdido tu señorío! Más pareces torito amaestrado que ruedas interminable en derechazos insoportables, sin emoción ni hondura. Has perdido el temple en la embestida, temple codicioso que se confunde con su acometer borreguno. Hoy agonizas arrastrando sobre el redondel la sangre en pena en vuelta.
¡Oh, toro negro de muerte ya no llevas el dominio negro en las entrañas! Hoy llevas un ángel de la guarda que inspira música celestial. Toritos con los que sólo emocionan los "toreros artistas" y han sido llamados pomposamente "toros artistas". Derrotado -pelambre seco y pitones de cabra- sales a las plazas a juerguear sosas cervezas claras y rumiar tu aburrimiento, ya sin casta ni pitones, ni leña ni cuajo, ni cojones.
Novillines de este tenor han aparecido en la Plaza México en los festejos de la temporada de novilladas. Imposible echarles novillos hechos y derechos a novilleros con pocas actuaciones y que exhiben su verdor. A pesar de que han surgido algunos chavales con posibilidades de llegar: Fermín Rivera, Gitanillo de Tlalpan -pa' nombrecito- o Paul Cortez.