LIBERTAD CONDICIONADA | 25 de julio de 2005 |
El
presidente Bush comprometió parte de su capital político
en la
ratificación de un acuerdo comercial con con
Centroamérica, para la que
enfrenta resistencias en el Congreso. Grupos de interés en la
agricultura y la industria tratan de evitar cualquier facilidad para un
flujo más libre de los productos de la región hacia
Estados Unidos. La
apuesta de la Casa Blanca es lograr la aprobación antes del
receso de
verano en el legislativo, que inicia el próximo sábado.
Paulo Sotero, Washington* Sin garantías de que tendrá los 218 votos necesarios para ratificar el Acuerdo de Libre Comercio con América Central (CAFTA, por sus siglas en inglés) en la Cámara de Representantes y con riesgo de que el Senado lo apruebe de modo condicionado, con una reducción adicional de su capacidad de negociar concesiones en nuevos pactos de liberalización, el presidente George W. Bush sometió el texto del CAFTA al Congreso. Hasta ahora las fuerzas favorables al acuerdo han prevalecido en dos votaciones de las comisiones de la Cámara de Representantes y el Senado. Fuentes del Partido Republicano admiten que han tenido que usar todos los recursos de persuasión a su alcance frente a los reacios de la base del gobierno para votar por el tratado. Entre éstos hay varios congresistas de estados del sur y del medio oeste que fueron relegidos el año pasado por márgenes mínimos de votos. El representante Robin Hayes, republicano de Carolina del Norte, es ejemplo típico. En 2002 ayudó a Bush a aprobar la Autoridad de Promoción Comercial (TPA) que permitió al Ejecutivo negociar acuerdos comerciales. Se trata de un mecanismo que, cuando se concertó el tratado con México y Canadá, era conocido como vía rápida. El TPA fue aprobado por un margen de apenas un voto. Esta vez, la Casa Blanca no cuenta con Hayes. Relegido con apenas 55 por ciento de los votos en un distrito que ya vio desaparecer parte de su industria textil a causa de la competencia del exterior, Hayes anunció que votará contra el CAFTA. Los involucrados en la discusión "siguen pensando que, al final, la administración obtendrá los votos necesarios para la ratificación. Coincido con esto, pero sólo porque el Congreso nunca ha dejado de aprobar un acuerdo comercial y el rechazo del CAFTA sería un desastre para Bush y Estados Unidos (EU)", señaló el presidente de Diálogo Interamericano, Peter Hakim, demócrata que apoya el CAFTA. "Pero no me explico cómo conseguirá Bush la ratificación, pues hoy no tiene los votos y no es obvio que los tendrá." La meta del gobierno es lograr la aprobación del Congreso antes del receso del verano, o sea en julio. "Sé que aún falta un puñado de votos", dijo Jim Fendell, presidente de la Asociación de Cámaras de Comercio Americanas de Latinoamérica, en una reunión con pequeños empresarios que apoyan el CAFTA. El grupo de congresistas de origen latinoamericano se opone al acuerdo. Carla Hills, ex representante de Comercio Exterior de EU, recién indicó que "el rechazo del CAFTA dejaría la política comercial estadunidense en mala situación". Bush mismo dio una medida del posible fiasco que tiene entre manos en un discurso ante la asamblea general del la Organización de Estados Americanos en Florida en junio: "El CAFTA es más que un acuerdo de comercio, es una señal de compromiso por EU con la democracia y la prosperidad de nuestros vecinos", expresó. En principio, la aceptación del pacto no debería haberse transformado en el dolor de cabeza en que se convirtió para Washington. El acuerdo comprende a seis pequeños países de América Central y el Caribe: Guatemala, Nicaragua, Honduras, Costa Rica, El Salvador y República Dominicana. Separados o juntos no representan ninguna amenaza para la potencia global. Son esos países los que tendrán que abrir sus mercados mediante el CAFTA, y eso porque casi 80 por ciento de sus exportaciones ya entran a EU libres de tarifas, debido a las concesiones unilaterales de Washington y que el CAFTA haría permanentes. En sentido opuesto, el tratado prevé la apertura gradual de los mercados de esos seis países para los bienes y servicios estadunidenses e incluye dispositivos que, aun sin aplicación práctica en el CAFTA, crean importantes precedentes para futuras negociaciones comerciales. Uno, defendido por la industria farmaceútica, introduce limitaciones para la producción de medicamentos genéricos. Otro amplía la protección de la propiedad intelectual a productos y servicios de alta tecnología y las telecomunicaciones, además de abrir esos sectores a empresas estadunidenses. Pese a las evidentes ventajas del tratado para EU, está en peligro en el Congreso. Representantes republicanos de los estados del sur y del medio oeste se encuentran bajo intensa presión de los cabildeadores del azúcar, la industria textil y la pecuaria para impedir la ratificación. Una negociación iniciada por la Casa Blanca para atender las preocupaciones del grupo de presión azucarero fracasó hace unas semanas. Los productores estadunidenses alegan que un pequeño acceso adicional al mercado, como prevé el CAFTA, para azúcar de Centroamérica destruiría a la superprotegida industria de ese país, pues sentaría un precedente que podría ser extendido a Tailandia, Sudáfrica o Brasil en futuros acuerdos. Ellos insisten en que el Ejecutivo asuma el compromiso de retirar el azúcar de cualquier negociación posterior, sea en la Ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio, sea en el Area de Libre Comercio de las Américas, detenida desde febrero de 2004, lo que es inaceptable para la Casa Blanca. Otra fuente de resistencia al CAFTA es la muy subsidiada industria del etanol en EU. Hace poco, el Instituto para la Agricultura y la Política Comercial se manifestó contra el acuerdo, alegando que se podría tornar en un vehículo para que las multinacionales agrícolas, como Cargill, exportaran etanol de Brasil a EU libre de impuestos. El CAFTA prevé una cuota de 240 millones de galones de etanol en el primer año para los seis países del acuerdo, exentas de tarifas de 51 centavos de dólar por galón. El año pasado, Brasil, el mayor y más eficiente productor de etanol del mundo, vendió 160 millones de galones en el mercado estadunidense. "No tiene sentido entregar nuestro mercado de etanol a causa de un mal tratado", afirmó Mark Ritchie, presidente del Instituto de Política Agrícola y Comercio, de EU. Los demócratas, a su vez, se unirán en torno de la exigencia de cláusulas laborales más rigurosas. Eso tiene un fuerte apoyo de los sindicatos, aunque su principal motivo es político. Por un lado, ven en el CAFTA la posibilidad concreta de infligir una humillante derrota a Bush. En esto cuentan con el apoyo del ánimo popular cada vez más hostil a la liberalización del comercio, alimentado por la explosión del déficit comercial que el año pasado rebasó 600 mil millones de dólares y sigue creciendo. Aunque no frenen el acuerdo, los demócratas pueden ganar si presionan mediante el voto a los representantes republicanos de los distritos donde el sentimiento proteccionista es más fuerte, como Hayes, que no tienen asegurada la relección. La estrategia de los que se oponen es hacer que los representantes que voten en favor del CAFTA paguen en las urnas en 2006. Se necesita derrotar a siete republicanos que son vulnerables a causa del CAFTA, sin perder ningún escaño para recuperar la mayoría de la Cámara de Representantes que perdieron en 1994 § *Corresponsal del diario O Estado de Sao Paulo en la capital estadunidense |