Usted está aquí: domingo 24 de julio de 2005 Opinión En la ciudad

Carlos Bonfil

En la ciudad

Ampliar la imagen Alex Brendem�l, en una escena de la cinta

En la desolación actual de la cartelera comercial, en la que las grandes producciones hollywoodenses ocupan la casi totalidad de las salas y desplazan en dos semanas a la periferia las pocas cintas interesantes que llegan a cuentagotas, señalar un título novedoso como En la ciudad, del catalán Cesc Gay, no significa por fuerza hablar de una gran película, sino simplemente de algo decoroso entre tanta nulidad vistosa. Sobre todo si se trata de un realizador meritorio, poco conocido en México, cuyas cintas anteriores sólo se han proyectado en algunos festivales (Guadalajara, Mix), sin haber llegado a la pantalla comercial.

Un caso notable es la cinta más popular de este cineasta, Krámpack (Nico y Dani), una comedia muy fresca sobre la iniciación sexual de dos adolescentes durante una breve temporada vacacional en una casa de campo cerca de Barcelona. El tono novedoso y desenfadado de esa cinta contrastaba con la voluntad de etiquetarla como una película gay, cuando simplemente se trataba de una comedia sobre la confusión sexual y las maneras más lúdicas de enfrentarla y (tal vez) resolverla.

Su película siguiente, En la ciudad, reúne a seis personajes en busca de un equilibrio emocional que imaginan encontrar, o haber encontrado, en la relación de pareja. Barcelona es la ciudad omnipresente, sitio de entrecruces y encuentros fortuitos. Es, desde el título, el personaje central de la historia. Cesc Gay recurre a temas recurrentes en películas recientes (la desintegración de la pasión amorosa, la infidelidad consentida, el fracaso profesional como antesala del colapso conyugal), a la manera de una disección de Mike Nichols (Llevados por el deseo/Closer), o de una narración coral de Robert Altman (Vidas cruzadas/ Short cuts), sin llegar, desafortunadamente, a los niveles de observación aguda de estos directores.

El también autor de una experiencia novedosa, Hotel room (1998), en colaboración con Daniel Gimelberg, se limita aquí a declinar los goces del costumbrismo urbano en la vida de tres parejas heterosexuales. Una joven, Sofía (María Pujalte), elige la mitomanía y un catálogo (más inventado que real) de conquistas amorosas para disimular su profundo desinterés en la demás gente; en otro caso, luego de varios años de matrimonio, Irene (Mónica López) descubre la sensualidad al lado de una antigua compañera de colegio, lo que la encamina a la opción gay y posiblemente al divorcio. Un hombre divorciado, Tomás (Alex Brendemühl), se apasiona por una joven de 16 años que transforma su existencia, un cambio que de paso le vale el estigma de pederasta.

Estas y otras experiencias van entrelazándose caprichosamente hasta crear un gran cuadro de familia, en el que la revelación final parece ser ese enorme lugar común, siempre respetable: sin una complicidad afectiva lo único que le queda al hombre es la soledad y la frustración existencial.

Esta visión, de aparente tremendismo moral, el director catalán la presenta con amabilidad y sin mucha fuerza dramática, sin incomodar a nadie, sin incorrección política de ningún tipo.

La cinta es amena, con momentos divertidos, pero sus ambiciones y cometidos se antojan muy limitados. Los personajes encajan bien en la imagen de una clase media socialmente trepadora y anímicamente estancada, y una estética high-tech y una música ambiental desangelada confieren pulcritud no sólo a los interiores domésticos, sino también a sus moradores, un poco al estilo de la mexicana Sexo, pudor y lágrimas, de Antonio Serrano, y sin mayores alcances en su revisión de los conflictos existenciales y amorosos. Un nihilismo light a la catalana, tan ligero que se diluye en la celebración de los mismos valores que parecía cuestionar.

Un buen trecho separa a esta cinta de aquella Krámpack, festiva y fresca como una Temporada de patos, que bien valdría la pena recuperar hoy para su distribución en video.

En la ciudad se exhibe esta semana en Cinemex Masaryk, Insurgentes, y varios más; Cinépolis Plaza Universidad e Interlomas; Cinemark Bosques y Pedregal, y en Lumiére Reforma.

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